La crisis del coronavirus, una trituradora para el comercio de proximidad y la hostelería
La pandemia ha obligado a cerrar establecimientos míticos como Sugar, el Bar Rialca o La Bella y la Bestia; mientras otros como Musical Leonés sobreviven adaptando su actividad y con un ERTE
Son grandes generadores de riqueza, mantienen un modelo de economía justo y responsable, en suma generan miles de puestos de trabajo y, sin embargo, están siendo los grandes damnificados de la crisis económica derivada de la pandemia. El negocio de cercanía sufre como nunca las consecuencias del Covid. A las restricciones de aforo, horario y movilidad hay que añadir el miedo al contagio de la ciudadanía. Una contingencia que está terminando de darles a muchos la última y definitiva estocada.
A menos de dos semanas para que se cumpla un año de la entrada en vigor del primer Estado de Alarma, la situación se ha recrudecido para muchos empresarios que, en aquel momento, ni por asomo pensaban lo que se les venía encima. Las grandes empresas que decidieron aguantar, tuvieron que recortar sus servicios. En el Aeropuerto de Granada, por ejemplo, EasyJet retiró todas sus conexiones internacionales de la terminal. Y para la pequeña y mediana empresa el Covid fue como un matador dirigiéndose al morlaco.
La situación es transversal en muchos aspectos. En el centro o en los barrios, comercio u hostelería, con más o menos años funcionando… El denominador común de muchos negocios es la imposibilidad de mantener la persiana abierta. Y los indicadores económicos, mes tras mes, lo certifican. Más paro, más cierres, más ERTE y menos afiliaciones a la Seguridad Social. El panorama es oscuro y las perspectivas son poco halagüeñas.
Establecimientos con solera
“La pandemia lo ha puesto todo muy cuesta arriba. Antes teníamos tres tiendas en Granada y ahora hemos tenido que cerrar al público una de ellas”. Quien habla es José María Leonés, propietario de Musical Leonés, una de las tiendas de recambios e instrumentos musicales con más solera de Granada. Este empresario explica cómo en su caso lo que han hecho ha sido reinventarse. “Nos centramos en vender recambios y partituras. También instrumentos pequeños. Pero eso requiere que la gente los toque y, por consiguiente, que se desinfecten, así que la atención al público la hemos cancelado y sólo atendemos con cita”, agrega.
Lo que no han podido salvar es el local principal de la empresa, ubicado en la esquina de las calles Arandas y San Jerónimo. Un negocio con solera y pintoresco que, para más inri, estaba justo al lado del Real Conservatorio Victoria Eugenia. Tampoco ha podido evitar que tener que hacer un ERTE, que ha afectado a un trabajador. Al menos, ha podido salvar otros tres empleos gracias al teletrabajo. “Abrimos en el 55 y en el 77 montamos esta tienda”, confiesa. De momento, sólo se mantiene con otra más en la misma calle Arandas y una en Candiota.
José María llegó a solicitar un crédito ICO al cero por ciento, “pero el banco me cobra ahora el cinco”, lamenta: “Entre intereses, gastos de notaría y un seguro que se han sacado de la manga… Virgencita de mi vida que me quede como estoy”. Su caso no es único. Sin embargo, él prefiere contarlo dado que no ha tenido que cerrar, sólo reducir su actividad. Desde el sector del pequeño comercio comentan que ni siquiera el hecho de haber tenido que cerrar por el coronavirus termina de animar a contar sus historias a muchos comerciantes. La razón, consideran que ya es suficiente cruz todo lo que han tenido que pasar como para encima dar más vueltas. "Son personas que han hecho un gran esfuerzo y aun así no han podido salvar sus tiendas. Rememorar todo lo que les ha supuesto les repercute también a nivel psicológico".
Un empresario que prefiere mantener el anonimato lo justifica de forma meridiana: “Tuve que cerrar hace algunos años, durante la anterior crisis económica. Cada vez que me preguntaban por qué lo había hecho tenías la sensación de que le hacías aún más daño a la marca que habías cuidado durante tantos años y que si querías volver a intentarlo ya tenías como una especie de marca. Así que decidí dejar de hablar de aquello. Hoy, por suerte, he podido reorientar mi actividad empresarial y vuelvo a abrir, aunque es cierto que el Covid lo está poniendo muy difícil”.
Menos afiliación, más paro y también más ERTE
En el último año, el número medio de afiliados a la Seguridad Social en la provincia de Granada cayó un 2,27% hasta situarse en 330.790 frente a los 338.464 del año anterior. De esos más de 300.000 afiliados, 65.751 son autónomos, por lo que no es de extrañar la cantidad de puestos de trabajos que pueden generar las pymes. Sobre todo en una ciudad tan enfocada al turismo como es Granada, donde la hostelería ejerce como motor económico soportando una importante fuerza de trabajo. En lo que respecta a los ERTE, la situación es parecida. Febrero de 2021 se cerró con 13.620 personas afectadas por expediente temporal de regulación de empleo: 6.641 hombres y 6.979 mujeres. Y mientras, el paro sigue elevándose.
En el centro de la capital, otros negocios han tenido que decir adiós tras décadas funcionando. Uno de ellos fue el Café Lisboa, que desde 1985 lleva sirviendo cafés, desayunos y meriendas a granadinos y visitantes y que en agosto tuvo que bajar la persiana. José María Pellejero, su responsable durante todo ese tiempo, recordaba que los locales en el centro tienen gastos muy altos y “nosotros no llegábamos ni al 25% de nuestra caja habitual”. En estos últimos meses, los granadinos han visto cómo se han ido otros históricos negocios como el quiosco de prensa de Puerta Real, el Bar Rialca de la Avenida de Andalucía (en La Chana), La Blanca Paloma, las tiendas Sugar o el mítico Grupo La Bella y la Bestia.
Desde la Federación de Hostelería calculan que en torno al 15% de los locales relacionados con este sector han sufrido la consecuencia última de las restricciones y la falta de ayudas. Por su parte, la Federación de Comercio cifra en un 30% la erosión de la actividad económica de estos negocios en comparación con marzo de 2020, cuando comenzó la pandemia; con subsectores especialmente damnificados como el del textil -como las tiendas de boda-, que en algunos casos han llegado a perder el 80% de su volumen de negocio anterior.