8 de marzo en la frontera de la guerra: un lugar no apto para el simbolismo
La ayuda humanitaria en fronteras como la de Dorohusk, entre Polonia y Ucrania, mitiga el sufrimiento de los refugiados
El 8 de marzo ha sido otro día más en la frontera, quizás con más tránsito ya que las informaciones que llegan desde el campo de batalla es que se han respetado algo más los llamados corredores humanos. Puede que porque de Día Internacional de la Mujer también sea el Día de los Defensores de la Patria, festivo ruso, y se ha haya apaciguado el ataque. No obstante, en general cuando se pisa frontera, raya imaginaria y aduana, poco o nada hay que celebrar. Según los datos, de la ONU, los datos se elevan ya a dos millones de refugiados.
El viaje desde la ciudad polaca de Lublin hasta la frontera de Dorohusk con Ucrania es relativamente tranquilo, pero una vez en el 'check-point' se pega al pecho el pesar de lo que supone una frontera de guerra. Un lugar inhóspito por mucho que los ocho o nueve tenderetes de ayuda humanitaria intenten poner el gesto amable, pero la cruda realidad es la del sufrimiento, como se puede ver en el vídeo que acompaña a esta noticia.
La vista durante toda una mañana en la frontera congela el alma y solamente los niños, aún ajenos al conflicto, ponen el contrapunto de vida en un lugar en el que se reúnen refugiados de las bombas, con policías, militares, voluntarios y los camiones y autobuses que van llegando. Igualmente, las voces de los que llevan allí dos semanas advierten de que la noche, con su frío aún más helador, y su intrínseca oscuridad de negocios turbios hacen el tránsito hacia Polonia todavía más duro y cruel.
Comida caliente, tarjetas de teléfono nuevas, ropa, zonas de cambio de dinero, puntos de información... Con la logística se procura organizar por unas horas, por un día si cabe la vida de los que llegan con las maletas. Es cierto que algún reencuentro hace que se alegre el rictus de la cara de los presentes aunque sea unos segundos.
Nada más, la guerra es un tópico que sangra y no admite 8M que valga. Al menos, no este año para las ucranianas ni para las polacas. No hay lugar para mucho simbolismo ante el drama de los que huyen tras dos semanas de pánico y a unas muy buenas duermen en su coche con la calefacción o en un pabellón atestado de gente.