Ser diferente, ser distinto, ser desobediente

Cuestionar a la autoridad y pensar por nosotros mismos es un componente esencial de la ciencia, de los derechos sociales y de la sociedad

Artículo Joan Carles Mach desobediencia
Para dar voz a todo el mundo, es necesario pensar en la desobediencia responsable | Foto: J. C. M.
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Para empezar diría que es importante que no seamos siempre iguales, todos tan parecidos, todo el mundo obedientes, pido que seamos diferentes, seamos distintos, seamos DESOBEDIENTES (inteligentes, responsables, civiles).

Añadiría que a veces digamos NO, que nos desobedezcamos a nosotros mismos, que desobedezcamos a nuestro cerebro y a la razón. NO a la OBEDIENCIA ciega porque es un freno de mano.

Y para mi también es importante decir SI a nuestro corazón.

Y cómo dice Henry David Thoreau: La desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad. Y además es importante permitir y practicar la inteligencia desobediente.

Viva la diferencia. Viva la desobediencia. Viva lo diferente. Viva lo distinto. Viva lo raro. Viva lo minoritario.

Para dar voz a todo el mundo, es necesario pensar en la desobediencia responsable o, dicho de otro modo, el cuestionamiento, el planteamiento de otros sistemas y la desobediencia civil, siempre que fuese con objetivos constructivos y éticos. No vale con ser diferente, ser distinto porque si, sino desobedecer ayudando a mejorar la sociedad.

“Eres un desobediente… Si sigues así , tu vida no irá nada bien.. Tienes que cambiar tu actitud…Así no irás a ningún lado…” Desde pequeños, nos enseñan muchas cosas....A caminar, a ir en bici, a decir Papa y Mama, a respetar a nuestros mayores, a decir gracias, pero no nos han enseñado una cosa que es muy importante… a ser diferentes, A DESOBEDECER. Más bien nos enseñan a que “ahoguemos” esa sensación. “No me desobedezcas que soy tu padre… No desobedezcas lo que te he dicho que tendrás consecuencias… Soy tu jefe y no te salgas de la línea establecida por la organización.…” Más y más obedecer, más y más “ahogar” la creatividad, más y más romper la iniciativa y el pensar, más y más desautorizar al diferente .

Es evidente que cuestionar a la autoridad y pensar por nosotros mismos es un componente esencial de la ciencia, de los derechos sociales y de la sociedad. Para los cambios sociales del voto de las mujeres o del matrimonio homosexual, hizo falta una notable y constante desobediencia civil responsable a lo largo de años e incluso décadas.

Si hemos conseguido superar estas y otras grandes brechas, frenos, desigualdades o injusticias sociales, ha sido gracias a que alguien, en algún momento, se levantó y dijo en voz alta que pensaba que el sistema, o parte de él, no estaba bien construido. Alguien diferente, distinto que desobedeció.

Pero, DECIR «NO» Y ALZAR LA VOZ NO ES TAN FÁCIL

Si hay una palabra que defina la desobediencia es «No», que puede observarse en el pensamiento crítico. A veces, cruzar los brazos y decir NO supone saltarse la ley. Hablamos de ciudadanos/as preocupados/as por sus derechos o deberes, como lucha desobediente ante la autoridad. Ello significa ser obediente a las demandas de la consciencia.

En ese marco, es muy curioso ver como funciona la desobediencia civil, el ser diferente (así lo vivo en mi realidad en una primera fase):

A. En un primer momento, la mayor parte de la sociedad se mantiene junto a la autoridad, otorgándole el poder, y en ese contexto, cualquier muestra de apoyo al desobediente es considerada tabú e incluso inmoral.

B. A medida que la voz de la desobediencia se vuelve racional, unos pocos empiezan a manifestar su apoyo, aunque son rápidamente apartados fuera de la sociedad recta junto a los primeros disidentes.

C. Llegado este punto hay dos opciones: bien el movimiento de desobediencia pierde fuelle y se va “vaciando” lentamente de defensores hasta desaparecer en el olvido, o incluso acabar con tornas invertidas, o bien consigue rebasar la barrera de masa crítica.

D. Si se alcanza esta masa crítica, el grueso de la sociedad modifica rápidamente su opinión y pasa a engrosar las listas de los desobedientes, aquellos que “antes estaban equivocados pero que ahora son un ejemplo de rectitud”.

Es entonces cuando ya no hay vuelta atrás: la autoridad se ve obligada a escuchar y las cosas empiezan a cambiar. Cuán necesario es pasar de la primera fase.

Premio a la desobediencia

El otro día leía que hace unos años, unos doctores/as empezaron a denunciar que la localidad de Flint (Michigan) tenía un problema de contaminación plúmbea. El plomo es un elemento pesado poco frecuente en la corteza terrestre que puede causar todo tipo de enfermedades, muchas de ellas realmente graves. Como ‘premio’ por advertir del problema a la comunidad, el gobierno municipal y estatal y a los vecinos, fueron acosados, llamados mentirosos, sus respectivas formaciones técnicas fueron puestas en entredicho y pagaron a título personal el haber descubierto algo de tanta relevancia. A pesar de todo, siguieron luchando por lo que consideraban justo: que la gente de Flint consiguiese agua potable. Finalmente, en 2016 se destapó el pastel y la doctora Mona como el doctor Marc fueron reconocidos como los primeros que dieron la voz de aviso, dijeron no a la autoridad y la desobedecieron, por ejemplo, recogiendo muestras locales y publicando estudios científicos en revistas especializadas, algo que se les prohibió explícitamente. En julio de 2017 recibieron el PREMIO a la DESOBEDIENCIA otorgado por el MIT Media Lab, con «la esperanza de que el premio nos ayude a entender el modo en que hacemos progresos, incitando a la humanidad a reconocer a los héroes correctos, aquellos que se ponen en riesgo a sí mismo en forma de desobediencia para ayudarnos a evolucionar como humanidad».

Esto es ser desobedientes inteligentes. Esa “desobediencia” es y será nuestra coherencia. Una desobediencia que te hace ir frente a la vida, frente a tus pensamientos, frente a tus emociones. Es plantear las cosas con un por qué y un para qué. Y empezar desobedeciéndonos a nosotros mismos. O que es lo mismo, desobedecer a nuestro cerebro: es una buena solución. Pero no solo tenemos que desobedecernos a nosotros mismos, sino también a los demás.

Cada vez oímos a más personas decir: “¿Has leído esto? ¿Has visto a éste?…” Personas que piensan que un libro, una conferencia, un partido político, una escuela de negocios…un influencer o un taller, les han dado la razón absoluta en sus manos y que otros tienen el don de transformar sus vidas, de curar sus “heridas”, de hacerles progresar… Y ante eso, NO queremos que nos llamen desobedientes. Porque intuimos que estaremos “señalados” por todos los demás, el resto de nuestras vidas.

Si seguimos, seguro que perderemos por el camino gente. Gente que no entenderá qué hacemos. Otros que intentarán boicotearnos o hablar mal de uno, pero cuando menos lo esperemos, echaremos la vista atrás y nos daremos cuenta que hay gente que sigue nuestra desobediencia, que sigue nuestra diferencia, que también es distinta. Tenemos que romper con uno mismo. Desobedecer a la razón y decir SI a nuestro corazón.

La Real Academia Española de la lengua define el término obedecer como cumplir la voluntad de quien manda. La responsabilidad por su parte habla de la libertad para actuar y reconocer y aceptar las consecuencias de nuestros actos. Sin duda, es preferible tener cerca personas responsables que personas obedientes.

Pero cuidado, no nos equivoquemos: No enfocar en la obediencia nada tiene que ver con obviar que existen reglas que necesitan ser cumplidas con firmeza en cualquier sistema. En cualquier lugar donde se van a desarrollar aprendizajes significativos es imprescindible que existan normas que sean respetadas. Pero normas para todos. La autoridad se gana desde el establecimiento de la confianza y la coherencia. Si una persona impone su autoridad bajo la amenaza y el castigo, le muestra una manera de comportarse con los demás. La responsabilidad se estimula educando desde el respeto y la firmeza y ayudando a los/as niños/as a orientarse a las soluciones.

El libro “Sobre la desobediencia” de Erich Fromm, todo un alegato a favor de la desobediencia frente al conformismo, a la adopción de una postura crítica frente a muchas ideas preconcebidas y seguidismo de “la mayoría”, ya en las primeras páginas decía que de hecho el ser humano empezó su existencia como un gran acto de desobediencia, y desde entonces evoluciona continuamente gracias a ella, siendo una de las características inherentes a su naturaleza, lo que le hace más libre.

Es evidente que todos podemos cambiar al menos un poco la percepción de desobediencia, de ser diferentes, de ser distintos y mirarlo con otros ojos, lo que quizás no nos haga más libres, pero si más críticos, más inconformistas y sobre todo más valientes y empáticos con aquellos que se atreven a ser desobedientes, que se atreven a ser diferentes, que optan por ser distintos, pero siempre de una forma inteligente.