Fútbol de élite

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Imagen de archivo de Ronaldo jugando con el PSV Eindhoven
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Se avecina otra fecha histórica para el Granada C.F. Una más que se acumula en esta ilusionante temporada 20/21. Según organismos oficiales, el partido de este jueves debe ser estimado como el verdadero debut en competición europea, al estar considerados los tres partidos previos jugados en septiembre como meras rondas de acceso al campeonato. Para la puesta de largo continental espera nada más y nada menos que todo un campeón de Europa, el PSV Eindhoven. Si las cuentas no me fallan, tras los campeones españoles Real Madrid y Barcelona, el de la Philips será el tercer club que guarda la Orejona en las vitrinas de su propio museo, que enfrentará el Granada en sus casi 90 años de vida. La circunstancia ya delata la importancia del encuentro para un club humilde y la abismal diferencia histórica entre los dos equipos.

Un enfrentamiento entre iguales que, imagino que como a la mayor parte de esta sufrida hinchada, me cuesta terminar de creer. No hace tanto -aunque cinco lustros parezcan muchos -que el salto cualitativo entre Granada y PSV quedó plasmado en el único cruce de caminos de los dos equipos hasta la fecha. Aunque entonces la confluencia entre ambos apenas fue de pasada. Corría mayo de 1996, mientras el Granada abría la subasta de venta de Los Cármenes y preparaba un desplazamiento a Cádiz en busca de un punto que confirmara el acceso a la liguilla de ascenso a Segunda, se anunciaba a bombo y platillo la visita de todo un Real Madrid a la ciudad. El conjunto merengue iba a disputar en el flamante estadio Nuevo Los Cármenes un partido amistoso que debía de “servir de homenaje al Granada CF si conseguía su objetivo”.

El homenaje, claro, habría tenido su sentido si el sparring del Real hubiese sido el propio conjunto nazarí. Pero nada más lejos de la realidad. Los “homenajeados” lo fueron desde su casa o con suerte desde la grada, puesto que el rival de los merengues en aquel partido arrastrado hasta los pies de la Alhambra por algún político, fue el PSV Eindhoven. Un equipo de enjundia europea que permitía rememorar la semifinal de la Copa de Europa de 1989 y cerrar un contrato de retransmisión televisiva con TVE. Las sonrisas vacías y los pechos hinchados llenaron el palco del coliseo granadinista: se había “conseguido traer a Granada fútbol de élite”.

No me atrevería a indicar que el club holandés birló entonces un espacio reservado al Granada CF. Ni mucho menos. Por entonces la piel de los más acérrimos estaba más que encallecida, apenas un puñado de meses atrás el propio Madrid y el Bayer Leverkusen habían estrenado el nuevo campo, dejando al equipo local las migajas del saque de honor en pies de un entrajetado Antonio Álvarez. Aunque cueste creer, aquella era la dolorosa posición del club más representativo de una ciudad en la que se disfrutaba del fútbol en dos vertientes bien diferenciadas. Hoy, buceando en la hemeroteca del señalado día, uno se puede hacer una buena idea de la dualidad con la que se vivía el deporte rey en la Granada de los noventa. Los diarios provinciales dividieron sus páginas deportivas entre el resultado de un sorteo que aventuraba que sería harto complicada la empresa del ascenso a Segunda y los goles de Guti y un tal “Renaldo”, que desde el punto de penalti del Zaidín había dado comienzo a su legendaria trayectoria internacional.

Desde entonces, desde ese primer cruce donde apenas se rozaron granadinos y holandeses, hasta hoy, que esperamos con ansia el cara a cara, ha llovido mucho. Seguramente demasiado.

Si bien es cierto que las mayores desilusiones quedaron entremedias, también lo es que los grandes sueños los estamos haciendo realidad justo ahora. Por ello, creo más que necesaria esta mirada atrás. Una mirada que delata la fortaleza filipina y el increíble crecimiento de ese club ninguneado, pues casi 25 años después ha sido el Granada CF y no el político de turno, el que ha conseguido traer a la ciudad el fútbol de élite. Por ello, pase lo que pase, ahora sí lo disfrutaré con una gran sonrisa y el pecho bien hinchado.