Cuando los grupos inversores dominaban la tierra penibética
Os traemos hoy una entrega de lo acontecido en esa temporada 1999-2000 en el seno del Granada CF
Ahí los tenemos vistiendo traje de faena con el escudo del Granada CF en la pechera y posando en formación de once sobre el césped del Nuevo Los Cármenes. Pero no pregunten por sus nombres ni por sus currículos futboleros, nadie por estos pagos conoce esos datos. Son de diversas nacionalidades, la mayoría extranjeros comunitarios, y acaban de aterrizar en nuestra tierra para fichar por el GCF si es que superan la prueba a que los va a someter otro recién llegado, el míster Felipe Mesones, que a partir de ahora se sentará en el banquillo en sustitución de Paco Chaparro, defenestrado después de la derrota en Guadix que ha dejado al Granada distanciado a siete puntos del corte de liguilla de ascenso justo antes del parón navideño.
En las arcas rojiblancas no se puede decir que había telarañas a finales de 1999 puesto que eso equivaldría a afirmar que había algo: no había nada de nada, ni un duro ni su sombra. En el tiempo récord de los tres años transcurridos desde la venta del campo de la carretera de Jaén y la consiguiente puesta a cero de las deudas del club, otra vez estaba muy en el aire el futuro del Granada CF, incluso el inmediato, entrampado hasta las cejas aunque, como siempre fue norma en su historia, la cifra exacta de lo debido no había manera de conocerla (se calculaba en unos 700 millones). A Los Cármenes apenas iban cada domingo unos dos mil hinchas que no dejaban en taquilla ni para pagarle a los árbitros. El presidente Jimena, el sostenedor del tinglado hasta ese momento, se había cosido el bolsillo y no estaba ya dispuesto a seguir poniendo más pesetas de su peculio, todo lo fiaba a la sentencia del caso Los Cármenes. A Francisco Jimena sus cinco años al frente del club le costaron salud y patrimonio, y nunca vio recompensada su dedicación con algún éxito, más bien todo lo contrario, y por eso mismo no figura su nombre precisamente en las mejores páginas de la historia del GCF.
A primeros de julio había arrancado la temporada 99-00 con una plantilla rojiblanca que en esos momentos cabía en un taxi ya que casi todos los atletas del año anterior habían huido raudos y denunciado sus contratos impagados ante la AFE. Otros futbolistas, casi todos criados a la vera del Guadalquivir, llegaron de la mano de su paisano Chaparro para sustituirlos y una subvención municipal a nombre del Recreativo de Granada de 42 kilos de rubias pesetas salvó los cacharricos sobre la bocina. El concejal de la cosa sostenía que darle dineros al Graná equivalía a administrar una aspirina a un moribundo, pero lo cierto fue que de esa forma pudo escapar el club rojiblanco de un descenso a tercera que en algún momento se vio como inevitable. Pero resultó que trampas anteriores absorbieron en más de tres cuartas partes el montante de lo que salió de la plaza del Carmen en dirección a Recogidas 35, por lo que pronto los futbolistas, hartos de que se les dieran sólo largas toreras y buenas palabras y no billetes de curso legal, se encerraron con colchones y víveres en los bajos del estadio y allí permanecieron unos pocos días a primeros de noviembre, en plena competición, de donde los sacó al parecer la aportación crematística de un empresario granadino, alguien ajeno al club.
Y es que una de las características de la temporada 99-00 fue el casi continuo desfile por las oficinas del Granada de “altruistas” -o cuasi- aportadores que, a pesar de todos los pesares y del negro panorama, por lo visto todavía creían que de aquella ruina se podía sacar algo aprovechable. Fue un año futbolero dominado por un curioso fenómeno, el de los rumores de la inminente llegada de “grupos inversores” que sacarían a flote al atribulado Granada. Otro empresario granadino sonó como inversor y también otro más, éste proveniente de la verde Galicia y encausado años después por oscuros negocios inmobiliarios. Y fue la apoteosis a finales de diciembre, cuando arribaron a Granada cogidos de la mano tres grupos inversores que respondían a los nombres de Icaria 2000, G-2 y Soccer Group Corporation, dos empresas dedicadas a la organización de espectáculos deportivos y musicales y una agencia de representación de futbolistas.
A instancias del último de los tres presuntos inversores desembarcaron en Granada el 28 de diciembre (sería para darle más color a la cosa, digo yo) los aspirantes a vestir de rojiblanco que están en la foto que abre este escrito: ¡once bravos pateadores once! de una tacada. Lo nunca visto. Su estreno en el Nuevo Los Cármenes consistió en una pachanga de entrenamiento a prueba que les enfrentó a los titulares. En ese partido informal, los Notario, Capi, Moya, Jubera, Pascual, Navarro, Ismael y compañía, incluso hasta el mismo Amoako, no tuvieron piedad alguna con los advenedizos y sin apenas despeinarse les endosaron nada más y nada menos que un 9-0 que explica por sí solo que ninguno de los de las equipaciones prestadas pasara a engrosar la plantilla rojiblanca. De todos ellos ignoramos sus gracias patronímicas. Lo que sí que conocimos fueron sus desgracias balompédicas.
De las tres firmas milagrosas que aspiraban a salvar al equipo rojiblanco, las dos primeras desaparecieron de la escena antes de un mes sin llegar ni si quiera a exponer sus proyectos y, por supuesto, sin soltar ni una gorda. La tercera permaneció algún tiempo más y hasta presentó en una asamblea de socios un esbozo de su fórmula mágica. Pero igual que las otras dos y en vista de que no pudo colocar a ninguno de sus pupilos por carecer éstos de un mínimo nivel para la Segunda B española, pronto se fue también por donde había llegado e igualmente sin invertir nada por estos andurriales, aunque un representante de dicha empresa llegó a desempeñar funciones de mánager general del Granada CF.
La situación de ruina total vino a remediarla la empresa granadina Lazasur, la compradora del viejo Los Cármenes, que a últimos de enero alcanzó un acuerdo con Jimena para que éste retirara la demanda presentada en los juzgados impugnando la presunta delictiva operación de venta del estadio en 1996, y a cambio la constructora se comprometía a entregar al club unos 500 millones de vellón en cómodos plazos, porque una nueva valoración –se dijo- del solar que ocupaban las instalaciones del viejo campo había elevado a 2.500 millones de pesetas los 2.000 en que se cerró en su día la compraventa, y el nuevo propietario de los terrenos se avenía a entregar generosamente esa diferencia. El GCF, Jimena, efectivamente retiró la demanda, pero no hicieron lo propio otros sin vinculación con el club pero con algún tipo de interés en que la cuestión no se enfriara, como el ex presidente Alfonso Suárez o como la ya extinta asociación de socios de 20 años, y el pleito todavía duró algo más de una década, acabando el mismo cuando el Tribunal Supremo en 2010 falló que no había lugar a casación y que las cosas se quedaban como estaban.
Con los dineros aportados por JJ se pudo terminar la temporada y sucesivas entregas en años posteriores aún dieron para la supervivencia del Granada dos temporadas más. Así hasta que en 2002 y una vez agotada la ubre de Lazasur llegó la temida rebaja del tío Paco con el resultado, todavía muy presente en el recuerdo de la hinchada rojiblanca, de la peor época histórica del club en sus ya casi noventa años de existencia: los cuatro años en el cuarto nivel del fútbol español.
A pesar del desastre económico y administrativo, deportivamente la temporada 99-00 fue buena, quizás la mejor de las ¡veintidós! (que se dice pronto) que nuestro equipo militó en 2ªB, a excepción de la del ascenso 2009-10, la primera del binomio Pozzo-Pina (otro grupo inversor, éste de verdad). Pero está claro que por entonces, a caballo de dos milenios, la suerte sólo se acordaba de los colores rojiblancos para maltratarlos. Desde la llegada del míster Mesones en plena Navidad hasta finalizar la temporada ya sólo perdió el Granada un partido de liga (de 20) y otro más en la liguilla de ascenso (de 6), pero tan excelente trayectoria no sirvió para subir de categoría y por una única mala tarde, la del infausto murcianazo, se perdió todo.
Cuando se acercaba el cambio de milenio andaba el personal en todo el mundo muy preocupado por el llamado efecto 2000, aquello tan “gracioso” de que los sistemas informáticos, que ya estaban presentes en el funcionamiento de toda clase de mecanismos, habían sido programados en sus fechas con años de sólo dos dígitos en lugar de cuatro, así al llegar el año 2000 serían incapaces de reconocer el nuevo milenio y volverían al año 00, o sea 1900, y esto traería consecuencias catastróficas. Visiones apocalípticas representaban un mundo en completa oscuridad de ascensores detenidos a mitad de trayecto aprisionando su carga humana y donde los cajeros automáticos, majaras perdidos, se negaban a soltar por sus bocas ni un céntimo mientras que los reactores nucleares se paraban de pronto y amenazaban con pegar un reventón y al mismo tiempo los misiles abandonaban sus silos motu proprio y surcaban los aires jugando al pito-pito. Luego, ya lo sabemos, no pasó nada de eso, pero de la preocupación no nos libramos hasta que amaneció el 1 de enero, y hubo todo un presidente del gobierno que celebró en familia el cotillón de fin de año en su búnker particular del Palacio de la Moncloa por si acaso. Y es que el cambio de milenio dio para todo tipo de mensajes findelmundísticos. Como el de un cenizo autor de bestsellers made in USA, apellidado “Nadie”, que profetizó que el 5 de mayo de 2000 (no sabemos si por la mañana o por la tarde) la alineación de todos los planetas, desde Mercurio hasta Saturno, junto con el Sol y la Luna, provocaría el deslizamiento de la corteza terrestre y que se derritiera todo el hielo de los polos.
Nuestro cataclismo de andar por casa lo vivimos los granadinistas no el primero de enero ni el cinco de mayo, sino el 25 de junio del 2000, bajo un cielo plomizo y en medio de un bochorno de caldera, parecido a lo que traerá el calentamiento global del planeta del que tanto se habla últimamente.
Comentarios
Un comentario en “Cuando los grupos inversores dominaban la tierra penibética”
José Luis Entrala
31 de diciembre de 2019 at 11:18
Tan lejano que parece lo que aquí escribes lo cercano que es realmente.
Magistral interpretación de una época espantosa. Un abrazo