Cómo consumar un descenso de la forma más dolorosa
Imagen lamentable del Granada ante el Valencia, sin orgullo ni dignidad; Ponce: el clímax del esperpento rojiblanco
Se presentaba el Granada ante el Valencia con la tarea de comenzar un nuevo camino de esperanza. De darle forma a todo aquello que se ha escuchado de las seis victorias y tal. Los Cármenes volvió a responder, a pesar de todo. Pero nada cambió. El Granada volvió a ser el mismo aberrante equipo que ha sido durante lo que va de curso, sin orgullo ni amor propio, y sin un ápice de competitividad.
El conjunto nazarí lo padecerá dentro de una semanas cuando se confirme el descenso de forma matemática, pero los jugadores quedaron señalados. Sólo unos poco se salvan. Ochoa, Héctor Hernández, Wakaso, Foulquier… y pocos más. El ghanés corrió lo que no corrieron sus compañeros, y Héctor se mostró más dolido que casi toda la plantilla, cuando el jugador cedido por la Real Sociedad llegó hace tres meses. Ochoa evitó la goleada. Profesionalidad.
El Granada volvió a pecar en defensa, evidenciándose que Ingason no es apto para jugar en Primera. Se volvió a carecer de una mínima reacción. Como durante toda la temporada. Al primer revés, se ven todas y cada una de las debilidades del equipo. En realidad casi todo el equipo hizo un partido desastroso. Alcaraz lo resumió en rueda de prensa: “Falta de aptitud”. No aptos para la Primera División.
La película de miedo que ha vivido -y sigue viviendo- la afición rojiblanco horizontal esta temporada alcanzó su clímax en el gol de Ezequiel Ponce. Lejos de animarlos, los hundió más aún. Una hinchada muy golpeada, que ha aguantado mil y una decepciones, tuvo que ver como Ponce, que anotaba su segundo gol en toda la temporada, los mandaba callar. Los aficionados explotaron y gritaron contra el delantero argentino ‘Ponte vete ya’ y ‘Lucas quítalo’. El joven futbolista cedido por la Roma se disculpó en zona mixta, pero la anécdota ya quedará para siempre en la memoria.
Los últimos diez minutos son la gota que colma el vaso de lo horripilante. El Granada perdía más tiempo que el Valencia. Jugadores parados, andando, esperando que pasase el tiempo y el árbitro pitase el final del encuentro. Ni siquiera rabia se veía en su actitud. Rabia por haber sido protagonistas de descender a un equipo a Segunda División, señal de la categoría de estos jugadores.
En este sentido se ven enormes diferencias con el Osasuna, por ejemplo, que ganaron en esta jornada al Leganés (2-1). Los rojillos llevan tiempo ocupando el farolillo rojo, sin embargo, siguen compitiendo y luchando. Y lo hace con dignidad y en honor a la camiseta y el escudo que defienden sobre el terreno de juego. Todo lo contrario al sentir de todo el granadinismo con su equipo. Y ojo con que el Granada no acabe siendo último. El Osasuna está a tres puntos, con un duelo directo aún por jugar en Pamplona.
Todo lo expuesto anteriormente muestra cómo el Granada ha logrado consumar lo que parecía ya más que evidente, por mucho que el Club quisiera esconder con un discurso que se ha demostrado a la postre que estaba absolutamente vacío: el descenso a Segunda División. Probablemente, los jugadores nunca se creyeron aquello de seis victorias para soñar. Lucas Alcaraz, granadinista de corazón, quiso querer creer, pero ya parece resignarse a la obviedad: “Tenemos que seguir peleando mientras haya vida, pero no podemos engañar más a la gente”.