Bob Dylan, ídolo de pocas masas

El artista norteamericano ofreció una velada de dos horas, repasando sus temas más actuales, pero con la misma elegancia y crudeza que antaño

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El artista no dejó que los fotógrafos pudieran inmortalizar su actuación en Granada
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Llegaba, entrado el verano, uno de los días más grandes de la ciudad en este año 2015. Pocos músicos del nombre de Bob Dylan han llegado en los últimos años a Granada, para descargar todo su talento encima de un escenario.

La noche comenzaba con los Los Evangelistas. A la banda no le hace falta presentaciones, ya que se compone de algunos de los músicos más renombrados de la ciudad, aunque en esta ocasión actuaran como secundarios. Llegaron, tocaron y se marcharon, dejando, eso sí, un buen sabor de boca.

Con puntualidad británica -22:00 horas-  se subía el de Minnesota a las tablas del Palacio que con los primeros acordes de Things Have Changed, dejaba claro que efectivamente las cosas cambian. Y es que este no iba a ser un concierto precisamente para los fans. El música sabe que es una estrella y anda recorriendo el mundo sin descanso para demostrar que sus últimos trabajos son igual de apetecibles que sus clásicos.

Y efectivamente el sonido era perfecto, nítido y compactado, a la vez que sucio y melancólico. La ovaciones se iban sucediendo tema tras tema, a pesar de escoger un repertorio menos conocido para la mayoría de asistentes. Con traje blanco, camisa y sombrero, Dylan encaminó su actuación entre punteos de guitarra, toques de piano y su armónica afilada, una de las protagonistas de la noche. Cada vez que el artista la utilizaba el respetable parecía entrar en un pequeño trance.

A falta de temas más conocidos, el repertorio se movió por sus últimos trabajos, como Pay in Blood, Scarlet Town, o Full Moon and Empty Arms y Autumn Leaves, versiones de su último disco homenaje a Frank Sinatra.

Dos horas de concierto en el que el público solamente escuchó la voz sin rasgar del artista cuando anunció los 20 minutos de descansa a la mitad, para seguir con su actuación, acabando con dos bises: una insólita versión de Blowin´ in the wind y Love Stick.

Dylan sigue siendo el rey, un rey que mezcla jazz, blues, country y folk, con una voz desgarrada, por la que pasan los años, pero que sigan pasando así de bien.