La amabilidad es un acto de valentía

Amabilidad Joan Carles March
Para algunos, la amabilidad es la elegancia del alma, aunque haya gente que la confunda con debilidad | Foto: Archivo
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Dicen que la amabilidad no está de moda, en contra de mi opinión. La impaciencia y la prisa son sus enemigos. Y a pesar de eso, pienso que las personas que son amables por naturaleza, son personas fuertes. Todos tenemos un gen amable y hay investigaciones recientes que afirman que los niños de tan sólo seis meses ya están preparados para ayudar y elegir conductas altruistas hacia sus iguales. Y es que una persona amable posee entre otras características: la empatía, la humildad, la paciencia, la generosidad, el respeto y el autocontrol emocional. La amabilidad nos hace reaccionar ante la adversidad con la respuesta de cuidar y proteger.

Para algunos, la amabilidad es la elegancia del alma, aunque haya gente que la confunda con debilidad. Y hay quien afirma que la elegancia no es verdadera amabilidad… pero es hacer como si. Y dicen que decir gracias no significa que ser generoso, pero una persona actúa como si lo fuera. Al decir disculpe, actúa como alguien considerado, al decir muy amable actúa como alguien que reconoce las cualidades del otro.

Leía el otro día, que ser amable reduce la depresión, la ansiedad, el estrés y rejuvenece. Y eso lo decía en La Vanguardia, David Hamilton que investiga la amabilidad como terapia.

En la entrevista que le hacen en La Contra cuenta que la amabilidad modifica el cerebro, al ser un sentimiento que produce sustancias que tienen un efectos en regiones específicas del cerebro. Y eso pasa al inverso del estrés. El estrés genera adrenalina y cortisol; pero cuando somos amables con alguien eso nos hace sentir bien y producimos “la hormona de la amabilidad”, la serotonina, que actúa en el cerebro incrementando la felicidad.

La amabilidad, además comenta, que es cardioprotectora, dilata las arterias y reduce la presión sanguínea, y también es antídoto contra la depresión. También explica David Hamilton que la investigación nos dice que si una persona es amable de forma regular el riesgo de depresión disminuye porque la serotonina actúa en la amígdala reduciendo la depresión, la ansiedad y el estrés. Y entrena al cerebro para que sea más resiliente.

Junto a ello, entra a comentar que cuando nos sentimos deprimidos, no queremos conectar con los demás, sin embargo dice que conectar con personas siendo amables nos hace sentirnos mejor. También retrasa el envejecimiento de nuestras células de forma notable.

Añade en su discurso que la gente cree que lo opuesto al estrés es la calma, pero fisiológicamente es la amabilidad. Las hormonas del estrés aceleran el envejecimiento y la serotonina lo retrasa. Y sigue diciendo: Cuando hicieron lo mismo con la serotonina, comprobaron que frena el envejecimiento de las células. Pero la amabilidad también afecta a la piel, los músculos y los huesos. El estrés oxidativo tiene un papel en la degeneración muscular y la oxitocina tiene un papel antioxidante.

A raíz de hablar de todos estos principios, comenta un estudio donde pidieron a unos voluntarios que hicieran una práctica de meditación durante varios días basada en pensar cosas amables. Su resultado: una reducción de la inflamación dentro del cuerpo, el 57% en las células de los vasos sanguíneos y el 48% en las cé­lulas inmunitarias.

También dice que la amabilidad mejora las relaciones, al ser el pegamento que mantiene unidas las relaciones y las comunidades. La amabilidad, la bondad, es lo más contagioso que cuenta haber descubierto. Cuanto más alta es la R, la reproducción, más contagio hay. Si alguien es amable con una persona, esta se sentirá bien y será amable con 4 o 5 personas que a su vez lo serán con 4 o 5 más, hasta alcanzar los tres pasos sociales. Este es el índice R.

Y plantea un reto de siete días de amabilidad. Hay tres normas: tiene que ser una cosa distinta cada día, un día tiene que ser algo que nos plantee un reto mayor, y uno de los actos de amabilidad tiene que ser anónimo. Y explica que todo lo que pensamos tiene un efecto físico, si pensamos algo malo sobre alguien nuestro cerebro producirá hormonas del estrés. Debemos aprender que los pensamientos amables producen sustancias beneficiosas en el cerebro. El cerebro es como un músculo, responde a lo que pensamos de forma repetitiva. Por tanto, concluye que la amabilidad es un acto de valentía.

Si cambiamos de tercio y hablamos de jefes, encontramos que la amabilidad duplica la posibilidad de ser percibido como líder y aumenta un 13% el desempeño. Lo contrario a ser amable baja la motivación, reduce el desempeño y aumenta la rotación. Una de las principales claves para generar un buen ambiente de trabajo en las organizaciones es la amabilidad entre compañeros.

A ello, le podemos añadir la necesidad de ser amable en tiempos de pandemia. La amabilidad genera amabilidad también en tiempos de Covid-19. Ser sensible en tiempos de pandemia es básico para poder percibir los matices. La sensibilidad y la fragilidad son dos atributos humanos de los que nadie está exento.

También la simpatía se centra en la amabilidad, en encontrar algo positivo del problema que nos explica la otra persona, busca la aprobación, se escucha para responder.

La amabilidad, la sensibilidad, la fragilidad, la simpatía son claves en la vida. Y es que la amabilidad puede ser la idea más revolucionaria al tener el poder transformador de las personas que llevan la sonrisa puesta, que transmiten optimismo, que por donde pasan mejoran el clima.