Personas 'pelotas' que hinchan el ego del jefe y no ayudan a la organización

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Las personas 'pelotas' son una de las especies que cometen más actos despreciables en una organización | Foto: J. C. M.
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Hay personas aduladoras expertas en inflar el ego. Prosperan entre jefes que ansían rodearse de gente que se anticipe a sus deseos y en organizaciones que priman el peloteo frente a la capacidad y los resultados, gente que busca demostrar obediencia ciega, en lugar de propuestas que ayuden a mejorar la organización en la que trabajan.

Las personas 'pelotas' son una de las especies que cometen más actos despreciables en una organización, aunque muchos de ellos prosperan por sus habilidades de adulación.

La cuestión es que solemos disfrazarnos con un traje que no es el nuestro para caer mejor a personas que tienen poder de decisión y pueden hacernos felices. El problema se da en el caso de organizaciones, jefes y sistemas en los que priman las prácticas adulatorias frente al peso de los resultados y las capacidades profesionales.

Una cuestión es por qué hay tantos jefes que necesitan tener cerca a aduladores; por qué encuentran cobijo con tanta facilidad.

Los pelotas son personas que viven gracias al ego de sus jefes. Han aprendido una forma de sobrevivir bien: ser la persona aduladora del jefe de la manada. Son dóciles, inofensivos, inútiles e ineficaces. Los demás observan sorprendidos cómo es posible que alguien tan poco operativo tenga un lugar tan cercano y aparentemente de confianza con el gran jefe, pero como ocurriera con los bufones, son gente que no molesta, no resta y entretiene. De hecho algunos hasta les envidian.

El fin del pelota es su propia dejadez. Cuando uno vive rodeado de injusticias, ejecuciones y decisiones inadecuadas y no sólo no hace nada, sino que consiente (cuando no aplaude), acabará siendo víctima de una de esas ejecuciones. El amo no quiere al que le adula, tan sólo lo utiliza por comodidad, como apoyo para su ego. Y cuando llegue el día en que las cosas se pongan feas, no titubeará en abandonar al pelota a su suerte.

El adulador profesional está hecho de una pasta especial y tiene un único talento: ser pelota. Para esto no vale cualquiera.

Los profesionales pelota sufren una transformación y pasan a ser cada vez menos profesionales, adoptando el rol de adulador. Esto se da en organizaciones muy jerárquicas que se mueven sobre la base de modelos que conjugan mejor la fidelidad que la lealtad. Se trata de compañías que miran hacia arriba. En esos modelos corporativos se valora el hecho de interpretar los deseos del jefe antes incluso de que los manifieste.

No hay que confundir a los pelotas con los profesionales que saben y se ocupan de relacionarse bien con los de arriba. Es un aspecto que muchos cometen el error de descuidar y luego lamentan las consecuencias de no haber trabajado su prestigio hacia arriba. Pero estos profesionales se ocupan de lo suyo, aportan resultados y además cuidan las relaciones como elemento complementario, no como la esencia de su función.

Si cree que sus capacidades como adulador pueden darle resultado en un entorno muy especial y junto a jefes que consienten este tipo de actitudes, este es el caldo de cultivo ideal para ensayar la adulación exagerada:

-Tenga en cuenta que, como pelota profesional, jamás debe dar su opinión sincera, nunca debe discrepar con su jefe, ni tomar partido. El pelota es un parásito emocional que ha encontrado una forma de vivir tranquilo, sin dar ni golpe o, mejor dicho, trabajando en agradar a su jefe. Es una persona detallista y hábil, sabe perfectamente cuándo y cómo halagar, cómo aparentar movimiento, cómo estar en el lugar adecuado en el momento preciso y a su vez es un as para esquivar tareas y funciones delicadas y expuestas.

-Para ser un pelota debe estar hecho de una pasta especial. Si no es así, ni lo intente, porque para esto no vale cualquiera. Hay que tener talento para eso, aunque suele ocurrir que el adulador profesional sólo tiene ese talento. Eso sí, lo explota a la perfección y siempre encuentra a un jefe falto de afecto que le tomará como su mascota, permitirá sus arrullos y a cambio le compensará con alguna caricia de vez en cuando. El problema de la adulación excesiva es que el adulado lo permita. Hay jefes que necesitan a gente alrededor que actúe de esta manera. Es propio de modelos de liderazgo narcisistas. Las personas 'pelotas' se creen necesarios para la empresa e ignoran absolutamente su falta de compromiso con el equipo. Son profunda e inocentemente egoístas y prefieren resignarse a vivir de la sombra del poder, pensando que forman parte de él.

-Como pelota, debe ser un experto en plantear soluciones que su jefe desea, y no las que realmente necesita la organización.

-Si alguien quiere ser un perfecto adulador profesional tiene que buscar un modelo de organización que tolere desde arriba el hecho de que lo principal sea ser fiel a la organización, aunque vaya en contra de los resultados. Debe prosperar en modelos muy previsibles en los que chirría cualquier elemento distorsionante que aporte valor y genere debate; en los que esté clara la tendencia a confundir el compromiso con la identificación con la compañía. Así podrá quedar abducido por la organización y mantener un comportamiento muy previsible.

Ante ello, hay que recordar que la desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad. Y además es importante permitir y practicar la inteligencia desobediente.

Si hay una palabra que defina la desobediencia es "No", que puede observarse en el pensamiento crítico. A veces, decir NO es muy importante en una organización.

Es evidente que todos podemos cambiar al menos un poco la percepción de ser diferentes, de ser distintos y mirarlo con otros ojos, lo que quizás nos haga más críticos, más inconformistas y sobre todo más valientes y empáticos con aquellos que se atreven a ser desobedientes, que se atreven a ser diferentes, que optan por ser distintos, pero siempre de una forma inteligente.

Por tanto, me gusta decir y digo que ante las personas 'pelotas': viva la desobediencia.