Un Granada muy penibético
En la foto vemos al Granada CF posando en el jiennense campo de La Victoria el 20 de noviembre de 1955, con sus camisetas recién estrenadas, las primeras desde la fundación del club no abotonadas, poco antes de caer derrotado 2-1 por el intratable Real Jaén de la 55-56 que, liderado por Millán, cuando se llevan disputadas diez jornadas del calendario del grupo sur de segunda, marcha líder destacado a seis puntos del segundo y ha ganado nueve de los diez partidos jugados. Es uno de los mejores equipos del Jaén de toda su historia, que ascenderá a primera tres jornadas antes de concluir la liga.
El estadio de la capital vecina se llenó a rebosar y en las gradas hubo tres mil hinchas rojiblancos desplazados en autobuses, camiones, coches y vespas, muchas vespas. El pronóstico era claramente favorable al cuadro local e incluso se hablaba de probable escardón porque mientras el Jaén caminaba decidido hacia primera y era con diferencia el equipo más goleador de la categoría, el Granada hacía pocas jornadas había sido colista y en esos momentos estaba situado en la tabla con sólo un punto de ventaja sobre los puestos de descenso. Sin embargo no le resultó nada fácil a los de blanco anotarse los dos puntos y a los rojiblancos poco les faltó para hacer valer su defensiva y traerse un empate del Santo Reino.
En la alineación hay siete granadinos salidos del filial Recreativo: Requena, Rafa, Vicente, Baena, Cea, Lopera y Almagro (más González; éste nació en Madrid y no salió del filial pero era tan granadino como cualquiera), y de la tierra es también el míster que ocupa el banquillo, Manolo Ibáñez; y aún podrían figurar más paisanos en la alineación pues en la plantilla están también: Guerrero, Olalla, Ríos, Rivera y Sueza (más Candi, otro granadino de adopción). Sin embargo falta en el equipo el granadino que sin duda habría apuntalado este Granada y hubiera hecho que las cosas marcharan de mejor manera, el gran Pepe Millán, quien, en una mala decisión de la directiva del recién estrenado en la presidencia José Bailón, recibió la carta de libertad al terminar la temporada anterior y a sus 34 años demostró que tenía todavía mucho fútbol en sus botas fichando por el Jaén, donde siempre fue titular y pieza insustituible en la gran temporada jiennense con parada final en máxima categoría. Sin Millán el Granada no pudo repetir la hazaña de la temporada anterior, la 54-55, cuando fue el equipo menos goleado de las dos primeras categorías del fútbol español y con sólo 25 goles encajados por su portero, Candi, consiguió la Copa Duward de segunda, un trofeo hoy desaparecido que patrocinaba esa marca de relojes y que premiaba al equipo menos goleado.
Todas las plantillas del Granada de los años cincuenta tienen como característica principal que estuvieron integradas en gran parte por futbolistas salidos de nuestra cantera, pero es en esta temporada 1955-56 cuando más granadinos compusieron su equipo titular y raro fue el partido en el que no se alinearon al menos cinco nacidos a la vera de la Alhambra. Y no se puede decir que con equipos formados en su mayoría por jugadores de la tierra le fuera mal al Granada a lo largo de la década. Sin ir más lejos, la temporada anterior a la que nos ocupa, la 54-55, además de ganar la copa Duward, también alcanzó un tercer puesto final en el grupo II de segunda y con él se ganó el derecho a disputar liguilla de ascenso a primera, aunque sin premio. También es de destacar la inmediata anterior, la 53-54, en la que terminó cuarto y se quedó a sólo dos puntos de la promoción. Y ya la guinda fue el ascenso a primera, el segundo de su historia, que conseguirá la temporada siguiente a la que nos ocupa, la 56-57, en la que además fue campeón del grupo II de segunda.
La 55-56 no se pareció demasiado a alguna de ésas aunque tampoco estuvo mal. Fue más que nada una temporada de transición entre una promoción de ascenso fracasada en la 54-55 y el salto a primera como campeón de la 56-57, y se caracterizó por la irregularidad del equipo, con un comienzo malo que llevó al farolillo rojo en la jornada cinco, seguido de una reacción que situó al Granada cerca de los puestos de cabeza, y continuado por una nueva mala racha que costó el puesto al entrenador Manolo Ibáñez a poco de empezar la segunda vuelta. Su sustituto, Álvaro Pérez, dio estabilidad al conjunto y lo mantuvo ya hasta el final en los puestos medios para acabar la liga octavo clasificado, sin positivos ni negativos. Lo más destacable fue la conquista por Rafa del Pichichi de segunda y también de la internacionalidad “B”, Rafael Delgado González, granadino del barrio de San Lázaro, quien es además el máximo goleador del Granada de toda su historia y el único que marcó más de cien goles. Las 27 dianas de Rafa en esta 55-56 le valieron el traspaso al At. Madrid, que pagó por el canterano la muy importante cantidad para la época de 650.000 pesetas y un amistoso. Con ese dinero pudo el Granada reforzarse bien y ascender a primera la temporada siguiente.
Faltaban todavía más de cincuenta años para que el nombre de la ciudad italiana de Udine significara algo para los granadinistas y para que éstos supieran ubicarla en un mapa, pero en agosto de 1955 de alguna manera ese nombre de ciudad del norte de Italia pudo ser tema de conversación futbolera en aquel largo verano sin veraneo (salvo para unos pocos) y sin partidos con que alimentar el gusanillo hinchístico: Udine, comentaba la prensa, asistía aterrada a unos graves disturbios provocados por tifosi del Udinese Calcio en protesta porque el club de sus amores, en lo mejor de su historia puesto que había quedado segundo, disputando el campeonato al mismísimo Milán, acababa de ser descendido por la presunta compra de un partido con el que evitó caer a segunda tres temporadas atrás. Nos ha llamado la atención el contraste entre lo que para el aficionado granadino actual representa la palabra Udinese y la política de cantera del Granada de aquellos años. Como bien saben los hinchas rojiblancos, hasta el desembarco en Granada del apellido Pozzo, los futbolistas que vistieron la camiseta de nuestro equipo en las distintas épocas históricas del club y que no habían nacido en la Piel de Toro apenas superaban el medio centenar, sin embargo entre 2009 y 2016 ese número de guiris en rojiblanco fue ampliamente superado.
En la crónica ciudadana hay que hablar de obras públicas e infraestructuras, esas cosas tan necesarias para la vida y la economía y que en nuestra tierra, de siempre, no de ahora, cuestan el cuádruple en tiempo y en dinero que en otras latitudes. O al menos eso nos parece a los legos. Así en octubre de 1955, con la bendición del arzobispo García y García de Castro quedaba inaugurada la carretera de Almuñécar al Suspiro del Moro, o sea, la carretera de la Cabra, empezada a construir más de veinte años atrás, en tiempos de la República.
Un mes después, en noviembre, los diarios locales informaban de que en el BOE de unos días antes venía -¡albricias!- la aprobación de las cantidades necesarias para el inicio de los trabajos de replanteo para la construcción del pantano de Quéntar, con el que poner solución al problema del abastecimiento de aguas potables en la capital y al del riego de la Vega. De la presa y su necesidad para acabar con las restricciones de agua de cada verano venían los periódicos hablando desde hacía más de una década, y se pensaba que junto a la también proyectada presa de Canales darían servicio más que suficiente a una población futura de 300.000 habitantes. Magnífica noticia, cabría decir… si no fuera porque tendrán que pasar otros veintitantos años para que el pantano de Quéntar inundara lo que en su día fue pródigo refugio de maquis y entrara ¡por fin! en funcionamiento, y más de tres décadas para que le tocara al de Canales.
También se hablaba bastante por aquellos años de la inminente construcción de una circunvalación que enlazaría todas las vías de penetración a la ciudad, rodeándola por completo, un camino de ronda de casi 22 kilómetros que partiendo del ídem (pero con mayúsculas; por entonces acababa en el cruce de la carretera de Armilla) remontaría por los montes que cierran Granada por el sureste y pasaría a poca distancia de la Alhambra para salvar el valle del Darro con un viaducto y adentrarse en el Sacromonte y el Albaicín y volver a la ciudad por la Golilla de Cartuja y el monasterio, yendo a confluir en una gran rotonda que sería la entrada principal a la ciudad, más o menos en el actual barrio de la Chana, por entonces, igual que el Zaidín, vega sembrada cada vez menos de remolacha y cada vez más de tabaco. Como se ve en el esquema adjunto, de haberse llevado a cabo esta circunvalación, se habrían causado verdaderos destrozos en zonas hoy muy protegidas, por más que a las alturas de 1955 se hablara de que con su trazado se abrían al turismo perspectivas del todo insólitas y de incomparable belleza. El ministro de Obras Públicas, Fernando Suárez, conde de Vallellano, estuvo en Granada a los pocos días de publicarse la noticia y es de suponer que el proyecto le sería expuesto, pero los años pasaron y de esta primitiva circunvalación no volvió a hablarse.
También en estos años estuvo a punto de desaparecer, por deficitario, el tranvía de la Sierra, proyectada su supresión en firme para finales de mayo de 1955. De milagro se salvó en los cincuenta el recordado tranvía gracias a las gestiones del alcalde Sola, quien peregrinó de despacho en despacho hasta conseguir el aplazamiento de una decisión ya tomada. En Madrid le propusieron que su ayuntamiento se hiciera cargo del tranvía, pero eso era algo que quedaba muy lejos de las posibilidades del consistorio granadino, permanentemente a la cuarta pregunta. El argumento que el edil hizo valer fue la necesidad de que por fin fuera una realidad el funicular que desde el Barranco de San Juan ascendiera hasta los albergues de los Peñones de San Francisco. Con ambos medios de transporte, tranvía y funicular, combinados, se pensaba que por fin podría dejar de ser deficitario el ferrocarril eléctrico dado que los practicantes de deportes de montaña y los turistas no paraban de crecer en nuestra tierra, y en Sierra Nevada estaba a punto de entrar en funcionamiento el primer remonte mecánico, un telesquí en la Hoya de la Mora que salvaba un desnivel de 110 metros. Este tema del funicular fantasma ya sí que clama al cielo. Servidor lo considera el más claro ejemplo de que lo que pasa en Granada con las obras públicas no pasa en ninguna otra parte de España, sobre todo en las cercanas. Concebido diez años antes por aquel gobernador civil muy jonsista y muy deportista que se llamaba Fontana y tenía mucha mano en Madrid, llegó el funicular a estar aprobado y publicado en el BOE, y hasta dispuso de asignación presupuestaria, pero ¡oh misterio!, no hubo manera de convertirlo en realidad.
Eran tiempos en que no existía conciencia ecológica de ningún tipo, está claro, como lo prueba la recompensa de diez duros por el cadáver de cada zorro, lince o águila real que se presentase ante la Junta Provincial de Fomento de la Caza, una cantidad que se reducía a la mitad por cada gato montés o por cada búho; las víboras cotizaban sólo a 20 pesetas, y las aguilillas, gavilanes, aguiluchos, urracas, cuervos y otros bichejos menores se pagaban a duro la pieza. Consideraciones ecologistas aparte, qué rendimientos podrían en los tiempos actuales dar a Granada el tranvía y, de haberse convertido en realidad, aquel funicular que llegó a tener todas las bendiciones oficiales pero ni por ésas, y que se perdió en algún archivador del MOP o en algún memorándum traspapelado.