Personas que viven en el momento presente

Todos podemos tener pequeñas victorias diarias que son satisfacciones sencillas, nos ayudan a sentirnos bien o no juzgarnos en exceso

Personas que viven en el momento presente artículo de opinión de Joan Carles March
Es un problema pensar que nuestra felicidad solo depende de la consecución de estos objetivos | Foto: Remitida / J. C. M.
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Todos podemos tener pequeñas victorias diarias. Son satisfacciones sencillas, que nos ayudan a sentirnos bien, concentrarnos mejor, ser más efectivos y no juzgarnos en exceso. Estas personas son las que viven el presente, buscan sentirse bien hoy con lo que hacen.

Es habitual que las personas pasen tiempo imaginando que serán felices cuando logren tener una vida estable; cuando tengan dinero suficiente para viajar; cuando encuentren pareja; cuando tengan un hijo; cuando consigan un buen trabajo o un ascenso en el suyo.

Es un problema pensar que nuestra felicidad solo depende de la consecución de estos objetivos. El presente es la única realidad que tenemos a nuestro alcance; mientras que el pasado ya ha quedado atrás y el futuro aún está por llegar.

Es importante aprender a reconocer nuestras emociones y sentimientos, y aceptarlos tal y cómo son, evitando que nos paralice la tristeza por sucesos pasados o la ansiedad e incertidumbre por el futuro.

Vivir el momento presente significa actitud de apertura a todo lo bueno y malo que nos ocurre. Vivir el momento presente nos permite disfrutar de cada situación. Vivir el momento presente nos ayuda a ser conscientes y coherentes con nosotros mismas y con nuestro alrededor.

Dedicamos mucho tiempo a preocuparnos por situaciones que han ocurrido y/o que van a ocurrir. Ello nos impide vivir con plenitud y disfrutar del aquí y ahora. Para vivir el momento presente tenemos que ser personas dispuestas a experimentar y sentir ese dolor emocional y a enfrentarnos a él.

Las emociones no se pueden ni se deben controlar, si las sentimos es por algún motivo. Nos quieren decir algo, nos proporcionan información y si intentamos evitarlas van a acabar por intensificarse. Por ello, intentar esconderlas no va a ser la solución ya que vamos a esconder los problemas que hay detrás de estas emociones.

Tener un buen día significa que lo hemos hecho lo suficientemente bien como para felicitarnos en silencio. Un buen día significa que el estado óptimo es más alcanzable, más sencillo. Significa estar en una predisposición que nos permite resolver los desafíos diarios, con mayor creatividad e, incluso, con más sentido del humor y disfrutamos de lo que hacemos. Y ello depende de nosotros.

El primer paso comienza con la concentración. Poner la máxima atención en lo que hacemos es lo que nos permite disfrutar de un buen día, y no al revés como quizá pudiera pensarse. Lógicamente, nos concentramos mejor si estamos haciendo algo que nos gusta, que hemos escogido nosotros o que, al menos, nos interesa. Pero la reducción de las distracciones también depende de nosotros.

El segundo paso consiste en entrenar la inteligencia emocional. La efectividad de nuestro trabajo y la satisfacción de nuestras pequeñas victorias dependen más de cómo gestionemos nuestras emociones que de nuestro cociente intelectual. Si tenemos la capacidad de percibir, de comprender y de gestionar nuestras emociones y las de las personas que nos rodean, estaremos en una mejor predisposición para alcanzar dichos estados.

Para ello, el paso más importante consiste en saber qué nos sucede, reconocer qué sentimos, el porqué e identificar si estamos en el momento adecuado para conseguir un objetivo, ya sea decir lo que nos ha molestado a nuestra pareja o a un compañero de trabajo o, sencillamente, escribir un email complicado. El contexto también nos influye, por supuesto. Un consejo o una palabra de ánimo facilita que alcancemos o que nos mantengamos en nuestro estado óptimo. Si habitamos en ambientes tóxicos o solo recibimos críticas irreflexivas, resulta más complicado mantenernos serenos o disfrutar de nuestros retos.

Cuando mejoramos nuestra concentración, entrenamos la inteligencia emocional y, en especial, perfeccionamos nuestro nivel de autoconciencia, estamos mejor preparados para reconocer y para celebrar nuestras pequeñas victorias diarias, aunque los contextos no sean los más adecuados. Aprender a vernos a nosotros mismos con mayor amabilidad, sin tanto juicio, ni exigencia ni distracción, nos permite disfrutar del día a día y adentrarnos en estados óptimos.

Ante ello, es importante que soltemos las mochilas del pasado: las situaciones pasadas en numerosas ocasiones ocupan gran parte de nuestra atención. Existen personas que ocupan gran parte de su tiempo en añorar aquellos momentos que les hicieron felices o lamentándose por fallos cometidos en el pasado.

Además, no podemos controlar todo aquello que nos sucede: nuestro instinto de supervivencia nos lleva a intentar controlar todo lo que nos sucede. Sin embargo, no todo lo podemos controlar y cuando anticipamos cada cosa que nos podría ocurrir estamos dejando de vivir el presente.

El momento presente es lo único que tenemos y el presente es lo único que hay. Es importante aprender a disfrutar cada día de forma consciente, despierta y atenta. Seamos personas que viven el momento presente.