Malas personas que creen ser buenas, las peores
Es evidente que el camino del liderazgo implica una mirada hacia adentro, sincera y honesta, basada en hechos y con el heroísmo necesario
Las malas personas que se creen buenas son sin duda alguna, las peores.
Creo que es fundamental que un directivo se preocupe por las personas de manera genuina, desde la integridad, la humildad, la empatía. Es importante un liderazgo humanista que ponga el foco en el potencial de los demás.
Pienso firmemente y así lo he escrito varías veces que hay que ser buena persona para liderar. Pienso además que uno de los errores es pensar que no se puede compaginar bondad y liderazgo. A corto plazo, no serlo puede tener resultados; a largo plazo el talento se escapa, huye de jefes ingratos, de personas que no tratan bien a los demás.
Es evidente que el camino del liderazgo implica una mirada hacia adentro, sincera y honesta, basada en hechos y con el heroísmo necesario que nos hace personas con dignidad. A partir de ahí comienza la evolución y casi la revolución.
En este entorno, la reflexión es el primer peldaño para avanzar, con la agilidad que se necesita en tiempos veloces y el equilibrio de las grandes decisiones. Pensar antes de decir y de hacer. De ahí que hacer una parada técnica y plantearse qué y sobre todo cómo se quiere liderar es esencial. Buscamos cada vez más trabajar junto a personas que nos inspiren, a las que admirar, de las que aprender…
Hablamos de honestidad, de trabajo en equipo, de preocupación por el interés del grupo… pero no podemos dejar de lado nunca la comunicación: comunicarse adecuadamente. Cuando los líderes comunican de forma amable, provocan un impacto positivo en los equipos y en la sociedad. Eso lo he comprobado sin duda. Y es que la transparencia y el diálogo empieza por una comunicación honesta, comprensible y precisa. Cuando los líderes comunican de forma amable, pueden provocar un impacto positivo en las personas y la sociedad. Pueden inspirar.
El talento se fuga si no le cuidas, huye de ti, de tu organización. No se trata de retener el talento, sino más bien de mimarlo, de cuidarlo y fidelizarlo. Entender que a veces no son grandes acciones las necesarias, sino la magia de los detalles es clave para alguien que lidera. Interesarse de manera genuina por cómo están las personas del equipo es el primer paso que abrirá puentes y dará pistas para acciones concretas: necesidad de apoyo, de formación, de tiempo, de cambio de tarea. Del conocimiento llega el hacerse preguntas y de ahí comenzarán los primeros pasos a plantear soluciones y situaciones.
Y Rosa Montero decía el otro día en El País alrededor de jefes injustos o de dictadores: Toda existencia tiene sus miedos y sus retos. El coraje cívico y ético se manifiesta de muchas formas. Qué difícil es seguir escribiendo y seguir denunciando, año tras año, a un poder cada vez más represor, como han hecho los escritores nicaragüenses Gioconda Bello y Sergio Ramírez. Qué fácil hubiera sido para ellos callarse. Disimular un poco. A fin de cuentas, ya han rebasado los dos los 70 años, ya han hecho mucho en su vida, ya podrían decirse que han cumplido. Pero no: prefirieron ser fieles a sí mismos.
Lo explicó muy bien Gioconda en un bellísimo poema que incluyó en su artículo Despatriada y que pone Rosa Montero en su artículo en El País, de la que sonsaco algunos versos :
“…./ Escogí las palabras /….. No tengo dónde vivir. / Escogí las palabras. Hablar por los que callan / Entender esas rabias / Que no tienen remedio / Se cerraron las puertas /(…) Me fui con las palabras bajo el brazo / Ellas son mi delito, mi pecado / Ni Dios me haría tragármelas de nuevo. / …. / Ese lugar donde cerrar los ojos / E imaginar que el mundo cambia / Y obedece mis deseos. / No fue así. No fue así. / Mi futuro en la boca es lo que quiero / (…)/ Me fui con mis palabras a la calle / Las abrazo, las escojo / Soy libre / Aunque no tenga nada”.
Y termina Rosa Montero diciendo algunas de estas palabras que me dicen muchas cosas: Todo esto va dedicado a los que siguen hablando. A los que no se callan frente a un jefe injusto que abusa de un empleado. A todos los que eligen la palabra, mi admiración y mi gratitud. Así lo dice élla. A mi me gusta como lo dice y lo que dice. Usar la palabra, no callarse, para convencer.