El Albaicín, Patrimonio Mundial de la Suciedad
En mis paseos sabatinos por diferentes partes de Granada junto a mi buen amigo Antonio Luis Gálvez, que fotografía todo lo que pilla (la foto que acompaña a este texto es suya), llego a estar convencido de que el hombre es el animal más guarro del planeta. Ningún otro ser viviente es capaz de degradar con tanto ahínco el medio en el que se desenvuelve. Para comprobarlo no hay que darse una vuelta por cualquier sitio que sirve de esparcimiento colectivo después de un fin de semana. Allí encontraremos el ejemplo más visible de la dejación creciente de los modales cívicos a través de toda esa basura que ha impuesto la cultura del desperdicio. Y en este texto sólo me voy a referir a lo que he visto en el Albaicín, lugar preferido para nuestras andadas de fin de semana. El Albaicín, por si alguno aún no lo sabe, es Patrimonio Mundial de la Humanidad y como tal debería ser tratado. Sin embargo, viendo lo que hay parece que es tratado como un estercolero más. Mi amigo, el genial Paco Izquierdo, luchador incansable para que este barrio consiguiera la dignidad que se merece, murió sin conseguir que se materializaran sus reivindicaciones, casi todas centradas en conseguir más seguridad y limpieza en el barrio.
En el Albaicín hay decenas de plazoletas y lugares recónditos en los que las mesnadas juveniles encuentra el sitio ideal para hacer el correspondiente botellón. Las vistas son magníficas. Lugares que a la mañana siguiente suelen aparecer con restos de las reuniones festivas: botellas de ginebra, latas de cerveza, bolsas de patatas, vasos de plástico despachurrados, cáscaras de pipas… ¡Y en algunos sitios hay papeleras cercanas!
Luego están las cacas de los perros, que en Albaicín alcanzan niveles de alerta. Hay calles tan festonadas de cacas caninas que ni se te ocurre mirar el horizonte o admirar la fachada floreada de un carmen sin sopesar el peligro de pisar una. Por eso me atrevo a decir que el hombre en general es sucio por naturaleza. Ni siquiera viviendo en un sitio que es Patrimonio de la Humanidad consigue desprenderse de esa condición. El francés Rosseau no llevaba razón. El hombre por naturaleza no es bueno, es guarro. Sólo hay que darse una vuelta un sábado por la mañana por las callejuelas y placetas del Albaicín para comprobarlo.
Comentarios
2 comentarios en “El Albaicín, Patrimonio Mundial de la Suciedad”
Mercedes Pérez Villena
19 de enero de 2016 at 09:25
Buenos días, Andrés.
Pues tienes toda la razón. El Albaicín era también el lugar preferido para mis paseos de jovencita (ahora me es difícil porque mi traumatólogo me ha prohibido cuestas y escaleras), no se trata tanto de que me haya impuesto la prohibición, como de que yo misma noto que no puedo con las cuestas, que al Albaicín se sube andando, y no en trenecito.
Pues por aquellos años de mi mocedad, no había tanta guarrería, se ve que estábamos más educados en civismo; subíamos los jóvenes, yo con amigos o amigas, a contemplar sus maravillosas vistas, sus plazoletas, y no hacíamos botellón, ni había (si no me falla la memoria) tanta caca canica, no recuerdo que hubiera ninguna, ni cáscaras de pipas... y posiblemente no existían tantas papeleras. Ni por asomo se nos ocurría tirar porquerías al suelo. También es verdad que subíamos sin un duro en el bolsillo, disfrutábamos con las vistas, con las charlas entre amigos, o en soledad, con un buen libro entre las manos, para disfrutar de su olor inconfundible y su lectura. ¡Eran otros tiempos!
A ver si encuentro qué bus de los rojos me sube al Albaicín, con mi mochila, en la que llevaré un libro y una botella de agua o algo de fruta. Así entre la primavera, que ahora hace mucho frío y mis huesos se resienten...cosillas de la edad.
Que pases buen día , Andrés. Mercedes Pérez Villena.
Rafael Carmona Puertollano
30 de enero de 2019 at 13:06
En efecto…todo lo que afirmas, sin quitar ni una sola coma, es para desgracia del Barrio, para quienes tuvimos la suerte de nacer allí, en la calle Horno del Hoyo, allá por 1941, nos sentimos avergonzados, irritados, maltratados, ofendidos, pisoteados…indignados por tanta estupidez de los humanos y tan poca delicadeza en guardar, respetar, agradecer y disfrutar de aquello que es único y por único, universal hasta el punto que pocos Barrios en Andalucía han tenido la oportunidad de ver entre sus calles a un Presidente de los Estados Unidos y, cómo no, en mi infancia, ya lejana a miles y miles de turistas que desembarcaban de su autobús en la Placeta de Fátima para desde allí recorrer sus calles y ¡cómo no!... El Sacromonte.
Racapu