Chelo Araque y la emoción de revivir a Bernarda Alba en la casa que inspiró a Lorca
La actriz y directora de arte participa en el rodaje histórico en la casa real de Bernarda Alba

El 8 y 9 de marzo fueron dos días que quedarán grabados en la memoria de Chelo Araque. En esas jornadas de rodaje, la actriz y directora de arte se sumergió en los papeles de Bernarda Alba y Margarita Xirgu, dos figuras icónicas de la dramaturgia, en un proyecto cinematográfico dirigido por Marta-Cora Castro. Pero este no fue un rodaje cualquiera: por primera vez, La casa de Bernarda Alba cobraba vida en la casa real que inspiró la obra de Federico García Lorca. Un espacio en el que aún se siente el pulso de aquellas vidas.
Actualmente, la película se encuentra en fase de posproducción, afinando los detalles que convertirán este rodaje en una obra cinematográfica que promete ser un homenaje fiel y emocionante al universo lorquiano.
Bernarda Alba: una figura que trasciende el tiempo
Chelo Araque lleva más de siete años interpretando a Bernarda Alba, un personaje que, aunque le resulta familiar, sigue desafiándola en cada nuevo acercamiento. “Tengo mi propio diálogo interno con Bernarda: le pido permiso, pero ya sin miedo. Con respeto, sí, todo el respeto del mundo”, comenta la actriz. Desde su perspectiva, Bernarda no es solo una mujer autoritaria, sino también alguien que en su juventud pudo haber sido una Adela. “Quizá por eso sabía que esas ansias de vida que sus hijas experimentaban solo podían ser doblegadas con disciplina”.
En esta producción, Araque propuso una faceta distinta de Bernarda, una que la mostrara más humana, más madre, más mujer de lo que las normas sociales de su tiempo le permitieron. Para la actriz, ese es uno de los momentos más especiales de la película: una Bernarda que, por un instante, deja ver su vulnerabilidad.
Ser Margarita Xirgu: un homenaje desde la interpretación
Además de Bernarda, Araque tuvo la oportunidad de encarnar a Margarita Xirgu, la gran actriz y amiga de Lorca. “Nunca la había interpretado antes. Hacerlo de la mano de Marta-Cora, que trabajó con ella cuando era casi una niña, fue un lujo”. Para la actriz, Xirgu es la encarnación del amor por el teatro y la lucha por la libertad creativa.
El reto de este papel no solo vino por la carga histórica que conlleva, sino también por la oportunidad de compartir escena con Javi Cereto, quien da vida a Federico. “Moría de ganas de actuar con él. Lo admiro profundamente. Recibir un audio suyo… no sé si has oído su voz, pero es una experiencia religiosa”, confiesa Araque.
Un rodaje con alma: el debut cinematográfico de Uriel Araque
Para Chelo Araque, este rodaje fue mucho más que un proyecto artístico: marcó el inicio de un sueño compartido. Su hijo, Uriel Araque, de solo 13 años, debutó en el cine. “Vi a mi hijo estrenarse ante la cámara. No me sorprende nada de él. Lo admiro casi tanto como lo amo. Era su primera vez y tenía más responsabilidad e ilusión que miedo”, confiesa la actriz, conmovida.
Pero Uriel no solo actuó. Al terminar sus escenas, se unió al equipo técnico, cargando, ayudando, resolviendo. “Se los ganó a todos”, dice su madre con orgullo. Su respuesta al ser invitado a participar resume bien su carácter: “La actriz eres tú, mamá. Yo soy jugador de baloncesto… pero si me pagáis, lo hago”.
Aunque su pasión es el deporte —juega en el equipo de baloncesto del Granada Covirán y admira a Giannis Antetokounmpo—, Uriel ha crecido entre luces y ensayos. Desde bebé acompañaba a su madre en los teatros, aprendiendo sin quererlo el lenguaje del arte.
Su participación en La casa de Bernarda Alba, dirigida por Marta-Cora Castro, también lo conectó con otro de los pilares de su vida: la poesía de Federico García Lorca, que ha estado presente desde su infancia gracias a su madre y su profesora, Meme González. En este proyecto no solo actuó: también recorrió la casa de Lorca buscando sillas para una escena clave. Se entregó con la seriedad de un profesional y la ternura de un niño.
Uriel es un joven de múltiples pasiones: ama la música, el baloncesto y, sin proponérselo, también el arte. Sea cual sea el camino que elija, ya ha dejado una huella luminosa. Y en ese rodaje, entre cámaras y emociones, una madre vio a su hijo crecer de una forma única.
Un rodaje marcado por la emoción y el compromiso
Otro de los momentos más intensos fue cuando, en plena noche, Araque tuvo que regresar sola a la casa de Federico a recoger parte del vestuario. “La energía de esa casa en silencio, a solas, es sobrecogedora. Sin darme cuenta, se me llenaron los ojos de lágrimas. Me dieron ganas de preguntarle: ‘Fede, ¿qué? ¿Qué te ha parecido el rodaje? ¿Pasó así?’”.
Si pudiera hablarle, le diría que su historia sigue vigente. “Que sigue siendo extremadamente fácil vulnerar los derechos de la mujer solo por el hecho de serlo. Que nuestras vidas aún dependen de la voluntad de algunos que cada vez son menos, pero siguen ahí. Que el mundo sigue lleno de Adelas y Bernardas. Que desde fuera ya no está bien visto y se está legislando, pero desde dentro… nos siguen matando de muchas maneras”.
Complicidad en escena y desafíos climáticos
Rodar con sus compañeras de la compañía Teatreves fue, en palabras de Araque, como estar en casa. “Llevamos más tiempo juntas que muchos matrimonios. La conexión y la complicidad son absolutas”.
Pero no todo fue sencillo. La secuencia del patio, uno de los momentos álgidos de la obra, tuvo que grabarse en medio de la lluvia. “Estábamos heladas, en camisón, esperando a que dejara de llover. Pero no paraba. Marta se acercó con cara de ‘¿cómo se lo pido?’ y antes de que terminara la frase, todas dijimos a una: ‘Sí, Marta, sí. Grabamos con lluvia. ¡Ahora!’”.
Cine independiente: pasión y sacrificio
Chelo Araque no solo se enfrentó a la actuación en este rodaje. También asumió el papel de directora de arte, un desafío que define con una frase: “una puta locura. Podría decirlo más bonito, pero no lo acotaría tan bien". Ese esfuerzo se tradujo en cada detalle del set: las mantelerías de su madre, su vajilla de ocasiones especiales, los pañuelos de punto de cruz, los camisones de novia de sus vecinas, el jabón casero de una amiga, e incluso una hogaza de pan de pueblo que le robó al catering. “Eso no tiene precio”, reconoce.
Se el primero en comentar