Los consejos de la OCU para evitar los ahogamientos en verano

Las corrientes de resaca y la falta de vigilancia a los niños se sitúan entre las primeras causas de mortalidad

ahogamientos en verano
Una joven nada en el mar | Foto: E.P.
Carlos Ruiz
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Con el aumento de las temperaturas, es inevitable buscar maneras de refrescarse, ya sea en la piscina, en la playa o en charcas naturales. Cualquier opción para combatir el calor es bienvenida, pero no se debe olvidar que en España se producen más de 400 muertes por ahogamiento al año. Estas tragedias siguen ciertos patrones: los niños se ahogan con mayor frecuencia en las piscinas, mientras que los adultos corren más riesgo en la playa. 

En España, entre 400 y 500 personas mueren ahogadas cada año. De estas, el 55% ocurre en playas, el 15% en piscinas y el 30% restante en otros cuerpos de agua como ríos, canales, pantanos y balsas. La proporción de ahogamientos en relación con la población total varía según el país, pero en naciones desarrolladas, las cifras suelen oscilar entre 1 y 4 fallecidos por cada 100,000 habitantes.

En los primeros seis meses de 2024 han fallecido ya por ahogamiento 198 personas, siendo desgraciadamente el mes de junio de 2024 el segundo con más ahogamientos desde 2015.

La vigilancia es clave para evitar desgracias

Tanto los socorristas en áreas de baño públicas como los propios padres deben estar atentos, incluso si el niño sabe nadar. Además, es importante evitar bañarse solo, ya que cualquier imprevisto puede tener consecuencias graves. La mayoría de los ahogamientos ocurren en lugares sin vigilancia, donde el exceso de confianza representa un gran riesgo. Según la OCU, las principales causas de ahogamiento varían según la edad:

- En niños, la falta de supervisión adulta es el factor más crítico.
- En adolescentes, las imprudencias son la principal causa.
- En adultos, el exceso de confianza, incluso si se sabe nadar, es una preocupación común.
- En personas mayores, la pérdida de capacidades físicas juegan un papel muy importante.

La playa y las corrientes

Las corrientes de resaca, también conocidas como corrientes de retorno, son peligrosas porque arrastran el agua desde la orilla hacia las zonas más profundas. Mientras que algunas playas tienen áreas donde estas corrientes son bien conocidas, en otras no siempre aparecen en los mismos lugares ni de manera constante. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Alicante advirtió sobre su peligrosidad en el Mediterráneo, especialmente cuando el viento de levante se intensifica.

Estas corrientes se pueden identificar por el color distinto del agua, que resulta del arrastre de arena y algas hacia el mar, y por la presencia de espuma en los bordes de la corriente de resaca. Visualmente, se parecen a una brecha oscura que se extiende mar adentro a través del oleaje, indicando una ruptura en las olas. Como no es fácil detectarlas a primera vista, debes poner cuidado y evitar las zonas de peligro que hayan delimitado los socorristas en la playa.

Cómo salir de una corriente de resaca

En primer lugar, verifica si puedes tocar el fondo y, en caso afirmativo, camina de regreso a la orilla. Si no puedes, evita luchar contra la corriente, ya que te cansarás rápidamente. En lugar de eso, nada en paralelo a la orilla, moviéndote hacia los lados de la corriente. Flota y nada con calma para conservar energía hasta salir de la corriente y llegar a la playa con la ayuda de las olas.

Mantén la calma, ya que las corrientes de resaca no arrastran a las personas mar adentro indefinidamente; tienden a desvanecerse más allá de la zona de olas. Si no logras acercarte a la orilla, no dudes en pedir ayuda gritando y agitando los brazos.

Los niños; especial atención

Los socorristas recomiendan que los adultos que vigilen a los niños no lo hagan desde el borde de la piscina, sino que se metan con ellos en el agua.

La principal medida activa que deben llevar a cabo los padres consiste en que los niños aprendan a nadar cuanto antes. Pero existen ayudas para flotar muy buenas y eficaces según la OCU, tales como:

  • Chalecos. Es el dispositivo más seguro, pero ofrece poca movilidad.
  • Manguitos. Mucho menos voluminosos, los manguitos son mucho más comunes que el chaleco y, aunque consiguen muy buena estabilidad del niño en el agua, no facilitan la movilidad de los brazos necesaria para lanzarse a nadar.
  • Burbujas. Es a partir de los dos años cuando la burbuja colocada a la espalda, o un elemento similar, deja mayor libertad al niño para desarrollar los movimientos propios de nadar. En esta fase el niño necesita ya nadar activamente, no como con los manguitos que se encargan de mantenerlo a flote. A partir de este momento otros elementos externos de flotación como tablas, churros, etc. serán una ayuda que le facilitará el aprendizaje de movimientos determinados (piernas, brazos...).