091, cuestión de fe

Crónica del primero de los dos conciertos que el grupo 091 dará en Granada

Javi Tejero
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La resurrección de 091 se hizo palpable, por fin, en Granada, en el primero de dos conciertos en la Plaza de Toros de la ciudad. Parecía que no llegaría esta fecha, algunos la esperábamos desde hacía veinte años. Había escépticos que no creían que se pudiera hacer realidad… pero tuvieron dos horas y media para meter los dedos en las heridas. Con una Plaza de Toros casi llena y un frío impropio de este mes, el quinteto hizo vibrar la noche con puro rock.

La lluvia que persistió durante todo el día invitaba a no creer en que el concierto se realizara… El impresionante escenario estaba techado, claro, pero ¿y el público? Había cierto ambiente de incertidumbre y frialdad mientras nos resguardábamos del aguacero. Pero en el fondo está el mito, flotando; está el presentimiento de otra noche para el recuerdo, y la lluvia no hace sino añadirle épica. Nueve en punto de la noche, aplausos en el backstage. Víctor Sánchez y los suyos salen con decisión al escenario a cumplir con su cometido. Poco a poco la gente los va arropando, y el rock luminoso acaba imponiéndose a las nubes…

Mientras cambian el escenario crece la expectación, con los Jayhawks sonando de fondo… Hasta que llegó su hora. La de los cero. Sabemos a lo que venimos y lo queremos, nos sabemos cada acorde de memoria y pedimos con avidez el siguiente. Con energía y elegancia van haciéndose con el escenario, finalizando el primer bloque con La torre de la Vela entre el fragor de un público ya totalmente entregado.

 

Entonces llega “el momento”… Esos acordes de acústica y ese sonido de armónica que rasga el cielo nocturno ya forman parte del imaginario granadino; ya es un ritual, un trance colectivo, es algo místico. Hablamos, claro, de La canción del espantapájaros. En seguida vuelve la electricidad y la contundencia, terminando ahora con Qué fue del siglo XX, adornado en su último acorde con un XXI gigante en las pantallas. A esas alturas ya estamos de barro hasta las cejas, pero importa más bien poco.

Vuelven de nuevo a escena en acústico, con otra sorpresa en el repertorio: una versión de Nadie encuentra lo que busca que pone los pelos de punta, con los hermanos Lapido haciendo llorar las guitarras. Esto ya no se puede parar, y un nuevo derroche de energía desemboca en El baile de la desesperación, que convierte la plaza de toros en una olla a presión. El último contraataque ya debe ser sin concesiones, con Cómo acaban los sueños y La vida qué mala es.

Cuestión de fe. También los había que dudaban de la forma en la que podían estar después de 20 años… No hay lugar para dudas. Unas canciones tan bien hechas envejecen igual de bien que los mejores vinos, con un aporte de madurez musical que las hace totalmente distintas aunque sean las mismas. También se agradecen las recuperaciones de algunos temas de su extenso repertorio. Y unos tipos que llevan la autenticidad por bandera, una autenticidad innegociable que hace que sus seguidores sean auténticos fieles. El descaro de José Antonio, la musicalidad de los Lapido, las insuperables letras del maestro, la contundencia de Jacinto, la seguridad de Tacho… Esto es rock, y esto es Granada.

Eso es para mí este fin de semana: un homenaje a nuestra ciudad. 091 son Granada, y me produce una profunda alegría que su ciudad les brinde el reconocimiento que se merecen y los traten como los grandes artistas que son. Los cero han resucitado, al menos esta noche… Brindemos y abracémonos.