En Marbella, segundo 25-J
En sus ya más de noventa años de existencia, el Granada CF ha disputado un total de 3.326 partidos oficiales (según mis cálculos) hasta el momento en que estas líneas se redactan. De esos tres mil y pico, sólo cuatro se jugaron un 25 de junio, pero los cuatro partidos fueron de gran trascendencia en la historia del club. Cuatro partidos decisivos a vida o muerte por estar en juego la permanencia en una categoría o el pase a otra distinta. Cuatro choques cruciales en los que en sólo noventa minutos se podía alcanzar la gloria o, por el contrario, cosechar un fracaso de consecuencias imprevisibles.
Ya nos hemos ocupado del primero de ellos, aquel partido de vuelta de promoción por la permanencia en máxima categoría en el que nuestro Granada cayó derrotado 0-1 (2-0 en la ida) en Los Cármenes frente al Betis y perdió su condición de primerdivisionista, el 25 de junio de 1967.
Veintidós años después del primer 25J de la historia rojiblanca llegó el segundo. La gran diferencia de este segundo veinticincojota con respecto a los otros tres es que de los cuatro es el único que fue un partido de liga, mientras que los demás lo fueron de promoción (liguilla o play off). También es el único que se ventiló lejos de Granada. Este segundo 25-J tuvo como escenario Marbella y lo que estaba en juego era la permanencia en la tercera categoría del fútbol español, la 2ªB. De las cuatro citas veinticincojoteras hay dos buenas y dos malas, ésta de 1989 es la primera con final feliz, como también es la primera de las dos en que hubo sospechas (y las sigue habiendo) de que los protagonistas, o una parte de los mismos, no se comportaron honestamente.
Hasta cinco parones por distintos motivos sufrió el calendario de la temporada 1988-89, en la que el Granada militaba en el Grupo IV de 2ªB, por esa razón se alcanzaron los finales de junio, cuando normalmente para entonces han terminado todas las competiciones desde semanas atrás. A la última jornada, la 38, llegó nuestro equipo dependiendo de terceros y sin que la victoria garantizase la permanencia. Cualquier resultado distinto a la victoria lo condenaba sin remisión. Además, esa obligada victoria había que procurar que fuera amplia buscando ganar el golaveraje general a equipos de los otros grupos de 2ªB, categoría que perderían 17 clubes: los cuatro últimos de cada grupo más el peor quinto por la cola, justo el puesto de nuestro equipo en la jornada 37, sin posibilidades de alcanzar al 15º. Tan dramáticas circunstancias para el Granada en su último envite liguero eran la consecuencia de una liga desastrosa en la que fue siete jornadas colista y en la que sólo muy al final pudo salir de los puestos de descenso directo que ocupó desde los primeros compases.
Históricamente, la 88-89 es la quinta de militancia de nuestro equipo en el tercer nivel del fútbol español y la que inicia el larguísimo ciclo de travesía del desierto balompédico que tuvimos que padecer sus forofos, que dura la intemerata de veintidós años (2010), con el primer alegrón de la era Pozzo-Pina tras su feliz ocurrencia de dejarse caer por estos predios y resucitar un cuasi cadáver. Partidos infumables de un equipo rojiblanco bajo mínimos y desganado, y derrotas sin cuento en un Los Cármenes desierto, son las notas que mejor caracterizan esta nefasta 88-89, para el que suscribe, la peor con diferencia de todas las temporadas segundabenderas (y hasta tercerolas, añadiría) sufridas por esta piel forofa. El único momento no olvidable de la temporada fue precisamente el del partido con el que se cerraba el ejercicio, el que nos ocupa. Una victoria de los nuestros 2-5 y la mano que echaron otros evitó lo que parecía irremediable: el descenso a la cuarta categoría.
Toni; Julio, Castillo, Lina, Kike; Vicky (Gilberto 35’), Víctor (Peso 75'), Manolo Agujetas, Choya, Andrés; y Merayo, vistieron de rojiblanco sobre el Municipal marbellí. A los 8 minutos perdían 1-0 al señalar el árbitro sevillano, Navarro Cascales, un inexistente penalti, según la crónica para Ideal de Nicasio García. En el tiempo de añadido de la primera parte consiguió Merayo el empate a uno. A los pocos minutos de la segunda mitad se puso el Granada por delante con gol de penalti de Kike. Al cuarto de hora llegó el 1-3, obra de Víctor. Y enseguida dos goles más, el 1-4 nuevamente de Kike y nuevamente de penalti, y el 1-5 con otro penalti a favor del Granada, éste transformado por Merayo. Faltando dos minutos llegó el 2-5 definitivo. Como ven, hasta de tres penaltis a favor dispuso nuestro Granada aquella tarde de calor de horno, récord absoluto todavía vigente pues ni antes ni después lanzo tres penas máximas en un partido oficial, sin tener en cuenta, lógicamente, las tandas de penales para deshacer un empate en otros encuentros.
Gracias a los dos puntos y el puesto 16º final se pudo eludir un descenso a tercera cantado. Ese descenso es más que posible que hubiera significado la defunción del GCF, y en ese sentido, tanto Murado como Cuerva habían manifestado a la prensa a lo largo de la temporada que veían conveniente hacerlo desaparecer y continuar con el filial Recreativo, que podía ascender a tercera. La victoria, cualquiera que hubiera sido el marcador, al final habría dado igualmente la permanencia, pero ésta se consiguió de carambola y angustiosamente, porque el San Sebastián de los Reyes perdió su partido del grupo III frente al Alcalá; el gol que lo condenaba lo encajó faltando sólo cinco minutos, para dar más incertidumbre a la cosa, sin ese gol de nada habría servido la victoria rojiblanca en Marbella. Tres de los cuatro quintos por la cola, Granada, San Sebastián de los Reyes y Aragón (filial del Zaragoza) acabaron empatados a 32 puntos (-6), pero los madrileños fueron los perjudicados por el peor golaveraje general.
La crónica de Ideal dice que en toda la segunda parte sólo existió un equipo, el rojiblanco, que pudo haber ganado incluso por más margen, y que los penaltis a favor fueron muy claros. También se puede leer que conforme iban cayendo los goles rojiblancos, arreciaban en las gradas los gritos de ¡tongo, tongo! Alguna emisora de ámbito nacional comentó en un programa radiofónico esa misma noche que lo sucedido en Marbella debía ser examinado por las autoridades federativas. El caso es que la semana previa a este decisivo partido, el presidente de facto, José Antonio Murado, se mostraba confiado y aseguraba a la prensa que no había nada que temer y que el Granada no descendería. Al mismo tiempo, José Luis Piñero en su habitual columna de Ideal escribía que estaba a la orden del día en los corrillos balompédicos locales el comentario de que camino de Marbella ya habían circulado maletines. Por su parte, Pepe Yepes informaba que en la Costa del Sol se hablaba sin ambages de arreglo previo.
El Marbella había estado toda la liga luchando por los puestos de arriba, pero al llegar la última jornada nada se jugaba pues por entonces sólo subía, sin liguilla (se establecerá dos temporadas después), el campeón de cada grupo, y éste era el Levante desde hacía casi un mes. Como presidente y a la vez entrenador contaba el Marbella con Benigno Vázquez, relacionado con Jesús Gil y sus chanchullos e inmerso de hoz y coz en el que se llamó escándalo Sermosa, que estalló pocos años después.
Con esa permanencia in extremis terminaba la que es para servidor, insisto, la peor de todas las temporadas de 2ªB (este forofo irredento las ha sufrido todas). Un ejercicio en el que hubo dos presidentes: el que figuraba en los papeles, Alfonso Suárez, y otro in pectore o de facto, José Antonio Murado; cuatro entrenadores: Garre, Pachín y Crispi, los tres entre medias de Lalo, que fue el míster que empezó la temporada y también la terminó al ser recuperado para las últimas nueve jornadas; y una plantilla paupérrima, porque no cobraba sus emolumentos, sí, pero también dando sobradas muestras de indigencia balompédica a lo largo de las 38 citas de la liga.
Si hubo algo irregular en ese último partido, si algunos jugadores se vendieron, si el árbitro estaba comprado… seguramente nunca se podrá probar. Pero no deja de ser orientativo en esta cuestión lo que declaró Murado dos años después en entrevista para Radio Granada y que reprodujo Ideal de 1 de agosto de 1991, estando ya el empresario del oxígeno totalmente desvinculado del GCF: «…En aquella ocasión tuvimos que hacer alguna cosa, aunque, en cualquier caso, los aficionados y los granadinos me deben estar agradecidos porque salvé al equipo de bajar a Tercera».
En la crónica ciudadana, el XXXVIII Festival Internacional de Música y Danza estaba en esos días en pleno apogeo, pero soplaban vientos de crisis que planteaban la pregunta de si habría edición 29. Pero para festival, de volante en este caso y no precisamente de gusto, el que tenían que sobrellevar aquel caluroso domingo de verano, como en los anteriores y en los que vinieron después, los paisanos que decidieron acercarse al rebalaje y echar un día de playa, con atascos monumentales a la vuelta, circulando en caravana desde el Azud de Vélez hasta los semáforos de Armilla, en un trayecto de más de tres horas. Aquella carretera decimonónica llena de curvas todavía tendremos que sufrirla los granadinos una veintena larga de años.
Por otra parte, dos días después de la "milagrosa" salvación del Granada, volvía a ocupar primeras planas de la prensa local un personaje siniestro que ya había sido portada bastantes veces por aquellos años: 'el Marce'. Se llamaba Antonio Maya Martos y era una especie de 'Vaquilla' a la Penibética, pero sin ese halo en cierto modo romántico que a este segundo quinqui le prestó el celuloide, y también sin nadie que pusiera música a sus fechorías. Su triste fama la alcanzó a mediados de los ochenta a base de sangre ajena en abundancia, dando muerte al dueño de un bar que no le quiso vender tabaco, y tiempo después añadió dos cadáveres más a su historial liquidando a tiros a dos guardias civiles que le cerraban el paso hacia la libertad en una sonada fuga de la cárcel granadina junto a Los Cármenes. Ahora, en 1989, volvía su nombre a los titulares como uno de los cabecillas de un motín en el penal del Puerto de Santa María. Los presos se apoderaron de la prisión y tomaron rehenes, pero todo se resolvió en veinticuatro horas sin que nuestro personaje añadiera más muescas a las cachas de su revólver y sin que corriera la sangre.