Asesor a los 20

incitatus
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Hace unos meses dejé de tener “envidia sana” de Adrian Goldsworthy. Leyendo un par de artículos que Juan Manuel de Prada dedicó a esa expresión entendí que la envidia nunca es sana así que era admiración contenida lo que sentía por este historiador británico. Con mi misma edad se permite el lujo de conocer la historia de Roma tan al detalle como algunos la vida de Paquirrín y encima escribe bien.

Godsworthy forma parte de los eruditos en Roma que defiende que el “cursus honorum” en las magistraturas, la limitación de los mandatos y la competividad entre las grandes familias por alcanzar honores  hizo grande a la república Romana. De igual forma la decadencia se inició en el mismo momento en el que se lo pasaron por el arco del triunfo. Sólo la fortaleza inmensa de la estructura creada y unos cuantos grandes hombres que fueron apareciendo le permitieron sobrevivir hasta el 476 dc.

Si pudiese preguntarle al profesor Goldsworthy como encajar en la estructura de un estado el  nombramiento de un chaval de veinte años como asesor de la consejería de sanidad no dudo que lo enmarcaría en la fase de decadencia. Anestesiados como estamos de ver subdirectores médicos de grandes hospitales con el MIR pegado todavía en los talones que nombren a un experto en cualquier cosa con veinte años era cuestión de tiempo.

Con la renuncia sobre la mesa de quien le nombró el ruido mediático se ha calmado pero el trasfondo de la medida permanece y nos deberíamos preguntar que lleva a alguien a tomar esa decisión. ¿Pagar favores? ¿Garantizarse la obediencia? ¿Humillar a los díscolos? ¿Realmente es un crack a los veinte?  Por las explicaciones que ha dado la Sra. Gómez i Picart estamos ante un crack, un experto vamos pero no en materia de salud sino en redes sociales. Es decir, la señora consellera pensó que nada mejor que aflojarle cincuenta mil euros al año a un chaval para que fuese su altavoz ante las nuevas generaciones. Estamos ante el comunity manager mejor pagado y claro nada mejor que preguntarle al interesado para confirmar que se sentía preparado para asumir esa responsabilidad. Y dos huevos duros.

Ya que la señora consellera no ha tenido a bien replantearse si ella también debería renunciar al cargo ante semejante carta de presentación,  buscaré un párrafo en el que el profesor GoldsWorthy defendía que el nombramiento por Calígula de Incitatus como Senador no fue un acto de locura y sí una mezcla potentísima de soberbia y humillación hacia el resto de senadores.