Contra toda evidencia
Se acercaba el mediodía del domingo y en la explanada anterior a la estación de trenes comenzaba a tomar forma la manifestación convocada para esa hora contra el prolongado e interminable aislamiento ferroviario que sufre Granada. Bajaba yo por el lateral de la avenida escudriñando caras, por si algún notable ‘pepero’ anteponía los intereses de la provincia a los de su partido dando fe de su preferencia con su presencia en la concentración.
Pero, quiá, allí no se dejaba ver ningún representante de la derecha granadina y estaba yo en esa elucubración: en la de los hospitales no vemos un socialista, en la de los trenes no vemos un ‘pepero’, signo de lo mucho que mandan las dirigencias de los partidos, siempre jugando al todo o nada, siempre a la caza de la adhesión inquebrantable a la línea y los intereses partidarios. Para ese día, ya había venido el consejero de Fomento, tres jornadas antes, para maquillar un nuevo retraso en el ‘metro’ de Granada…
Había un furgón de la Policía aparcado en uno de los fondos de la avenida. Pasaba distraído por allí cuando se abrió una puerta y del vehículo salió un agente. En sus hombreras había laureles, pero como los distintivos ya no son los del Ejército ignoro si tales entorchados tienen mucho o poco mando en plaza. El caso es que espetó a un compañero allí de servicio algo así como “ya hay doscientos, ¿no?”.
Me juran y perjuran que la cifra de los “2.500” manifestantes que solemnemente asegura la Subdelegación del Gobierno salen del informe policial elaborado al efecto. Si es así, lo firmaría aquel hombre que ya de buena mañana ironizaba con los “200 manifestantes”, pensé. Cuando el domingo por la tarde me llegó el comunicado oficial no daba crédito a mis ojos. Contra toda evidencia, la representación del Gobierno en la provincia reducía con descaro el número de asistentes. No hace falta entrar en juicios de intenciones. De nada vale buscar para el despacho noble del caserón de la Gran Vía un perfil técnico, de funcionario de alta capacitación y currículum al servicio del Estado si en los escalones inmediatamente inferiores se coloca a unos ‘hooligans’ dispuestos a atropellar la razón con tan reductiva cifra. Si no son ‘hooligans’, actuaron como tales. Un mal día lo tiene cualquiera…
Es de justicia reconocer que esta disparidad de cifras según el cuerpo policial y el organismo oficial que las emite ‘frente a’ o ‘acorde con’ la tendencia política convocante no nació en Granada ni tampoco este domingo pasado. Desgraciadamente es una más de las triquiñuelas que ha inventado la política en España -que vamos dando por normales- desde la suposición de que la estulticia reina entre la ciudadanía. Pero, hombre, una cosa es rebajar y otra mirar la manifestación a través de un microscopio. En cualquier caso, sepan los ‘reduccionistas’ que fueran 2.500 o 200, quince mil, treinta mil o diez mil, la actuación de los sucesivos ministros de Fomento en estos últimos años -tampoco los de Zapatero se lucieron, de acuerdo- no tiene nombre. Ni año ni plazo ni horizonte.