Historia Ilustrada de Granada. Capítulo Primero: Ilíberis
Para entender nuestro pasado, costumbres, relaciones sociales, lengua y actividades cotidianas.... es imprescindible, a la vez que apasionante, acercarse abiertamente a él, a nuestra Historia, para entender quiénes somos y cuál es nuestra proyección.
Ilíberis: Un origen íbero
[spacer style="3"]Hace 2.600 años, en el área que recorre el valle del Río Genil, existían dos ciudades que se disputaban el control de su vega alta: Ilurco, emplazada en el Cerro de los Infantes (Pinos Puente), e Ilíberis:
Ilurco era célebre por sus bravos guerreros, pertenecientes al pueblo de los bastetanos, habitantes íberos autóctonos del sur de la península ibérica. Los augures vieron en ella un futuro de esplendor.
En su origen, Ilíberis se organizó como un oppidum, esto es, un lugar elevado y amurallado destinado a la defensa de un territorio. Debía ocupar unas seis hectáreas, situado en la cima de una colina, en la margen derecha del Río Darro, donde hoy en día está el barrio del Albaicín, con núcleo entre los actuales solares granadinos del mirador de San Nicolás y la plaza de San Miguel Bajo. Estaba rodeada de una muralla con grosores de varios metros, que fue ampliada con el tiempo, como consecuencia del crecimiento urbanístico y demográfico.
Lugar Sagrado
[spacer style="3"]Los íberos escogían espacios al aire libre, entre la naturaleza, para celebrar sus ritos, tanto funerarios como sagrados. Estos lugares eran santuarios muy venerados, ubicados en lugares especiales.
Podían ser atalayas estratégicas, salientes, o colinas que dominaran un valle. El monte de La Sabika sería un lugar perfecto para este cometido.
Los Iberos
[spacer style="3"]El momento de mayor esplendor de la Cultura Íbera se produce sobre los siglos VI - IV a.C. Los íberos se agrupaban en tribus o pueblos muy jerarquizados, regidos por un líder o régulo, que se rodeaba de una aristocracia de guerreros. Éste es un grupo muy reconocible, pues está vinculado a la nobleza, sobre todo los poseedores de caballos. A su muerte, normalmente en batalla, se enterraban con sus armas (inutilizadas) y ricas ofrendas.