De puentes y acueductos

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Imagen de archivo de unos grandes almacenes | Autor: Archivo GD
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Hubo tiempos en que esta acumulación de puentes fue demonizada por la patronal: graves perjuicios para la economía del país, una interrupción de la producción que España no se podía permitir, etcétera, etcétera...

Pronunciado como cantinela axiomática, recuerdo sus orígenes aún antes de la Constitución y, por tanto, antes de esta acumulación de festivos que conlleva la fiesta nacional que conmemora la Carta Magna encabalgada a la celebración religiosa de la Inmaculada Concepción. Una semana en la que son mínimos quienes se quedan en su puesto de trabajo -ahora, los afortunados que lo tienen- y millones los que se abandonan a la holganza y el aprovechamiento ocioso de esta semana que ahora termina.

Con el tiempo, aquella misma patronal que amenazaba con un 'crack' inminente en caso de que no se pusiera coto a estos puentes, devenidos en estos días de diciembre en acueductos, encontró que tampoco es tan malo que se salga, se divierta, gaste... en la hostelería, por ejemplo, que es la principal beneficiada por estas salidas masivas cuando se concatenan fiestas en el calendario.

Más que el debate economicista de beneficios y perjuicios que para las cuentas nacionales tiene una semana como esta, a mí me da por evocar aquel debate de los años de la transición, que se enrareció cuando irrumpieron argumentos ideológicos contra los que el Gobierno de turno no se atrevió abiertamente. Y es el caso concreto de este 'puente de la Constitución', por otro llamado 'de la Inmaculada'. En efecto, en los primeros años 80 el ejecutivo socialista que presidía Felipe González, con el 6 de diciembre ya declarado oficialmente fiesta nacional, trató de desposeer del carácter festivo la celebración de la Inmaculada y convertirlo en una jornada laboral más. Contra esta intención se levantó lo que hoy llamamos el 'te-party' del conservadurismo español, invocando la fuerte tradición de esa fiesta en España.

Aquel Gobierno transigió porque, entre otras cosas, la patronal que hasta entonces había hecho de los puentes el 'demonio' de la economía, hizo mutis en el caso concreto del 8 de diciembre y la Inmaculada. Curiosamente, unos años antes, a finales de los 70, el Gobierno entonces presidido por Adolfo Suárez, de UCD, había eliminado el día de San José del calendario festivo. Hubo protestas, sí. Tal vez, más tímidas, pero lo cierto es que San José pasó a ser laboral y aquí paz y después gloria.

A San José no lo salvó de su festividad ni esa característica de 'Día del Padre' que los grandes almacenes le habían dado. Los mismos que habían decidido que el Día de la Madre era el 8 de diciembre, la Inmaculada, y años después decidieron trasladar la celebración familiar al primer domingo de mayo por razones estrictamente comerciales. Sin protestas del 'te-party' de la época. A veces, unos grandes almacenes pueden más que un gobierno...