Amadeo de Saboya, el santo Job y la Alhambra
Estos días corre por Granada un manifiesto reclamando para la Alhambra alguien que la dirija desde la meritocracia
Con la abdicación de Isabel II sobre la mesa a los señores parlamentarios de la época les dio por pensar que el próximo monarca debería cumplir ciertos requisitos y allá que montaron un casting regio. Cosas de un Presidente del gobierno como el general Prim, demasiado avanzado para el cazurrismo rampante de la época.
Vistos los mimbres que ofrecía la línea sucesoria convendremos que no andaban muy desencaminados. El elegido, Amadeo de Saboya, tenía todas las papeletas para ser un rey competente y que pecase de soso, como dice Eslava Galán, garantizaba que no hubiese un choque de egos que de eso en el parlamento ya había y a espuertas. Vamos, como en todos los tiempos.
Estos días corre por Granada un manifiesto reclamando para la Alhambra alguien que la dirija desde la meritocracia, desde la preparación máxima en la materia y no respetando la línea sucesoria que marque este o aquel partido político. Lo suscribo. Es hora de explorar ese camino tan extraño para nuestra tierra pero lo que ya no tengo tan claro es como acabaría un experimento tan bien intencionado.
El duque de Aosta, el rey que reinó tras un casting, duró dos años que se le hicieron eternos y sólo su extremada educación permitió que se despidiese con una carta repleta de buenos deseos para el pueblo español y cargada de alivio a nivel personal por dejar el potro de tortura que resultó ser el trono que le entregó Prim y el parlamento.
¿Los granadinos estamos preparados para que la Alhambra la dirija el mejor sin ser granadino? ¿Estamos dispuestos a que la dirija alguien que no responda a intereses de partido y que no se le pueda atacar por ese flanco? ¿Es posible que Granada no tenga en cuenta el origen del profesional en la materia elegido? Permitidme que lo dude sobre todo si en el deneí del ganador –o ganadora- del casting pone que le dio por nacer en cierta provincia del bajo Guadalquivir. Por los ríos de Granada bajarían cosas más gruesas que suspiros.
La historia reciente en esta materia nos deja claro que Granada no es país para concursos internacionales de méritos y que en cuanto la política entra por la puerta el mejor curriculum salta por la ventana. Valga un Atrio como prueba.
Salvo que el santo Job ande reencarnado en el mejor profesional mundial en la dirección de monumentos históricos mucho me temo que el experimento sería fallido y la Granada cainita que nos lastra desde que tenemos uso de razón se anotaría otra víctima en su cartuchera. En Granada no eres nadie sin una trinchera en la que refugiarse.