Historia Ilustrada de Granada. Capítulo octavo: Una Granada cristiana
UN NUEVO TIEMPO
[spacer style="3"]Aunque muchos habitantes granadinos emigraron al Magreb, la población de Granada aumentó notablemente a lo largo del siglo XVI. Los granadinos nativos quedaron relegados en el Albaicín y alrededores, mientras que los conquistadores ocuparon los barrios nobles como la Alhambra, e iniciaron la ampliación de la ciudad por la llanura ampliando calles y espacios urbanos. Se crearon escuelas y hospitales, los alminares se sustituyeron por campanarios, se levantaron nuevos edificios y remodelaron otros muchos al gusto de la nueva sociedad dominante. Se dotó a Granada de Capitanía General, Arzobispado y Chancillería, así como la concesión de Municipio. Se fundó una universidad, configurada en línea con las de Alcalá, París, Salamanca y Bolonia. Se posicionó como uno de los centros culturales más conspicuos de todo el reino de España. Granada escribía un nuevo capítulo en su historia.
LA POBLACIÓN MORISCA
[spacer style="3"]Las Capitulaciones para la entrega de Granada de 1492 respetaron en un principio religión y costumbres de los vencidos. Pero en 1499, el más alto titular de la Iglesia en España y nuevo inquisidor, cardenal Cisneros, ordenó bautizar a toda la población mudéjar. Éstos se rebelan, escapan a la Alpujarra y son sometidos por la fuerza.
Estos hechos producen un rechazo progresivo hacia la comunidad musulmana, ahora morisca. El emperador Carlos I les obliga a pagar más impuestos por mantenerles sus derechos, aunque, ni siquiera así, se cumplen siempre. Su heredero, Felipe II, aplicó medidas aún más severas, prohibiendo el uso del árabe, sus vestimentas tradicionales y algunas costumbres.
CAPITAL IMPERIAL
[spacer style="3"]El emperador Carlos I celebró las reales nupcias con Isabel de Portugal en 1526. Tras el enlace, la pareja estuvo viviendo unos meses en la Alhambra. Quedó tan cautivado por su belleza que encargó levantar un palacio dentro del recinto con la intención de establecer su residencia y en él. Ésta sería la primera residencia real permanente de España. De todas las ciudades que había visitado el emperador, y fueron muchas, Granada era la ciudad española que más le agradaba.