Comer por ansiedad

¿Por qué tendemos a comer más cuando tenemos ansiedad?

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¿Por qué tendemos a comer más cuando tenemos ansiedad?

Lo primero que tenemos que tener claro es por qué comemos. En muchas ocasiones el hambre se confunde con aburrimiento o con sed. Si, por el contrario, lo que buscamos es aliviar o calmar de forma momentánea nuestro malestar, estamos mostrando uno de los síntomas de la ansiedad.

Esta forma de comportarnos puede haberse adquirido en la infancia, cuando los padres o cuidadores ofrecen comida al niño o niña cuando está triste o está llorando: de esta forma se asocia la ingesta a la relajación y al consuelo. Sin embargo, esta relación con la comida no siempre se origina en la infancia, sino que el problema, por lo general, suele ser una incorrecta gestión de la ansiedad (y uno de esos síntomas, la ingesta compulsiva) y de los pensamientos automáticos negativos sobre uno mismo, los demás, el mundo que nos rodea y el futuro.

La ansiedad, realmente, es un mecanismo que nos ayuda a sobrevivir: nos alerta de los peligros de nuestro entorno y hace que nuestro cuerpo se prepare para afrontarlos. Por ejemplo, cuando estamos cruzando la calle y vemos un coche que se dirige hacia nosotros rápidamente, nos activamos (nuestro corazón se acelera, respiramos más rápido, se dilatan nuestras pupilas…) y respondemos a esa amenaza real (peleando, huyendo, escondiéndonos o paralizándonos).

El problema surge cuando sobreestimamos al valor real de la amenaza a la cual estamos expuestos, y nuestro cuerpo se prepara para una situación que no es realmente peligrosa para nuestra vida (como un examen, una discusión, una ruptura de pareja, un problema en el trabajo…

¿Cómo afrontar de una forma adecuada la ansiedad?

Lo primero que hay que tener claro es que tenemos que enfrentarnos a nuestros problemas. La técnica de no pensar en lo que nos preocupa o evitar ciertas situaciones que nos dan ansiedad sólo alimentan el problema. Por otro lado, si sabes que estás comiendo por ansiedad, no lo hagas: esto puede acabar generando problemas de salud, disminución de la autoestima y trastornos de la alimentación.

Por el contrario, cuando se experimenta ansiedad, es recomendable hacer alguna actividad que sea incompatible con dicha ansiedad (como practicar técnicas de relajación, hacer deporte o estiramientos, darse una ducha o un baño, descansar adecuadamente, o hacer cualquier tipo de actividad que resulte agradable). Aunque fumar o beber pueden parecer actividades relajantes, son estimulantes y depresores respectivamente, por lo que no se recomiendan ante estados de ansiedad (además, tampoco es adecuado asociar esas actividades con la calma, igual que hacemos con la comida).

Sin embargo, las pautas anteriores sólo funcionan a corto plazo. La ansiedad aparece cuando tenemos pensamientos automáticos negativos y no paramos de rumiar (darle “vueltas a la cabeza”), así que, si tendemos a sufrir ansiedad y a ver el mundo de una forma negativa, relajarnos un rato no nos solucionará el problema. Por ello, en estos casos es importante buscar el apoyo de un profesional de la psicología, que nos ayude a manejar el flujo de pensamientos negativos y nos oriente para lograr ver el mundo de un modo adaptativo, realista y constructivo.

Un artículo de Centro de Psicología Ágora