Aintzane Cruceta hace del grafiti un arte y un negocio
La artista motrileña no ha tenido unos inicios fáciles por ser mujer, pero la situación está cambiando y cada vez son más las chicas que se incorporan a un mundo tradicionalmente masculino
Decir que los grafitis sólo sirven para ensuciar las paredes es en general reduccionista y, en ocasiones puntuales, tremendamente falso. Hay personas que con el spray han conseguido hacer auténticas obras de arte y Granada es un ejemplo claro de eso.
Ahí está, por ejemplo, el Niño de las Pinturas. Empezó convirtiendo en preciosos murales algunas paredes del Realejo que estaban vacías y descascarilladas, demostró una originalidad y un arte extraordinarios con figuras como la mítica jirafa eléctrica de la calle Molinos, decoró persianas metálicas e interiores de varios comercios de su barrio y ahora es un reputado y cotizado artista.
Como él, otros grafiteros han conseguido convertir su pasión en oficio y abundan los empresarios que, viendo que de todas formas la puerta de su negocio va a ser embadurnada con alguna pintada de mal gusto, les encargan que hagan algo artístico y, a la vez, publicitario. Los pintores urbanos salen satisfechos y los comerciantes también.
En este mundo del grafiti como trabajo se mueve la motrileña Aintzane Cruceta. Queriendo dedicarse al mundo del arte, aunque sin saber muy bien como hacerlo, Aintzane Cruceta se trasladó a Málaga y es allí donde ahora ejerce su profesión.
Aintzane Cruceta no ve el grafiti solo como un arte, también “es un trabajo de investigación respecto a las letras o los volúmenes, por ejemplo”, aunque reconoce que sobre todo es un arte.
La artista si hace una diferencia clara “poner un nombre o hacer un mural es hacer arte, poner ‘Manolito x Jenni’ no”. Para Aintzane Cruceta, incluso poner el nombre es una expresión del artista y como tal si entra dentro del arte.
La motrileña ve el grafiti como una forma de expresión, de protesta, en el que toda la gente pueda verlo y sentirse identificado o comprender una realidad, en definitiva, que sirva para hacer pensar a la gente. Aunque también le otorga otra visión, la de hacer del entorno un lugar más bonito y divertido “aunque hay calles que no necesitan mejorar, su arquitectura ya lo hace bonito”.
Aintzane Cruceta se ha hecho hueco en un mundo vinculado generalmente a los chicos y desde sus inicios, el ser mujer, le ha marcado mucho. Empezar en este mundo resultó complicado para esta artista, ya que ser una sola chica entre tanto hombre, en ocasiones, no se veía con buenos ojos. Es por ello que no fue hasta los 24 años cuando comenzó a hacer murales en la calle, “tuve un inicio tardío, algunos compañeros ‘me odiaban’ por ser mujer y por haber empezado tan tarde y haberlo hecho, pintando con brocha” comenta Cruceta.
Como mujer, Aintzane, se siente orgullosa de que cada vez sean más las chicas que se lanzan a la calle para pintar y ser artistas, y el apoyo que se están dando las unas a las otras para que cada vez sean más visible en un entorno “tan machista”, también habla de la protección que se brindan entre ellas, porque “no es lo mismo cuando un chico sale de noche a pintar, que cuando lo hace una mujer, nosotras tenemos que estar siempre pendientes, no solo del posible segurata que venga, sino también de que venga alguien a hacernos algo”.
Ser mujer no le ha impedido nada, y pintar es lo que más le llena, “cuando estoy pintando, me meto dentro de lo que estoy pintando, no es como pintar en un papel, cuando pinto interactúo con quien pasa por mi lado, escucho comentarios o hablo con ellos y si pinto con gente, paso el día con ellos, es todo muy diferente a pintar en papel”.
Confiesa, además, que el grafiti “engancha” y que a parte de ver lo grande que puedes llegar a pintar, lo que más le gusta es esa diferencia entre la pared y el papel.
Aintzane pretende dejar su huella en el mayor número de lugares posibles y que su grafiti sirva para hacer reaccionar a la gente en algunos temas sociales.