No se debe valorar tanto el éxito como la pasión y el reto
La ética, el compromiso o la confianza son valores que se generan en el día a día
Hay quien se apunta siempre al éxito, a conseguir estar en la cumbre, a terminar el primero. Y siempre he pensado que:
1. El proceso es bello
2. Es muy importante la pasión. Nada grande se hace en este mundo sin pasión
3. Es necesario tener retos por delante
Cómo decía el artista David Hockney, el proceso de mirar el mundo es bello. Y yo añadiría que LA BELLEZA ESTÁ EN EL PROCESO, que erróneamente apreciamos las cosas solo por su resultado y nos olvidamos del trabajo que hubo detrás de él y de su contexto, que es importante apreciar todos los matices que intervienen en el proceso de creación. Y es que uno de los pilares fundamentales de crear, es hacerlo sin prisa es animar a disfrutar de cada momento de la creación, disfrutando de lo que uno tiene delante. Es cuando atendemos con los cinco sentidos y sin límite de tiempo que podemos apreciar mejor cualquier trabajo.
Y toda esta belleza hay que vivirla con pasión. La pasión es una emoción, un sentimiento muy fuerte hacia algo o alguien. Así, la pasión es una emoción intensa que engloba el entusiasmo o deseo por algo. Y es que la pasión es un condimento de la vida, es un condimento del trabajo, es un condimento de las cosas que hacemos entre todos y todas. Decimos que alguien se apasiona por algo cuando establece una relación de afinidad muy fuerte con ese algo. Hay pasiones que enaltecen la condición humana y constituyen el condimento que nos lleva a materializar los logros más grandes. La pasión es una realidad que nos autodefine, es decir, que expresa un rasgo significativo de nuestra identidad, de nuestra personalidad, de cómo vivimos la cosas, de cómo la sentimos, de lo que nos importan.
Las pasiones por favor tiene que ser positivas para ser vividas en cada uno de los proyectos que ponemos en marcha, para disfrutar de cada paso, de cada momento, de cada instante, del proceso. Las pasiones positivas son placenteras, dejan tiempo para otras actividades y no pretenden quitar nada a nadie. Pero también puede haber pasiones negativas. El conformismo es el principal enemigo de nuestras pasiones. Por eso, es mejor asumir una actitud humilde, pero ambiciosa al mismo tiempo y tomar ejemplo de quien te gusta, de quien lo pone entusiasmo, de quien le pone afecto, de quien respeta a los demás, de quien..... No podemos poner límites a nuestros sueños, muchas pasiones desaparecen cuando nuestros temores afloran. Por tanto debemos ser tenaces y arriesgar. Cuantos proyectos se quedan en el camino por no arriesgar! Y qué importante es ponerle pasión y entusiasmo a los proyectos!! Pocas cosas son tan estimulantes como compartir nuestra pasión por un proyecto. Nos permite reconectarnos con nuestro interior y dar lo mejor de nosotros mismos. Pero no solo eso, es posible que podamos despertar la pasión que dormita en otros. Incluso es probable que éstos se conviertan en nuevos estimuladores de la pasión en los demás.
Junto a la pasión y el entusiasmo, el reto es clave en un proceso. El reto, retarnos a nosotros mismos, nos ayuda a continuar trabajando por aquello que queremos conseguir y, de paso, nos hace progresar, evolucionar como personas, pues cada reto logrado puede ser una nueva experiencia, que nos refuerza y nos hace sentir más seguros. El primer paso para obtener aquello que deseamos es, por supuesto, querer conseguirlo, nuestra actitud que es casi todo en el proceso. El segundo paso es más largo y laborioso, empezar a trabajar para obtenerlo, y eso implica ponerle ganas, pasión, entusiasmo. El tercero es el más difícil, la constancia, insistir, continuar trabajando a pesar de la multitud de barreras y dificultades que puedan cruzársenos. Es en este paso en el que la mayoría abandona. Algunos de los retos de los proyectos requieren personas con habilidades y conocimientos diversos. Las personas que integran los proyectos deben estar dispuestos a afrontar nuevos retos continuamente y a relacionarse con grupos de personas diferentes. Además, la estimación de tiempos, de la planificación, de hacer funcionar eficazmente los equipos, de las estructuras organizativas adaptadas a las necesidades, de la información y de la comunicación son fundamentales.
Todo ello es necesario, pero quien gana la partida es quien siente cada paso como hermoso, quien le pone pasión y entusiasmo, quien trata a las personas con afecto y con respeto, quien se plantea el reto de conseguirlo con una actitud abierta, constructiva y creativa. En definitiva, el reto, retarnos a nosotros mismos, nos ayuda a continuar trabajando por aquello que queremos conseguir y, de paso, nos hace progresar, evolucionar como personas, pues cada reto logrado puede ser una nueva experiencia, te refuerza y te hace sentir más seguro.
Ante todo ello, es básico nunca sentirse derrotado, frustrado o fracasado por no haber conseguido superar un reto, por no haber conseguido los resultados esperados. Por ello, el nivel de integridad es básico para la mejora y el cambio. Y la realidad nos dice que empezamos a no sentir las cosas con la intensidad necesaria cuando vivimos de como mediocres leales y no como brillantes críticos. Cuantos de nosotros nos basamos en la mediocridad y la chapuza! Y en ese entorno, la ética, el compromiso o la confianza son valores que se generan en el día a día, en el quehacer en los proyectos, en la vida. Y por tanto la bondad discreta y cotidiana lucha contra la chapuza y la mediocridad, tan presente en nuestros días.
Ser un ejemplo de coherencia entre lo que se propone y la manera de conseguirlo es clave en la honestidad de quien lo hace. Ser ejemplo para poder marcar el camino, es porque el ejemplo no es lo principal para influenciar a otros: es la única cosa. Todos nos equivocamos, no hay nadie infalible, pero si alguien quiere crecer, debe aceptar que comete errores. Es una cuestión de humildad, una de las grandes dimensiones faltantes ante nuestros retos. La crítica constructiva a lo que hacemos siempre enriquece y genera empatía. Nos hace humanos y nos acerca a los demás. La relación entre la crítica constructiva y la humildad es evidente: servir más, mandar menos. La humildad pasa por escuchar y aprender de los demás, rasgo fundamental para crear y tener un papel creíble en un equipo, en un proyecto, ante un reto.
Además de la honestidad, la comunicación, la humildad, el ejemplo, la coherencia, la ética, el compromiso, el respeto y la integridad, el espíritu de sacrificio y la capacidad de superación también son activos muy importantes para deleitarnos del proceso. Y además, siendo siempre buena persona para ser cada día mejor profesional. Gente buena es buena gente casi siempre: con pasión todo mejora.