Cabalgata 2025: Diario de un sueño cumplido
GranadaDigital presenta el microdocumental que relata todo lo vivido el pasado 5 de enero por las calles de Granada durante la visita de los Reyes Magos
A veces, la realidad supera a la ficción. Uno cree que podría alcanzar a imaginar el poder que tiene alguien que es admirado y reconocido por los demás. Pero no admirado y reconocido por ser futbolista, ni siquiera por ser una gran estrella de rock, sino ser admirado por lograr una de las cosas más bonitas en la vida: tener la capacidad de cambiar con un solo gesto la mirada de niños y mayores. Ser rey mago por un día.
Eso fue lo que tanto yo mismo, como mis queridos Antonio Gutiérrez e Israel França, tuvimos el honor de vivir el pasado 5 de enero, junto a nuestros fieles pajes que nos acompañaron en esta gran aventura.
El día comenzó muy pronto. A las 8:00 de la mañana teníamos que estar en el centro cultural de Gran Capitán para que el fantástico equipo de estilismo contratado por el Ayuntamiento de Granada nos pusiera a punto.
Luego tocó enfundarnos esos trajes de fantasía que diseñó Antonio Gutiérrez y que confeccionó la modista Trini Pimentel. Estrenar trajes y de un diseñador de moda tan referente como Antonio fue otra de esas experiencias únicas que pudimos vivir en aquel increíble día.
La agenda que nos tenían preparada era trepidante y tocaba comenzarla cuanto antes. Los primeros pasos por las calles de Granada, a eso de las 9:00h, fueron cuanto menos curiosos. Ahí pudimos vivir por primera vez lo que significaba ser rey mago en Granada. La gente que nos cruzamos en los escasos metros que separaban el centro cultural de Gran Capitán de la furgoneta que nos trasladaría hacia la Alhambra nos miraban con una mezcla de ilusión y de cierta incredulidad. Era muy pronto para que SSMM estuvieran ya por las calles de Granada. Quedaban aún más de 9 horas para la salida de la cabalgata.
La visita a la Alhambra
La primera parada era nada más y nada menos que en la Alhambra. Este año se presentaba como gran novedad que SSMM llegarían a la ciudad de Granada por la Alhambra. Una iniciativa fantástica que, a buen seguro, quedará ya como algo a repetir año tras año. Y allí que llegamos Melchor, Gaspar y Baltasar, recibidos por la alcaldesa de la ciudad y el director del patronato de la Alhambra.
En la visita por el monumento nos topamos con decenas de turistas que nos miraban con asombro. Provenían de nacionalidades tan dispares como la china, uruguaya, cubana, italiana, costarricense y hasta con un grupo de turistas de Egipto que habían venido a pasar unos días a Granada.
Para el recuerdo de esa visita quedará la subida a la torre de la vela y esos impresionantes planos aéreos realizados por el dron de la Policía Local de Granada.
La visita a los hospitales
Tras nuestro primer baño de multitudes, nos tocaba bajar a tierra y poner los pies en el suelo. Teníamos por delante la visita a los hospitales de Granada. Primero el Hospital Universitario San Cecilio, en el que visitamos unidades como neonatos y oncología, y posteriormente el Hospital Materno Infantil.
Lo vivido en esas dos visitas quedará guardado en nuestra retina para siempre. Es duro para un adulto ver a niños en situaciones como las que, por desgracia, observamos a muchos de ellos esa mañana. Por suerte, la mayoría de esos menores no eran ni siquiera conscientes de su situación. Pero algo que personalmente me dejó marcado fue ver cómo sus padres nos abrazaban y se emocionaban al recibir nuestra visita.
Más de 3 horas visitando habitaciones, salas de espera y demás dependencias hospitalarias, guiados siempre por un personal maravilloso que nos regaló en esa mañana la mejor de sus sonrisas.
De ahí nos fuimos de vuelta para el centro cultural San Juan de Dios. La Cabalgata estaba a escasas 2 horas de su inicio.
Recuerdo cómo, minutos antes de que me colocaran de nuevo la barba pegada sobre mi piel, fui al WC del edificio. Hasta llegar a él había que recorrer algunos metros, cruzando un par de pasillos. Pasillos que estaban llenos de niños y mayores preparándose para salir en la cabalgata. En el WC había un grupo de 5 jóvenes de no más de 12 años, terminando de pintarse la cara unos a otros. De repente entré yo. Sin barba. Sin ningún elemento que me identificara con el rey que minutos después se subiría a su carroza. Los chavales muy sonrientes me abrieron la puerta y me dijeron que al fondo estaba libre. Mientras yo avanzaba hacia el lugar indicado, recuerdo cómo comentaron que su rey favorito era Baltasar a pesar de salir en la comitiva de Gaspar. Yo sonreí y a mi salida les guiñé el ojo y les dije que mi favorito también era Baltasar.
La Cabalgata
Era la hora. Los técnicos del Ayuntamiento nos explicaron cuál era el protocolo. "Ahí fuera está la alcaldesa. Os recibe y vais los 3 reyes junto a ella y vuestros pajes a la carroza de Baltasar. Este sube a su carroza. Luego Melchor acompaña a Gaspar a la suya y se sube a su carroza y, por último, Melchor va hasta la suya y toma asiento. A partir de ahí, ¡¡¡a disfrutar!!!"
El momento en el que un rey mago se sube a su carroza y otea el horizonte desde ahí arriba es único. A partir de ese momento, solo queda disfrutar y, sobre todo, hacer felices a pequeños y mayores.
Recuerdo la que se formaba cuando desde la carroza cogía un balón y me disponía a tirarlo.
Recuerdo ponernos a bailar mis pajes y yo a grito de "Que bote Gaspar".
Recuerdo esa sensación única que se producía cuando metía la mano en los cajones llenos de caramelos y me disponía a lanzarlos a la gente.
Recuerdo las cartas que entregaban a nuestros pajes. Cartas llenas de amor, de solidaridad, de buenos deseos…
Recuerdo que una mujer nos regaló medio roscón de Reyes en mitad del trayecto.
Pero, sobre todo, recuerdo sus caras. Sus rostros. Sus miradas. Su felicidad. La de niños y no tan niños. La de personas mayores que ese día se convierten en niños y la de niños que son niños y que tan solo quieren un puñado de caramelos, una pelota y, sobre todo, una mirada cómplice.
El pasado 5 de enero, este que les habla, y estoy seguro que lo hago también en nombre de mis queridos compañeros Baltasar y Melchor, recibimos uno de los mejores regalos que podíamos recibir. Gracias de corazón por habernos permitido disfrutar de ser Reyes Magos por un día en nuestra querida Granada. Nunca lo olvidaremos.
El final
La cabalgata tiene su punto y final en la plaza del Carmen. He de reconocer que, de todo el trayecto, ese momento fue el que más me impresionó. En las diferentes retransmisiones de TV que se hicieron ese día y que pude ver luego con posterioridad, se me veía especialmente emocionado al pisar la céntrica plaza. Y es que con la llegada al Ayuntamiento, en mi caso, viví ciertas contradicciones; por un lado, lo disfrutas como un enano. Nos recibieron a toque de fanfarria y a golpe de banda de música. Los compañeros de los medios te asaltan. La alcaldesa nos entregó la llave maestra que nos serviría para abrir todas las casas esa noche. Tienes la oportunidad de poder tocar y abrazar a los niños. Y al final, incluso tienes la fortuna de poder dirigirte a toda esa gente que estaba allí en la plaza del Carmen desde el balcón del Ayuntamiento. Fue sencillamente espectacular.
Pero, por otro lado, sabías que el final estaba cerca. Que en unos minutos, te quitarías el traje, la barba y esa maravillosa corona y volverías a pasar al anonimato. Ya no te reconocería nadie, pero, sobre todo, ya no tendrías ese poder de incalculable valor: ser capaz de cambiar los rostros de pequeños y mayores tan solo con una mirada y un gesto de cariño.
Y, efectivamente, ese momento llegó. Nos desvestimos, nos desmaquillaron y nos volvimos a poner nuestros aburridos atuendos. En mi caso y en el de mi chica Cecilia - que fue mi paje junto a Susana- y a pesar de estar repletitos de agujetas, decidimos volver a casa caminando. Con una lluvia fina que empezó en ese momento. Tirando de nuestra maleta en la que llevábamos nuestros trajes. Hablamos poco de camino a casa. Saboreábamos desde nuestro recuperado anonimato lo que acabábamos de vivir.
Tímidamente, pero armado de valor, le guiñé un ojo a uno de los niños que nos encontramos en el camino de vuelta a casa. Me devolvió una sonrisa. Y esa sonrisa ejemplificó a la perfección lo vivido durante el pasado 5 de enero de 2025.
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