El apagón global
Hoy les traigo a colación una situación acaecida este pasado mes de julio, tan cierta como rocambolesca e inverosímil les pueda parecer, y que nos viene a demostrar el estado de indefensión a nivel tecnológico en el que estamos sumidos. O lo que es lo mismo, nos hallamos en manos de unos pocos y esos pocos habría que ver en manos de qué otros pocos están.
“El apagón global arrastra a nuestra comunidad”, “Aeropuertos, industria y sanidad sufren incidencias…”, “El evento masivo pone en evidencia los riesgos de un planeta interconectado”. Todos estos eran los titulares de un diario de las Islas Baleares haciendo referencia al suceso.
Lo leía plácidamente bajo una sombrilla en una de las inigualables playas de Mallorca. También hablaba dicho diario sobre el caos producido en su aeropuerto, el de más tráfico de España llegado el verano. Una de mis distracciones favoritas y relajantes cada vez que piso Mallorca es dedicarme a observar, desde alguna cala a pie de pista de su aeropuerto o mientras hago algo de deporte mañanero por la zona, los aviones que entran y salen. Una barbaridad en temporada alta. Lo cierto es que el día del famoso apagón no noté nada especial en cuanto a salidas y entradas de vuelos a pesar de que el mismo diario titulaba “Jornada caótica en Son Sant Joan" (nombre del aeropuerto).
Lo del apagón informático que produjo el caos a nivel mundial fue provocado por una actualización de un antivirus. Sí, a semejanza de esos que quien más quien menos tiene instalado en su ordenador de casa o del trabajo para evitar problemas. Pero este antivirus no era un antivirus cualquiera. Era y es el antivirus de los antivirus. Una herramienta desconocida para el público en general pero que protege, por así decirlo, a las grandes compañías como Microsoft de la que, dicho sea de paso, usamos sus productos la mayoría de nosotros. Y menos mal que quien la lio parda fue un antivirus, porque si llega a ser un virus volvemos a la Edad de Piedra.
Dicen algunos que esto con Bill Gates no pasaba. Cuando en 1975 Bill Gates y su socio Paul Allen fundaron Microsoft ni siquiera imaginaban dónde esa modesta empresa de desarrollo de software podría llegar. Hoy en día el magnate norteamericano ya no pilota la nave y numerosos multimillonarios han entrado en el accionariado. Y esto no es un buen asunto.
El 19 de julio, y en cuestión de minutos, los sistemas informáticos mundiales dejaron de funcionar y lo que parecía una pesadilla de ciencia ficción se convirtió en una realidad desconcertante. Desde las grandes corporaciones hasta las pequeñas empresas, desde los gobiernos hasta los usuarios individuales, todos fuimos testigos de un colapso masivo que dejó al mundo literalmente desconectado. Como un reflejo de nuestra extrema dependencia de la tecnología, este apagón nos obligó a confrontar la fragilidad de nuestra vida hiperconectada.
El apagón fue como una broma pesada de la naturaleza, pero sin el chiste al final. Pero la realidad fue mucho más dura. Los sistemas informáticos, que hemos llegado a considerar omnipotentes, demostraron que no son infalibles. En cuestión de minutos, nos vimos retrocediendo a una era predigital, una época en la que la comunicación, la economía y casi todos los aspectos de la vida dependían de procesos manuales y lentos.
Este evento global me hizo reflexionar, una vez más y van…, sobre nuestra profunda dependencia de la tecnología. No hace mucho tiempo, los teléfonos inteligentes, los ordenadores portátiles o internet eran considerados lujos o herramientas de conveniencia. Hoy en día, son esenciales para casi todos los aspectos de nuestra vida. Dependemos de ellos para trabajar, socializar, informarnos y hasta para las tareas más básicas, como hacer la compra o encender las luces de nuestra casa.
Sin embargo, este apagón dejó claro que nuestra dependencia no solo es extrema, sino también muy peligrosa. ¿Estamos preparados para vivir sin esas tecnologías? La respuesta, evidentemente, es que no lo estamos. Nos hemos acostumbrado tanto a la comodidad que nos brinda la tecnología que hemos olvidado cómo vivir sin ella.
Durante y después del apagón, los expertos en ciberseguridad y tecnología no tardaron en hacer declaraciones sobre la magnitud del evento. Algunos lo calificaron como un "wake-up call" -un toque de atención- para la humanidad, una advertencia de lo que podría suceder si no tomamos medidas para asegurar nuestras infraestructuras digitales. Este apagón global es un recordatorio de que nuestros sistemas informáticos, aunque avanzados, están lejos de ser invulnerables. Vivimos en un mundo donde todo está conectado, desde las redes eléctricas hasta los sistemas de transporte. Esta interdependencia hace que sea más difícil contener el daño cuando algo sale mal.
Pero al final, y en medio del pánico y la confusión, el humor emergió como un mecanismo de supervivencia vital. Las redes sociales, aunque en su mayoría inactivas durante el apagón, se llenaron de memes y comentarios graciosos una vez que la conexión fue restaurada. Uno de mis favoritos decía: "El verdadero apocalipsis llega cuando reinicias el router, pero el problema no es tuyo." Este tipo de humor ligero ayudó a muchas personas a sobrellevar la incertidumbre y el estrés.
El humor tiene una capacidad única para aliviar tensiones y permitirnos ver situaciones difíciles desde una perspectiva más liviana. En un momento en que la frustración y el miedo estaban a flor de piel, la risa nos ofreció una forma de recuperación emocional. Es interesante notar cómo, incluso en las peores circunstancias, los seres humanos buscamos razones para reírnos, encontrando consuelo en lo absurdo de la situación. Como alguien comentó en un foro después del apagón: "Al final del día, si no podemos reírnos de nuestra dependencia de la tecnología, entonces realmente estamos en problemas."
También, un comentario en Twitter -me gusta seguir llamándolo así- decía en tono humorístico tras el apagón: "Si algo hemos aprendido de este caos, es que quizás deberíamos mantener un cuaderno y un bolígrafo cerca... por si acaso." Y en verdad, tal vez ese sea el mejor consejo que podemos tomar de esta experiencia. Un pequeño recordatorio de que, aunque estemos rodeados de tecnología avanzada, a veces las soluciones más simples son las más efectivas.
En definitiva, el apagón global nos mostró tanto nuestra fortaleza como nuestra fragilidad. Nos recordó que, aunque vivamos en un mundo digital, seguimos siendo seres humanos con necesidades básicas y vulnerabilidades. Y quizás, en esa mezcla de fortaleza y fragilidad, radica la verdadera esencia de nuestra humanidad.
La tecnología continuará siendo una parte integral de nuestras vidas, pero debemos ser conscientes de sus limitaciones y riesgos. No podemos permitirnos caer en la complacencia, debemos estar preparados siempre para lo inesperado.
A mí personalmente se me quedó una sensación de vulnerabilidad tremenda, dándome la impresión de que estamos en manos de no se sabe muy bien quien y que si algún día alguien con poder decidiera enviarnos a la Edad de Piedra lo conseguiría con relativa facilidad. Y eso es lo que me pone los pelos de punta.
Comentarios
8 comentarios en “El apagón global”
Daniela
28 de agosto de 2024 at 10:33
La verdad es que acabo de leer su articulo y se me ha quedado un sabor agridulce al reflexionar sobre el tema que trata hoy. Efectivamente estamos en manos de "no se sabe quién", y eso provoca cierta inquietud. Lo peor de todo es que no nos podemos "bajar del carro" sin quedarnos aislados en una sociedad que avanza a pasos agigantado a no se sabe dónde, tecnológicamente hablando.
Como siempre un buen y acertado artículo. Mi enhorabuena al autor.
Laura
28 de agosto de 2024 at 15:17
Muy buen análisis de la situación recientemente vivida. Comparto esa sensación de vulnerabilidad y de no saber en manos de quien estamos. Un nuevo y magnifico relato muy a la altura de lo que el autor nos tiene acostumbrados.
Gracias.
José Pedro Cirre
28 de agosto de 2024 at 15:22
Muy acertado el artículo de hoy. Por no poder hacer nada, no podríamos ni llamar a nuestros contactos porque el número de móvil lo tenemos en nuestra agenda del móvil. No podríamos hacer tampoco la declaración de la renta porque hoy en día está tan mecanizado todo, que no sabríamos hacerla y así muchas cosas. Un retroceso a la edad media.
Encarni
28 de agosto de 2024 at 16:37
Comparto con el autor la sensación de vulnerabilidad que él comenta y el hecho de estar en manos de "quien sabe", cualquiera que puede romper la baraja cuando quiera.
Domingo
28 de agosto de 2024 at 17:19
Es curioso el artículo del Sr. Uribe en Granadadigital, nos damos cuenta de lo frágiles que somos en situaciones de este tipo, creemos que somos super potentes, que todo está bajo control y que la sociedad actual puede con todo, el ser humano está tan sobrevalorado que basta un revés de este tipo, o cualquier otro, para ponernos ante el espejo y darnos cuenta que no todo está bajo control, cuidado con tanta complacencia, cualquier día nos despertamos y nos damos cuenta de lo vulnerables que somos ante imprevistos de cualquier tipo que podamos encontrar.
Muchas gracias Sr. Uribe por su artículo, que nos da que pensar y reflexionar.
José Pedro Cirre
28 de agosto de 2024 at 17:27
Como siempre muy ameno y en este caso además muy acertado, si llega a haber un apagón electrónico total, acabaremos en la edad media, ya que no podríamos llamar a nadie, porque tenemos los teléfonos en la agenda del móvil y por no poder hacer no haríamos ni la declaración de la renta, porque todo está mecanizado y nadie sabe hacer las cosas de forma manual.
Alicia
28 de agosto de 2024 at 18:08
Como siempre escribes unos artículos buenísimos y verdaderos.Te aplaudo..esperándo el siguiente....
Luis Miguel (el filósofo granadino )
30 de agosto de 2024 at 17:32
Sr. Juan Carlos: Excelente artículo como TODOS los que acostumbra a escribir en ese digno Diario Digital.
Me gustaria que algún dia escribiese alguno acerca de la carretera que une Churriana con Armilla que por ARMILLA es un verdadero peligro.
Y seria interesante que la Sra. Alcaldesa o alguien con mas poder lo leyera y se le iluminara eso que llamamos RAZONABLE o...que se nos diera LA GRAN NOTICIA ( del arreglo ) en el pregón de las próximas fiestas de San Miguel.