Bocadillos y pitos
Hay pocas cosas más futboleras que sentir esos gritos desgañitados, que lanzan improperios a diestro y siniestro, mientras ves un bocadillo blandirse y deshacerse en pedazos entre aspavientos nerviosos. Esos trocitos de pan que salen despedidos entre los insultos, ese pedazo de fiambre que se desprende del emparedado y vuela grada abajo... Eso también es fútbol. Por eso, aunque hace ya algún mes desde que volvimos a disfrutar presencialmente del deporte rey tras la pandemia, lo cierto es que hasta anoche no lo sentí con su total vehemencia. El estadio lleno, los asientos apretujados y la angustia del descenso; esa que hace que el bocado de pan y jamón que se te quede atascado en la garganta.
Ciertamente he de decir que, desde mi sofá y con la cena caliente servida en plato, nunca vi con buenos ojos la llegada de Robert Moreno al Granada. No me encajaba ni su estilo de juego ni su personalidad. Las primeras jornadas no hicieron más que darme la razón y, por ello, desde aquí lo he criticado semana a semana. Pero también he de decir que, pese a todo, ayer yo no le pité, ni tampoco grité pidiendo su cabeza. Y no fue por tener la boca llena por estar comiéndome mi bocadillo de atún con tomate.
Justo ahora creo que es cuando menos podemos recriminar nada a Robert Moreno. Al menos a nivel personal. Le pedíamos que amoldara (por decirlo suavemente) su sistema, le implorábamos por la vuelta al verde de algunos de nuestros jugadores más veteranos, le recriminábamos su actitud en las ruedas de prensa. A Robert le pedimos que cambiara y hay que reconocer que en buena medida ha cambiado. Por eso creo que hay que tener cierta paciencia o, al menos, algo de cautela. Y me pongo el primero de la fila porque, aunque ahora me encaje más ver el estilo de mi equipo, aunque me guste ver la brega de Quini o Molina y aunque ya no me desagrade su actitud tras los partidos; me siguen chirriando los cambios semana sí, semana también.
Coman su bocadillo lo más tranquilo posible y traten de no pitar. Ha vuelto el ambiente de crispación a carrillo lleno. Ha vuelto el fútbol, ha vuelto el Granada.