Fútbol en agosto
El sábado se podían contar por miles los bañadores guardados en los maleteros de los coches aparcados en el barrio del Zaidín
Pese a estar de vacaciones, ayer por la mañana me levanté temprano. Pero no lo hice por disfrutar de un rato de tranquilidad y ver desde el tranco de la puerta cómo mis tres hijas dormían plácidamente. Lo hice para empezar a recoger, preparar las maletas e ir cargando el maletero de mi coche familiar. Y todo para un viaje de vuelta. Y eso tiene delito. Siempre he pensado que los viajes de vuelta deben ser remolones y que cualquier excusa sirve para aplazarlo un pelín más: un desayuno tranquilo con vistas al mar, un último baño en la piscina...
Pero ayer no era el caso. Por delante tenía tres horas y media de viaje con un bebé de tres meses, una niña de cinco años que se marea en el asiento trasero y otra de siete que se impacienta en la carretera; así que tocaba guardar el bañador en la maleta y lucir la rojiblanca por media España. En unas horas el Granada estrenaba la temporada en casa.
Reconozco bien esa sensación de estrenar curso futbolístico. El volver a sentarte en tu butaca del estadio e intentar distinguir las caras nuevas que hay en el césped. Son partidos calurosos, con poco ritmo y encima suelen dejar una sensación agridulce que te hace replantearte tu presencia en una grada semivacía. Al vigésimo pase fallado, miras a tu alrededor y te imaginas en la piscina o en la playa.
Piensas para tus adentros que habría tenido un pase ajustar las vacaciones por una boda o un bautizo. Incluso por un cumpleaños. Pero por un partido de fútbol… Es justo en ese momento cuando comprendes que no sean muchos los que cambien el bañador y la toalla por la rojiblanca y la bufanda a mitad de agosto. Menos aún si, como nuestro querido Granada CF acostumbra, se viene de un fracaso deportivo.
Por suerte o por desgracia, ya son muchos los comienzos de temporada vividos. Muchos partidos en '20 de agosto'. Pero pocas veces vi lo de anoche: un Los Cármenes cerca del lleno y una afición entregada. Por suerte, el Granada respondió, ganó y se situó como líder de Segunda División. Pero había una noticia mucho mejor: el sábado se podían contar por miles los bañadores guardados en los maleteros de los coches aparcados en el barrio del Zaidín.