Alcaraz, en el disparadero

Lucas Alcaraz
Manuel Herrera @manuelherrerapr// Foto: Álex Cámara @xandercamara
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Eran poco más de las dos de la tarde cuando Lucas Alcaraz salía de Los Cármenes con gesto serio, pero sereno; sin perder un ápice de la sobriedad que le caracteriza. Enfundado en su habitual traje negro, el entrenador del Granada CF tuvo que soportar los últimos improperios de una parte de su afición, descontenta con el juego y con los resultados del equipo, mientras se dirigía a su coche para abandonar el estadio después de una jornada aciaga para él.

Apenas unos minutos antes, durante el segundo tiempo del partido que midió a su equipo y al Getafe, y que terminó con triunfo de los madrileños por 0-2, Alcaraz tuvo que aguantar que un nutrido grupo de aficionados coreara consignas contra su continuidad en el puesto. La grada cargó contra el entrenador al grito de "¡Lucas vete ya!": Franco, directo, sin paliativos y por el nombre de pila del receptor de la bronca, que aguantó estoicamente mientras sus jugadores trataban de darle la vuelta a una situación ya por entonces irreversible.

El entrenador del Granada criticó en rueda de prensa los errores puntuales de algunos de sus hombres y derivó una parte de la culpa al factor suerte. Sea como fuere, los primeros minutos del encuentro no auguraban un desenlace tan duro para Alcaraz, que vivió un primer tercio de partido sin más sobresaltos que los de las ocasiones marradas por sus futbolistas. Fue entonces, a raíz de la expulsión de Diakhaté cuando empezó la pesadilla y cuando la grada de Los Cármenes comenzó a focalizar su frustración en su entrenador. 

La primera decisión que encendió los ánimos del respetable fue la opción que escogió el técnico para solucionar la ausencia del central senegalés. Alcaraz buscó dar solidez al equipo en la línea defensiva e introdujo en el campo a Mainz. El sacrificado fue el habilidoso mediapunta argentino Diego Buonanotte. El cambio no agradó a un amplio sector de la grada, que no comprendió la salida del atacante sudamericano y achacó la sustitución a la falta de agallas del responsable del banquillo.

No obstante, la tormenta se desató en el segundo tiempo. Dos acciones de Pedro León en apenas cinco minutos desarmaron de forma inusitadamente sencilla el muro defensivo planteado por Alcaraz. El Getafe descosió con facilidad a un Granada que se vio superado y que adoleció de la solidez y de la madurez necesarias para aguantar el tipo con diez hombres.

El resto de la mañana, con media hora aún por delante, se antojaba compleja para el entrenador granadino, que veía cómo Brahimi, Pereira y El Arabi acumulaban imprecisiones en las escasas llegadas de su equipo y favorecían que el público rugiese contra él: "¡Lucas vete ya!". 

Aunque quedaba tiempo para arreglar el desaguisado, las sensaciones invitaban a pensar que lo mejor que les podía suceder al Granada y a su técnico era que el tiempo avanzase con celeridad y sin esperar a que el Getafe aumentase la renta ante un cuadro nazarí impotente, deslabazado, nervioso y sin confianza.

Por suerte, larguero mediante, no llegaron más goles, pero sí que hubo tiempo para una traca final de improperios en contra de Alcaraz. La salida al campo de Fran Rico por Brahimi enardeció al público, que reclamaba la presencia de un delantero para intentar la heroica. El técnico justificó posteriormente su decisión por la necesidad de conservar la pelota, pero su afición, o al menos una parte representativa de la misma, no compartió su criterio y así se lo hizo saber.

De este modo, el partido terminó como el rosario de la aurora: Con la afición cabreada y dividida; el equipo, con malas sensaciones, nervioso y sin excesivo apoyo por parte de su gente; y con Alcaraz cuestionado en el referéndum popular del graderío: situado por el público en el disparadero antes de un viaje a Elche que se antoja - léase esto en octubre - decisivo para el futuro del Granada CF.