Alcalde en Nueva York
Nuestro alcalde ha querido emular a Lorca. No ha podido. Pero hay que reconocerle su altura de miras y, cómo no, su empeño. Tamaña empresa, tal cual recuerda el dicho, podría resumirse en un bochornoso: te ha salido el tiro por la culata. No ha habido nadie, de todas las personas que hayan ido a Nueva York con la misión organizada por la Cámara de Comercio, que me haya hablado bien del alcalde. No de su persona. Eso son comentarios que también me han hecho, pero que por decoro y decencia no haré públicos. No me han hablado bien de las funciones que, como alcalde, ha desarrollado el Sr. Salvador. Podríamos decir que, en general y particular, ha actuado con ligereza y por intuición. Y claro, en una misión, en la que tu papel, como alcalde, es la diplomacia y los proyectos concretos que quieres impulsar para establecer alianzas y compromisos, ni la ligereza ni la intuición son buenas consejeras.
Para empezar, parece que el alcalde, el Sr. Salvador, vetó a miembros de su equipo de gobierno para acompañarlo en el viaje. Nada tenían que aportar ni los concejales de su partido, ni los del PP. Y ya que se puso a vetar, debió pensar, conmigo mismo me basto y me sobro. Y se hizo una maleta con ropa y salió a volar para descubrir las Américas y resulta que eso ya lo había hecho Colón hace unos cuantos siglos. Ni siquiera llevó consigo una carpeta llena de ideas, qué voy contarles de proyectos concretos. De modo que todo quedó en un cúmulo de ocurrencias.
El presidente de Diputación sí que llevaba una buena cartera de proyectos. Proyectos por escrito, con sus resúmenes, sus imágenes audiovisuales de apoyo e, importante, acompañado por técnicos que hablaban en inglés y que habían participado activamente en la elaboración de proyectos de desarrollo. Así que el Presidente de Diputación, pudo ejercer su papel sin ligereza alguna, y sí con el rigor que una misión diplomática debe tener.
El alcalde, en cambio, hizo el mayor de los ridículos en no pocas ocasiones, incluyendo el protocolo. Y eso que ha sido senador del Reino de España. Creyó que siendo abierto, tal y como somos los andaluces, la cosa marcharía y no dudó en repartir besos. ¿Quién no sabe que en el mundo anglosajón la gente mata por dar besos y no siente su espacio personal invadido?
En fin, tal vez incluso lo más patético es volver a la ciudad que gobiernas, convocar a la prensa y trasladar a la opinión pública que va a haber un antes y un después en Granada, no tras ese viaje, sino tras el papel que has jugado. Sencillamente, estimo que es una tomadura de pelo. Sin embargo, las mentiras tienen las piernas muy cortas. En esta ciudad los rumores corren como la espuma. Todo se sabe. Decía un profesor mío de Antropología que los granadinos éramos personas abiertas con el visitante; salvo que a ese visitante tuviera la bendita ocurrencia de quedarse a vivir aquí.
Entonces se iba a enterar de lo que es la malafollá granadina. Ahora, como vecino se iba a enterar cómo nos la gastamos aquí. Y sí, el alcalde, después de Nueva York, es menos alcalde que antes de irse. Ese es el antes y el después del viaje de Luis Salvador que legará a nuestra ciudad: en estos momentos es una persona menos respetada por las élites. Qué les voy a contar del pueblo