Coque Malla convierte el Generalife en ‘El saco de los sueños’

El artista deleitó con una selección de éxitos, tanto propios como de Los Ronaldos, y contó con la presencia de Miguel Ríos entre el público

Concierto de Coque Malla en teatro Generalife de la Alhambra
Coque Malla sobre el escenario del Teatro del Generalife | Foto: Antonio L. Juárez
Diana Ioana
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El final del ciclo '1001 Músicas CaixaBank' se acerca y la noche del pasado viernes se vio envuelta en la vertiente pop y rock a manos del ídolo madrileño Coque Malla, que se mostró ilusionado por tocar en la emblemática Alhambra. A cuatro minutos de comenzar el espectáculo, el teatro del Generalife estaba casi lleno. Los instrumentos esperaban en el centro tenuemente iluminados por una luz azulada. Mientras, los demás asistentes iban llenando poco a poco las sillas del monumento. Al instante, el espacio se quedó en completa oscuridad, con una parpadeante guirnalda de luces atrayendo la atención sobre el escenario. Por fin apareció la estrella.

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Místico’ fue el comienzo de la noche donde Malla, sin comerlo ni beberlo, soltó su talento como si nada, acompañado de su guitarra carmesí y de un público absorto por el espectáculo. “Yo no soy un místico” reza la letra, pero sin duda alguna los allí presentes pensaron que sí lo era. “Ruge, Granada, ruge”. Y vaya si rugió esa noche. Pronto el frío dejó de importar y el teatro se convirtió en un lugar donde ‘Solo queda música’ para los oídos de los asistentes.

“Granada, ¿cómo estáis? ¿Bien?" Cómo si el arranque de la fiesta no hubiese sido épico. “Por este escenario acaba de pasar Patti Smith”, expresó con admiración. Otra presencia más, objeto de su admiración, se encontró entre el público: Miguel Ríos: “para él es este concierto, se lo dedico entero”.

Miguel Ríos entre el público en el concierto de Coque Malla en teatro Generalife de la Alhambra. FOTO: ANTONIO.L.JUAREZ

El Generalife se convirtió en ‘El saco de los sueños’, donde el ‘Extraterrestre’ no tenía pinta de querer dejar descansar ni un segundo las cuerdas de su guitarra. ‘La carta’ de presentación del artista -con la que además mostraba sus dotes actorales y con la que convirtió el escenario en una obra casi teatral- no había hecho más que comenzar, y es que ‘Aunque estemos muertos’ nadie olvidará el espectáculo que vivió. Un baladón que cambió el rumbo de la velada fue ‘Bla, bla, bla’, con el que una entrañable señora, con alma de bailarina, se dejó la piel danzando -y así siguió-.

‘¿Volverá?’ es la pregunta que todos se estaban haciendo. La respuesta a esto es ‘No puedo vivir sin ti’. Clara y concisa. Una pizca de esperanza. Fue automático, móviles desenfundados, como pequeñas estrellas a ras de la tierra, logrando que los asistentes abrieran en canal sus corazones ante el artista.

‘Todo el mundo arde’, y sí, la temperatura había subido unos pocos grados, lo cual era ‘La señal’ de que todo marchaba sobre ruedas, imparable ‘Como los gatos salvajes’, dedicada a Miguel Ríos.

“Arriba las manos, por favor”, orden que el público acató gustoso, formando una estampa donde todo lo que podía verse eran palmas sincronizadas llenar el aire. Como si fueran una brizna de hierba ondeando al son del viento, siguiendo el ritmo de la naturaleza.

Unas tímidas estrellas alumbraron el cambio de escenario, un entorno intimista donde Granada pasó a ser ‘Berlín’, y el artista se quedó a solas con el público para dar protagonismo a su sensibilidad. ‘Hace tiempo’ le siguió antes de que la banda volviera en mitad de ‘El último hombre’. Con momentos a capella totalmente íntimos, el artista creó una conexión irrompible con el público. Cereza del pastel de la noche.

Volvió a sus inicios con ‘Adiós papá’ y ‘Por las noches’ de Los Ronaldo, antes de regresar a su etapa en solitario con ‘Un lazo rojo, un agujero’, que terminó de animar el ambiente con buenrollismo desbordante. ‘Guárdalo’ con amor es lo que había que hacer con los recuerdos de este espectáculo, atesorarlos en la memoria -y en la cámara del móvil- como si de oro puro se tratase, pues una noche así no se da todos los días: “A Miguel le ha gustado, con eso me vale”. ‘Me dejó marchar’ -aunque es precisamente lo que el público no quería hacer- culminó la experiencia, donde se creó un marco suave, casi de algodón, y dejando con ganas de más a todo el teatro.

A todo esto, la bailarina nunca dejó de bailar, el público nunca dejó de darlo todo y, aunque el frío nunca abandonó por completo el aire, el artista nunca dejó de brillar. Es oficial: Granada ya no puede vivir sin Coque Malla. No hay manera.