Así era Granada en 1969, el año de la última gesta copera
Eran los tiempos de la remolacha y el tabaco en la Vega, el esbozo del polígono de Cartuja o la construcción de lo que de forma pomposa se llamó Polo de Desarrollo
1969 fue el año en el que el Granada Club de Fútbol alcanzó por última vez las semifinales de la Copa, entonces del Generalísimo. Ahora que la historia se repite, bueno es saber cómo se vivía aquí por entonces.
Fue y será recordado porque el hombre pisó entonces por primera vez la Luna. En el mundo, aunque no tanto en España porque pese a una tímida apertura todavía existía una dictadura, triunfaban películas como Cowboy de medianoche, Dos hombres y un destino, Easy rider o Grupo salvaje. Sonaban en la radio Hey Jude, de The Beatles; Flechas del amor, de Karina: Vivo cantando, de Salomé, que ganó la Eurovisión, y El Río, del granadino Miguel Ríos, que ya hacía años que cantaba con su nombre de pila. Se editó El Padrino, el libro de Mario Puzo que después convirtió en obra maestra cinematográfica Francis Ford Coppola, y también fue el año de Ada o el ardor, de Nabokov, o de San Camilo 1936, de Camilo José Cela. El Gobierno de Franco cerró la frontera de Gibraltar y dijo que la colonia británica caería “como fruta madura” y sería española. Eso no ocurrió
Granada tenía entonces casi 200.000 habitantes y el Área Metropolitana no era ni muchísimo menos lo que es. Sus pueblos tendrían, como mucho, otros cien mil. La “fértil vega”, porque se la conocía por ese nombre, producía frutas, verduras y hortalizas. La remolacha era la estrella. Allí también abundaban los secaderos de tabaco, puesto que Granada era, junto a las Islas Canarias, el lugar de cultivo en España por antonomasia.
Se podía circular en coche por toda la ciudad, eso de la peatonalización vino mucho después. La Fuente de las Batallas, la calle Mesones y otros lugares igualmente céntricos eran transitados cada vez por más vehículos. ¿De qué tipo? Pues los más pudientes se podían permitir un Dodge, un Citroen ID 20, más conocido como Tiburón, o un Seat 1500. Pero los que más abundaban eran el mítico seílla (o sea, el Seat 600), e Seat 850 o el Renault 8. El toque exótico lo ponían el Mini y el Volkswagen al que llamaban Escarabajo.
Cada vez más gente podía permitirse un coche porque se instauró eso de comprar a plazos, las míticas letras. Y aunque había menos que ahora, ya se producían atascos. José Luis Ramos, colaborador de GranadaDigital y profundo conocedor de la historia de la ciudad, comenta que los había “por todos lados” y que en parte se debían a que muchos conductores “aparcaban donde les daba la gana: en doble fila, en la acera…”
Bastante gente iba a aprender a conducir al polígono de Cartuja, que empezaba a vislumbrarse. No existía aún Almanjáyar, el Zaidín llegaba poco más allá de la Plaza Fontiveros y La Chana tampoco era tan grande. Por encima del estadio de Los Cármenes no había nada edificado y en sus cercanías sólo estaba el colegio Ave María.
Los bares de moda estaban en la calle de Las Moras, muy cerca de Ganivet. El primer pub que triunfó se llamaba Paco´s (el genitivo sajón pirraba en esos tiempos, daba un aire muy chic) y también lo hacía la discoteca Janforjay. La gente comía tapas en el bar Los Mariscos de la calle Escudo del Carmen, en el Sevilla o en Los Manueles, por entonces en la calle Zaragoza, lindando con Reyes Católicos. Y por la noche otras opciones eran las cuevas flamencas del Sacromonte o la sala de fiestas Rey Chico, a los pies de la Alhambra, frecuentadas por los más trasnochadores.
“Se hablaba mucho entonces del Polo del Desarrollo”, resalta José Luis Ramos. Aquello fue una iniciativa del gobierno que, como todas las que se ponían en marcha, fue saludada con supuesto entusiasmo por los habitantes, porque se quería hacer ver que aquello sería la solución a todos los problemas, el futuro perfecto. Hubo una masiva manifestación en la calle para recibir con alborozo ese plan, aunque el polo, en primera instancia, se limitó a una fábrica de cañas de pescar. Con el paso de los años, eso sí, se convirtió en el Polígono de Asegra.
Como en el resto de España, empezó a florecer la clase media, aunque aún eran pocas las mujeres que trabajaban fuera de casa. No pocos hombres tenían un trabajo complementario (el pluriempleo) y eso daba para comprar, también a plazos, electrodomésticos que empezaban a hacerse indispensables, como la televisión. En blanco y negro, por supuesto. Y, como ahora, los aficionados estaban la mar de contentos con su equipo de fútbol.