"Me han amenazado pero yo no me voy de Almanjáyar; tengo que estar aquí"
Juan Carlos Carrión, responsable de Almanjáyar en Familia, define la campaña 'Destruye barreras, construye futuro': "Hay que transmitir la realidad positiva del barrio, que también existe"
Juan Carlos Carrión González tiene 56 años pero no los aparenta. Es sacerdote, aunque tampoco lo parece. Está al frente de la asociación Almanjáyar en Familia, desde la que ayuda a cientos de familias de la zona Norte en un sinfín de actividades.
Hace un par de meses, la asociación ha iniciado una activa campaña para captar socios con el objetivo de alcanzar el mayor grado de autonomía financiera para desarrollar sus proyectos. Su interés principal pasa por dar a conocer su actividad a la sociedad granadina a través de visitas a su sede en la zona Norte y captar socios convencidos de su proyecto que aporten 60 euros al año. Sus actividades y programas están publicados en su web, en la que todas las personas interesadas pueden darse de alta como socios.
Otra de sus líneas de trabajo pasa por vincular su actividad a la personalidades del mundo de la empresa, la cultura y la vida social de Granada para crear una red de embajadores estable que contribuya a romper las barreras que existen entre la zona Norte y el resto de la capital. Los medios de comunicación granadinos están jugando un papel importante en la difusión de esta campaña, creada por la agencia de comunicación doctortrece.
Pregunta: Almanjáyar en Familia acomete la campaña ‘Destruye barreras, construye futuro’. ¿En qué consiste?
Respuesta: Sobre todo, en sensibilizar a la población de Granada de que Almanjáyar no es sólo lo que aparece en los medios o la idea que tenemos del barrio, sino que hay una realidad muy positiva que muchas veces no sale a la luz. Este es un barrio lleno de personas que intentan salir de su situación implicándose en procesos de mejora personal para buscar empleo, para formarse… Hay que transmitir que hay otra realidad que debemos poner en valor, que no sólo hay cortes de luz, que hay algo más.
P: Lo de los cortes de luz, de hecho, es algo reciente. Desde mucho antes ya se tenía la impresión, desde fuera, de que es un barrio marginal y estigmatizado por eso.
R: Es una historia muy larga. Hay varios acontecimientos que marcaron la vida del barrio y uno de los primeros fue en los años setenta, cuando hubo una pelea con varias personas implicadas. A partir de ahí, ha habido otros sucesos también graves, con familias implicadas, que contribuyeron a esa sensación. Pero yo lo que conozco es el Barrio de La Paz, gente humilde, trabajadores que venían de los barracones y que querían ganarse la vida sin más.
P: Cuando se crea un estigma es muy difícil borrarlo, pero también es cierto que Almanjáyar se ha relacionado durante todo este tiempo con el tráfico de drogas. No se puede negar ese hecho.
R: Por supuesto, existe. Nunca voy a negar eso. Pero también hay una realidad positiva que no se pone en paralelo. Creo que en el auge de la droga influyó la crisis, porque entonces hubo gente trabajadora a la que la mafia de la droga aprovechó para meter en su circuito.
P: Es difícil luchar contra el dinero fácil que da la droga. ¿Se debería hacer hincapié en la educación a los más pequeños, inculcarles que de esas redes no sale uno cuando quiere, que estar en ese mundo les puede costar ir a la cárcel o hasta perder la vida?
R: Llevo en el barrio treinta años y veinte en la parroquia y he podido constatar que la realidad de los niños son dos cosas muy claras: la calle y la pelota. Si nos centramos sólo en decirles que la calle es mala, no es educativo. Sí lo es decir que ni la calle ni la pelota son malas o buenas, sino que no estén pendientes de quien viene a comprar o del que está vigilando y dando el agua. No voy a gastar energías en decirle a alguien que eso es malo; es más bonito decirle a esa persona que puede elegir, que está en la calle pero que hay muchas cosas más con las que puedo disfrutar y ser feliz, y a partir de ahí empezar a cambiar. Esa fórmula ha dado resultado con mucha gente. Hay una chica, por ejemplo, que ayer mismo vino y nos dijo con orgullo que está estudiando Magisterio. Ahí queremos poner el acento: ella tenía una situación muy difícil en su casa, pero por su cuenta ha descubierto su sueño, se ha enfrentado a las dificultades y a pesar de ellas ha seguido adelante.
P: ¿Cómo de difícil enseñar a los niños que “esto” es bueno y “esto otro”, que tan fácil me resulta, es malo?
R: Nosotros lo que hacemos es crearles un entorno donde se sientan felices. Les damos un espacio donde se les acompaña en su proceso, de lunes a viernes de cuatro a ocho de la tarde, trabajando en la base, no sólo ofreciéndoles actividades sino trabajando en la inteligencia emocional y dándoles herramientas para que puedan mirar su situación de otra manera y avanzar. Si no les damos herramientas para que puedan decidir que tal cosa está mal o está condicionando su respuesta, no hacemos nada. Por eso el nombre de la campaña: hay que destruir barreras y construir futuro, que los niños vengan y nos digan que se sienten mal por esto, por esto y por lo otro. Es el mejor milagro que puede haber, porque los niños muchas veces no son reconocidos como personas. Junto a ello, también queremos ayudar a sus padres sin juzgar su realidad, porque eso no es lo que queremos, sino comprenderla y acompañarles.
P: Porque si les se juzga, a lo mejor reprochan que están entrando en su intimidad.
R: O que estamos en un doble nivel y les damos lecciones de moral: yo soy el bueno y te digo que tú eres el malo. Preferimos que descubran ellos mismos que hay otra forma de vivir. La dignidad de una persona empieza por elegir. Si eso lo hacemos cuando los niños son pequeños, aprenden que pueden ser escuchados y hacen las cosas de otra manera.
P: ¿Cuál es la mayor virtud que ha encontrado, en niños y mayores, dentro del barrio?
R: Sus ganas de superación. Muchas veces no se reconoce ese don. Que un niño venga dos horas al día a estudiar; que en verano, cuando le han quedado asignaturas, venga a las cuatro de la tarde o a las ocho de la mañana a estudiar. Insisto, en verano… Y el año pasado tuvimos noventa niños. Eso es para quitarse el sombrero. Lo que más cuesta es que la gente crea en las cosas buenas que tienen, en su lado bueno. Que entiendan que ya es hora de dejar que les machaquen y que aprendan lo que tienen. En el barrio han hecho mucho daño las subvenciones, ha habido gente que se ha conformado con vivir de 400 euros y es importante inculcarles la dignidad para que sepan que tienen capacidad para vivir por sí mismos, que no se necesita eso, que pueden emprender por sí mismos. Eso es lo que te va a ayudar a no quedarte postrado, resignado en tu cama, a lo que te ha tocado. Eso lo he visto en Almanjáyar y es frustrante.
P: ¿Tan importante es ese compromiso inicial como la constancia?
R: Aquí, desde luego. De los niños que han pasado por nuestra casa, algunos tienen ya su carrera universitaria o están trabajando, utilizando su inteligencia para vivir. Eso sí, somos muy exigentes en eso: a quien no esté por esa labor, no le vamos a ayudar. No estamos por perder el tiempo porque sería una traición y una injusticia. Queremos darte las herramientas para que vueles, que es lo más hermoso. Para que no seas una marioneta y puedas elegir. Si no mejoras, vete a otro sitio.
P: ¿Cuánta gente justa del barrio está pagando por los 'pecados' de otros y sufriendo cortes de luz?
R: Muchas, y es duro decirlo. Hay gente obrera, sencilla, gente mayor que está pasando por eso, e indigna. De cinco mil personas en mi zona, creo que un sesenta por ciento son víctimas de lo que está pasando.
P: ¿Hablar entonces de crisis humanitaria no es exagerado?
R: No lo es, sobre todo porque este problema se podría atajar si todas las partes se pusieran de acuerdo y aportara cada cual lo que le corresponde. Una intervención integral, eso es lo que falta en este barrio. Sé que el problema es complejo. Por ejemplo, el tema de la vivienda es importante en esta zona pero hay quienes miran para otro lado. Hay gente que no está utilizando un piso para vivir sino para otra cosa y hay que decirle que se vaya. Y las administraciones pueden detectar ese problema y acabar con él. Los vecinos no deben hacer ese trabajo, no deben hacer de policías, bastante están haciendo ya soportando que quien no paga nada tenga luz y otro que se sacrifica con una pensión de 300 euros, tenga que aguantar cortes. Eso es una injusticia.
P: El encierro que hubo en octubre en contra de los cortes de luz en tuvo gran repercusión y ayudó a sensibilizar, pero el problema subsiste. ¿Es muy frustrante?
R: Sobre todo lo es cuando acompañas a las personas. A mí me vienen algunos diciéndome que no saben qué hacer, conozco gente que se ha ido del barrio porque no podía aguantar más. Sé que lo que voy a decir no es políticamente correcto, pero aquí hay algo que la gente no expresa con toda la fuerza que podría, porque no se manifiesta. Miro las fotos de las concentraciones, a las que no suelo ir porque yo quiero ir a la par de mis vecinos y no delante, pero miro esas fotos y en una de ellas, por ejemplo, sólo veo a una persona de aquí.
P: No se querrán señalar. Tendrán miedo, supongo.
R: La presión de esos cuatro o cinco que hay les puede.
P: ¿También la ha sentido usted?
R: Sí, claro.
P: ¿Le ha llegado a pasar algo?
R: No. Cuando me han venido, les he dicho que yo tengo que estar aquí. Me he sentido amenazado, pero siempre he contestado lo mismo, que estoy enamorado de las personas que viven aquí. Yo, con ver con la cara de un niño que sonríe un día, ya me siento bien. Con ver a una madre a la que escuchan sus problemas y se siente mejor, también. Aquí es donde tengo que estar.
P: ¿Lo considera, como sacerdote, una labor cristiana?
R: Lo es. Creo que lo mejor que puedes hacer como cristiano es hablar de Dios con la vida, no con la palabra. Acudir a cada persona, mirarla, ayudarla y, a veces, decirle que lo que pide no puede ser. Debes decirle que no puede vivir postrado, viviendo de otros. Quiero enseñarles que deben sentirse personas.
P: ¿Y como cristiano, reza por los responsables de Endesa?
R: (Sonríe). Yo rezo por todo el mundo. Por lo que más rezo es por mi barrio y pido también por los gobernantes, del signo que sea, para que nos den la luz y que así tengamos la valentía de no mirar a otro lado sino a la realidad del barrio.
P: ¿Los cortes son sólo responsabilidad de Endesa?
R: De una dejación del barrio por parte de todas las administraciones, aunque quien toma la decisión es Endesa. Yo acompaño a personas que quieren regularizar su situación con Emasagra y me han dado todas las facilidades. Eso no lo he encontrado en Endesa. Nos hemos sentado con ellos y no nos han dado una respuesta. Y hay vecinos a los que les han llegado recibos de tres mil euros. Nosotros evitamos como organización pagar esos recibos, pero sí le damos a los afectados otra herramienta: les prestamos el dinero y nos lo devuelven. Si yo miro a otro lado y dejo que consumas la luz que quieras, te haces daño a ti, que te crees que todo es jauja, y a otras personas a las que Endesa no va a ayudar, porque al final va a cobrar por otro sitio. Nosotros intentamos inculcar a la gente que tiene derechos y obligaciones, que si queremos circular debemos respetar las señales. ¿Por qué algunas cosas no se respetan en Almanjáyar y en el centro sí? Este barrio está olvidado. Recuerdo una visita con un anterior alcalde al que le enseñé un problema concreto y le dije: “Esto clama al cielo”. Era un bloque de viviendas con familias trabajadoras y se han tenido que ir. Todas.
P: ¿Cuánta gente se ha ido?
R: Alrededor de veinte familias al año. Y esas casas las ocupan personas que se dedican a lo que se dedican, con lo que la situación empeora. Recuerdo un bloque de diez pisos en el que sólo quedan tres familias de siempre.
P: Debe ser durísimo irse si llevaban toda la vida allí. Tu barrio es tu sitio.
R: Por supuesto. Pero es que además es un barrio con unas posibilidades tremendas, con avenidas amplias para pasear, oportunidades urbanísticas… Pero claro, cuando alguien ve lo baratos que están los pisos y luego escucha lo que se dice de aquí, no viene.