Ciudad de los Niños, el respeto a la diversidad
No es raro pensar que cuando se une tanta diversidad, pueden surgir dificultades en la convivencia, pero he aquí el mayor logro de este centro
Bajo el lema “Mi cole, mi casa” Ciudad de los niños se presenta como un centro educativo y de acogida destinado a favorecer que menores en situación vulnerable tengan garantizado un ambiente lo más normalizado posible, donde la adquisición de hábitos y responsabilidades, se convierten en la principal tarea del equipo humano que trabaja diariamente en este centro. El equipo humano crea un ambiente de seguridad, confianza y estabilidad que permite trabajar el desarrollo emocional y afectivo de cada menor.
Además de ser centro escolar, que abarca desde infantil hasta ciclos formativos y formación profesional, Ciudad de los Niños es un centro residencial en el que, a través de diferentes programas, viven niños y niñas desde los 6 a los 17 años, en el caso de los menores y, hasta los 21, en el caso de los mayores de edad.
Uno de los aspectos fundamentales y más enriquecedores de este recurso es la alta diversidad de la población que acoge. La pluralidad cultural y étnica, una de las riquezas de Ciudad de los niños que, sumado a la diversidad social que atiende, hacen que la población de este centro sea heterogénea y, por ende, el trabajo que se hace ha de estar adaptado a sus necesidades y basado en el respeto y la individualización de objetivos.
“Acogemos y educamos niños y niñas para formar hombres y mujeres comprometidos con la sociedad” Hermano Carlos, Fundador de la ciudad de los niños en 1950.
El objetivo principal es acompañar a estos chicos y chicas para que lleguen a ser ciudadanos responsables,, ayudándoles a convertirse en personas capaces de vivir plenamente en la sociedad.
Actualmente, en la Ciudad de los Niños conviven 12 nacionalidades diferentes. Niños y niñas con costumbres y hábitos diferentes cuyas tradiciones culturales se encuentran cada día en el aula, en la mesa o en los pasillos. Esta diversidad cultural no hace si no enriquecer el espíritu de esta casa dándonos la oportunidad de aprender cada día a valorar, respetar y entender al prójimo.
No es raro pensar que cuando se une tanta diversidad, pueden surgir dificultades en la convivencia, pero he aquí el mayor logro de este centro: el respeto a la diversidad. El programa educativo no se basa simplemente en diseñar el currículo formativo sino que el objetivo primordial es conseguir el bienestar del menor a través de su estabilidad emocional, física y social. La clave está en implicar al menor en su propio proceso educativo dando oportunidades y opciones, respaldando y apoyando sus decisiones; y permitiendo la adquisición de responsabilidades de manera gradual, hasta conseguir un nivel de autonomía que le capacite para ser independiente.
El trabajo diario y la programación educativa buscan promover la convivencia y mejorar las relaciones personales de los menores mediante la colaboración en el trabajo común. Los proyectos educativos como Sembrar para crecer o El Rincón de las Gallinas pretenden fomentar las habilidades sociales, el valor del trabajo común, compañerismo y respeto; así como dotar habilidades pre-laborales que desarrollen sus competencias sociales. A través de estos proyectos que, además enseñan a entender, valorar y amar a la naturaleza, se ofrece la oportunidad de que los alumnos participantes vayan tomando decisiones y adquiriendo compromisos –como ser monitores de los más pequeños- y, así, recibir la recompensa inmediata del trabajo bien hecho y el reconocimiento social de sentirte valorado y apoyado. Con ello se logra ampliar y desarrollar la personalidad del individuo y canalizar las emociones de cada uno de ellos, crear un grupo cohesionado, cuyos miembros son capaces de cooperar entre ellos y desarrollar conductas y sentimientos de empatía y solidaridad.
Es de esta manera como se consigue que, el buen humor, el compañerismo y el respeto sean los motores de su convivencia.