Buscando la excelencia
Estamos en un mes de mucha ilusión para muchos padres y madres y, por supuesto, también para los niños, nuestros hijos. Comienza el curso escolar, como dicen algunos políticos y volvemos a la ansiada rutina y con ella los propósitos de un nuevo septiembre.
Cada comienzo de curso intento que sea como un fin de año. Es decir, lo lleno de propósitos a conseguir, pero este año no será la eterna asignatura pendiente de los idiomas, practicar más deporte o hacer juntos en familia ese puzle de infinitas piezas; esta vez lo que quiero conseguir son los valores perdidos (o guardados en un cajón), y me propongo predicar con el ejemplo, será todo un reto y mucho más difícil de lo que imagino pero, queridos lectores, esta vez quiero huir de la media, y les invito a hacerlo conmigo.
Y es que somos únicos, y lo tenemos que demostrar a diario. Somos el espejo donde se quieren ver reflejados nuestros peques, enseñémosles a ser excelentes, en cualquier tarea que inicien, y a reflejar en ella el esfuerzo que supone hacerlo lo mejor posible.
Mucho se habla, y con razón, de que una de las peores epidemias del siglo XXI es la obesidad, pero no olvidemos que también lo es la pérdida de los valores que nos engrandecen como lo que somos, personas. Y no siempre nos saldrán bien las cosas, pero que nunca se diga que no hemos puesto toda la carne en el asador.
Nos hemos vuelto muy cómodos, todo lo queremos como demasiada premura (véase la cultura de la inmediatez) y no nos paramos a pensar en el trabajo que conlleva realizar cada tarea con mimo, a veces, hasta se nos olvida dar las gracias…y es de bien nacidos ser agradecidos.
Esta vez el reto va más allá, vamos a trabajar por conseguir esa excelencia que nos distinga en cada detalle, que delate nuestro sello personal.
Lucharemos contra una crisis que tiene sus raíces en una mediocridad cada vez más asentada y recuperaremos todos los valores que se nos han ido cayendo (o hemos dejado) por el camino.
Se trata de una tarea cuya complejidad radica en esa constancia, en esforzarse cada día en hacerlo todo lo mejor posible, lo que revertirá en nuestros resultados así como en nuestro entorno personal, pero, para ello tendremos que aparcar nuestros egos. Están advertidos, no va a ser fácil.
Lo fácil sería mirar hacia otro lado o echar la culpa a terceros de nuestros infortunios o falta de acierto o poca capacidad de superación, pero el reto está en ser valientes y capaces de aprender de nuestros errores para, de cada piedra que encontremos en el camino, construir el mejor de los castillos, y nuestros hijos verán, que es posible y muy saludable y sostenible vivir en un mundo mucho mejor,y además está en nuestras manos.
No nos conformemos hasta que lo bueno sea lo mejor, y lo mejor, lo excelente.
Seamos héroes en nuestro entorno, convirtamos lo normal en extraordinario, aprovechemos cada oportunidad que se nos brinde para dejar nuestra impronta con su sello de calidad, seamos un ejemplo a seguir, acabemos con una crisis que empezó justo en el momento en que nos acomodamos y seguimos el camino fácil sin reparar muchas veces en el daño que podíamos causar.
No seamos uno más del montón, os invito a ser excepcionales, pero tendremos que ser mucho más críticos con nosotros mismos, hagamos de nosotros nuestra mejor versión. Recopilemos lo mejor que tenemos y vamos a potenciarlo.
Vamos a trabajar cada día en nuestra mejora personal. Ahí es nada…
“Dar menos del 100% es desperdiciar el Don” (Steve Prefontaine).