A muchos kilómetros de Granada
A veinticuatro horas de la jornada de mañana sábado sabemos… poco de quién será el alcalde de Granada para los próximos cuatro años. La mera enunciación de esa incógnita a un día de la constitución de la nueva corporación augura un mandato inestable, sea quien sea la persona que ostente la vara de mando. Las circunstancias obligan a cargar este comentario de verbos en subjuntivo o acudir al recurso periodístico de los condicionales que reflejan hipótesis más que certezas sobre hechos pasados o futuros. Especulación, que decíamos en capítulos anteriores, en torno a una negociación que afecta de lleno a Granada y se desarrolla a muchos kilómetros de Granada.
A día de hoy, este viernes, por tanto, es otra más de esas jornadas en que esta recóndita columna debería autodestruirse en un plazo indeterminado pero muy corto de tiempo porque a estas horas los aparatos de los partidos trabajan a revientacalderas en pos de un entramado de pactos que afectan al unísono a varios ayuntamientos y alguna diputación. La quiniela está servida.
Por lo que respecta a Granada, no descarto la sorpresa en la jornada de mañana. Podríamos llegar a los minutos previos a la sesión plenaria sin tener claro si se ha cerrado el acuerdo final. Llegan noticias de Sevilla y Madrid que hablan de una negociación a tres bandas en la que Ciudadanos, que trazó línea roja a su derecha y su izquierda, ha decidido traspasar una de ellas y no hace ascos a un apoyo de Vox que por paradójico que resulte podría dar la la alcaldía de Granada a la formación naranja.
Ese acuerdo -de producirse- implicaría la renuncia de Sebastián Pérez, el hombre que en la anochecida del 26 de mayo electoral mostraba la expresión más optimista de todos los que aquella jornada competían por un escaño en el Ayuntamiento. Una fuente muy cualificada del PP me decía hace unos días, en encuentro casual por las calles de Granada, que todo estaba hecho dentro de un acuerdo general que abarcaría a varias capitales y daría la vara de mando a los populares. Todo se conocería “el miércoles o jueves, a más tardar”. El jueves, ayer, cuando se consumía el optimista cálculo de nuestro interlocutor, de Sevilla llegaron noticias que tienden una sombra naranja sobre la planta noble de la Plaza del Carmen que hasta ayer imaginaron poblada de gaviotas.
A este desenlace -si se materializa- contribuye al parecer una postura de firmeza por parte de Vox. Hay ‘rencores africanos’ y personalistas anteriores al pleno de toma de posesión que años después desembocan -quién lo hubiera dicho- este sábado. El órdago de Vox, enunciado este miércoles pasado, fue 'cazado' sobre la marcha en la dirigencia provincial de Ciudadanos. "Aquí estoy yo", debió pensar algún candidato, presionando a la dirección regional del PP para que aconseje un paso atrás por parte de Sebastián Pérez. Que es un hombre de partido y -de confirmarse el augurio- tengo para mí que no pondría pegas al sacrificio personal, por más que suponga una renuncia a su ilusión política por la alcaldía de Granada, una ilusión que sus rivales juzgan negativa y yo me permito juzgarla en positivo: ojalá todos los políticos pusieran su aspiración en la alcaldía de su ciudad o pueblo.
El caso es que en este juego de carambolas, la traca final podía venir de la falta de acuerdo entre las tres derechas, que dispersen su voto y, como consecuencia, permitan al socialista Francisco Cuenca mantener el sillón, como lista más votada y vencedor de las elecciones. En ese caso, Cuenca y el PSOE habrán salvado el primer 'round'. Pero no es cuestión de lanzar vítores, porque auguro que desde el minuto uno la amenaza de censura gravitará sobre su alcaldía y gobierno, moción que se materializaría antes de dos años.
En el otro caso, tanto si es Pérez como si es Salvador el alcalde, tampoco apuesto por la estabilidad de un gobierno local entre dos partidos que se miran y se mirarán de reojo. La lógica de sus respectivas estrategias empuja a la tensión toda vez que Ciudadanos -o Albert Rivera, por ser más precisos- no escarmienta en su fallido abordaje al terreno político del PP. En la práctica, o mucho me equivoco o funcionarán como dos ayuntamientos, cada uno con su parcela de poder. Las tensiones tendrán más posibilidades de estallar si durante estos cuatro años que van hasta mayo de 2023 el convulso panorama político nacional desemboca en adelanto electoral, una posibilidad abierta no solo en el escenario actual de una dificultosa investidura de Pedro Sánchez sino en el corto y medio plazo de un Gobierno central en minoría.
En cualquier caso, y por lanzar una mirada optimista a esta nueva corporación que estrenamos mañana, yo me quedo con la bienvenida a Antonio Cambril y su aportación de preparación, honradez intelectual y cívica, y la recuperación para la primera fila de la política local de César Díaz, un concejal que el Ayuntamiento o el PP nunca debieron perder en el caserón de la Plaza del Carmen. Y, en todos los casos, mis deseos de éxito al alcalde que salga investido. De su buena gestión los granadinos saldremos beneficiados.