Un ágape y un debut paranormal
De todos los de la foto, servidor sólo sabe identificar a dos personajes. Uno es el plumilla deportivo de El Defensor de Granada Eufrasio Martínez, Martinenc de nombre de batalla, cuya menuda figura se ve con bigotillo hacia el centro del grupo humano, cerca de la valla, brindando a la cámara con un botellín en su mano izquierda y vistiendo traje cruzado de tonos grises, al lado de un señor que tiene una pierna sobre la madera de la cerca. El otro es el por entonces secretario técnico del Recreativo Granada y que años después sería el presidente del primer ascenso a primera, Ricardo Martín Campos, que aparece orondo en mangas de camisa y chaleco a la izquierda de la imagen saludando (mano derecha levantada por encima de su cabeza) al fotógrafo que ha captado el momento desde los primeros escalones de la grada de general del viejo Los Cármenes. Ahora mismo, en la actualidad, cuando tantos años han pasado y del recinto sólo queda el recuerdo, nos referimos al desaparecido estadio con el adjetivo “viejo”, pero en el momento que ha quedado inmortalizado en esta foto era completamente nuevo, novísimo se podría decir para ser más exactos, porque todavía no se habían terminado las obras ni le habían instalado las porterías y sobre su terreno ni siquiera había corrido aún un balón perseguido por tipos en calzón corto.
Sí sabemos ponerle fecha a la escena. Es el domingo 2 de diciembre de 1934, al mediodía. Se puede decir que servir de local de celebración del ágape con el que se homenajean los de la foto es el primer servicio que prestó al club el campo de Los Cármenes, todavía en construcción y sin nombre. El grupo lo forman los que en crónica jocosa aparecida en El Defensor con la firma “Yo” (seudónimo tras el que adivinamos la pluma de Ricardo Martín Campos) se cataloga como “veteranos… del 70”, una amalgama de directivos del Recreativo, periodistas, miembros de la peña del Realejo y algunos más, y antes de empezar a mover el bigote y trasegar caldos han estado divirtiéndose en una pachanga en el vecino campo de las Tablas con dos equipos improvisados, los rojos y los azules, en el que se han impuesto los segundos por 9-7. Con ese partido informal pretendían recaudar algún dinero para dar impulso a las eternas obras del nuevo estadio, que van ya retrasadas en tres meses. Martinenc ha actuado de portero de los azules y Martín Campos de referí, y éste ha dejado en pañales a Balaguer, dice la reseña de El Defensor, o sea, a Tomás Balaguer, árbitro sevillano de primera que solicitó expresamente el equipo forastero (porque no se fiaba) para que pitara el último partido oficial del Recreativo y al que la prensa granadina acusó de parcialidad a favor de los contrarios, un partido jugado dos semanas atrás y con mucha historia porque la épica victoria de los nuestros en las Tablas 2-1 ante el eterno rival, el Malacitano, supuso el ascenso a Segunda División.
Después del partidillo los que están en el corro sólo tuvieron que cruzar la calle Concepción Arenal y sentarse a la bien provista mesa para dar cuenta de las viandas y los bebestibles mientras un propio, con sus idas y venidas al teléfono más cercano, los mantenía informados del resultado del Recreativo, que antes de levantar los manteles debutaba como equipo de segunda esa misma tarde en el campo del Sequiol de Castellón, ante el Sport La Plana. Tabales; Carrera, Luisón; Torquemada, Bombillar, Vela; Victorio, Gomar, Calderón, Mitge y Luque (el Once Fantasma casi al completo), son once robustos y fornidos muchachos -dice la prensa castellonense- que, sin hacer gala de un fútbol de gran clase, practican un juego bastante aceptable y sobre todo con gran corrección, y los mejores elogios se los lleva el meta Tabales (Tabolé, escriben los plumillas de La Plana), «ágil como el gamo, listo como el lince», y responsable principal de que la victoria local no fuera más amplia, se lee en El Heraldo de Castellón. El estreno del Recreativo como equipo de la categoría de plata no pudo ir acompañado de un resultado positivo y los de blanco (sus colores en ese partido) salieron derrotados 1-0.
Esa derrota a las primeras de cambio le hace escribir al ardoroso Martinenc unos días después que con estos futbolistas, si no se traen urgentemente refuerzos, vamos al más ruidoso de los fracasos, y sugiere la conveniencia de retirar al equipo de la competición para evitar comprometer más el prestigio deportivo del club. Esto, el debut y la despedida en una misma sesión, sí que habría supuesto una espantada del Once Fantasma, más fantasma que nunca. Desde luego, no era Martinenc precisamente un dechado de jovialidad. No le hicieron caso, menos mal, y con sólo un refuerzo en la defensa y contra las pesimistas previsiones del reportero del Defensor, el Granada, o sea, el Recreativo, con muchísimos apuros, eso sí, finalmente consiguió conservar la categoría de segunda en su temporada de debut.
En la crónica ciudadana de aquellos días un suceso curioso donde los haya, un expediente X, acaparaba titulares de toda la prensa nacional e incluso del extranjero: el “duende de la hornilla”, de Zaragoza. En El Defensor de 4 de diciembre se lee que el ente (o lo que sea) ayer mismo ha vuelto a hablar ante casi una treintena de testigos, entre los que se encontraba un juez, varios agentes de policía y no menos de una docena de curiosos. Faltaban muchos años para que naciera Íker Jiménez y más todavía para que existiera algo parecido a Cuarto Milenio; lástima, porque este asunto sin duda le habría dado la felicidad. Resulta que desde hacía dos o tres meses, inexplicablemente, una voz misteriosa de varón y con acento aragonés que parecía salir del fogón de una cocina doméstica, mantenía conversaciones con la fámula de una familia zaragozana, Pascuala de nombre. Lo que empezó casi como una broma, con el paso de las semanas fue adquiriendo envergadura y la cosa, además del pánico de las familias de la casa que sufría al espectro, provocó la intervención de las autoridades porque cada día una multitud se congregaba en la puerta y la cuestión era ya de orden público. Se levantaron suelos y techos de la vivienda buscando mecanismos ocultos que produjeran los sonidos, se hizo venir a científicos especialistas en diversas materias, pero nada se sacó en claro. Y tan misteriosamente como había aparecido, por estas fechas desapareció el duende parlanchín y nunca más se supo de él ni nadie acertó a explicar qué o quién era lo que lo que había provocado este poltergeist baturro. «Voy a matar a todos los habitantes de esta casa maldita. ¡Cobardes! ¡Cobardes!», dicen que fueron sus últimas chiquitodelacalzadísticas palabras antes de desvanecerse para siempre.
Y es que en los años de la República, como si de una pandemia paranormal carpetovetónica se tratara, abundaron las noticias llegadas de todos los rincones de la piel de toro que hablaban de fantasmas a porrillo. Aparte del muy nombrado zaragozano también sabemos de otros que no alcanzaron tanta fama, en Barcelona, en el pueblo toledano de Sonseca o en Cádiz. Hasta en la misma Graná tuvimos nuestro trasgo penibético, aunque esto ocurrió varios meses después, en el verano de 1935, “el duende del Darro”. «Un demonio que lleva un traje blanco y chilla como un niño», dicen que gritaba el cura de Santa Ana que fue quien desde su ventana sobre el cauce del Darro dijo haber visto en una noche de insomnio una especie de monstruo pequeño que llevaba un camisón y se bañaba en el río. En la playa de los gatos, un gato se enganchó en una camisa, dijeron otros como toda explicación. El caso es que la Guardia de Asalto dio varias batidas por el río y bajo la bóveda sin sacar nada en claro, y durante una semana la cosa convocó a multitudes sobre el pretil a la entrada de la Carrera y fue la comidilla en toda la ciudad. Pero, como el duende de Zaragoza, al poco tiempo todo quedó olvidado y nada se aclaró. Para servidor que fue precisamente esta especie de viruela espectral celtibérica de los años republicanos, que hacía ver a las gentes apariciones por doquier, la que inspiró a Escartín cuando escribió aquello de Once Fantasma para referirse a nuestro equipo, por entonces un completo desconocido con apenas tres años de existencia, que había irrumpido de sopetón en la escena futbolera.
Otra noticia de sucesos dominaba la escena penibética, el intento de robo a la joyería La Purísima, de calle Reyes Católicos esquina Príncipe, por el método del butrón, que pretendía llevar a cabo una banda de facinerosos venidos de otras provincias. Desde el cauce embovedado del Darro llegaron los delincuentes a excavar a golpe de pico el principio de un túnel que habría de darles acceso a los sótanos de la joyería, pero el golpe fue abortado por la policía antes de que pudieran si quiera terminar de romper el cemento que los separaba del botín.
Comentarios
2 comentarios en “Un ágape y un debut paranormal”
José Luis Entrala
2 de abril de 2020 at 19:00
Estupenda forma de contar una historia a partir de una foto llena de desconocidos. Genial.
JL Ramos
6 de abril de 2020 at 14:27
Gracias desde mi clausura. Un abrazo.