Dedos en martillo: frena la degeneración de tus pies
Es una patología frecuente derivada del uso de calzado, la falta de ejercicio con los pies descalzos, que sólo se liberan de los zapatos rígidos en verano, y de la pérdida de la musculatura de los dedos de los pies. Hay pocas personas entre los mayores que no presenten alguna deformidad en esta parte de la anatomía.
Según explica José Manuel Ogalla, presidente del Colegio de Podólogos de Cataluña y profesor de la Universidad de Barcelona, cuando los dedos de los pies sufren deformidades en las que se luxan las articulaciones de las falanges por causas biomecánicas que originan problemas de la musculatura del pie al pisar, la falange proximal se verticaliza y hace que el dedo se ponga en garra.
"El problema empieza en el segundo dedo y se extiende al resto. Ocurre de forma simétrica en ambos pies y el único dedo que no se deforma es el primero porque en vez de tres falanges tiene dos", apunta Ogalla.
Los dedos de los pies tienen la misma musculatura que los de las manos y tendrían que hacer los mismos movimientos. Al calzarnos, como parte de nuestra evolución social, los dedos de los pies quedan como en una caja. El calzado además no siempre es anatómicamente correcto, los músculos lumbricales e interóseos del pie pierden su tono muscular al no trabajar, lo que lleva a que en la estructura ósea haya más o menos tracciones.
Los músculos de los pies se pueden asemejar a las cuerdas de una marioneta, son antagonistas, si se tira más de un lado el contrapuesto se ve afectado, esto hace que se deformen de forma simétrica al perder el tono y el ejercicio muscular que deberían tener.
A no ser que se haya producido un traumatismo directo, es un proceso que se desencadena a partir de la mediana edad, a partir de los 40 años, cuando de forma progresiva puede comenzar la deformación con una subluxación del dedo que es corregible. Si no se actúa, con los años esta subluxación inicial se convierte en luxación y se fija la articulación de forma inamovible, por lo que el único tratamiento es el quirúrgico.
LA ELASTICIDAD FEMENINA, UN DESENCADENANTE
Son las mujeres las que pueden tener un mayor riesgo de dedos en martillo dado que producen relaxina, una hormona que sirve para permitir que el útero se expanda durante la gestación pero que se distribuye por todos los músculos y no sólo actúa durante el embarazo sino toda la vida. Esto lleva a que la musculatura del pie femenino pierda tono y si a esto se une el uso de un calzado menos anatómico, aumenta el riesgo de la afección.
"Lo ideal para prevenirlo es que a partir de los 40 años si se detecta que empieza a desviarse el dedo, se presenta algo de dolor o roce del zapato, se acuda al podólogo. Una revisión biomecánica, un estudio de la marcha, el examen de las presiones que sufre el dedo, si el antepié prona o supina o el análisis de las cargas en las cabezas metatarsales pueden determinar cómo actuar", señala Ogalla.
Si el dedo aún se puede estirar a su posición normal, se pueden realizar tratamientos conservadores para limitar la luxación, rigidez o deformidad del dedo como soportes plantares u órtesis de silicona para enderezar o frenar la desviación. Si la deformación, la luxación avanza y los huesos se salen de su sitio, la única opción es operar.
Dado que la evolución de la patología es lenta va dando diferentes signos. Además de la deformidad otros síntomas incluyen roces del zapato en la zona dorsal del dedo, callosidades, ampollas y la uña de los dedos también puede verse afectada volviéndose atrófica más gruesa y dura por una lesión en la lámina ungueal.
Cuando los dedos en martillo no se pueden corregir con métodos conservadores el tratamiento pasa por una cirugía ambulatoria realizada con anestesia local y en la que se practica una incisión dorsal en el dedo para recolocar las estructuras. La intervención dura entre 20 y 30 minutos, el paciente puede salir por su propio pie del centro clínico y el tiempo de recuperación postquirúrgica es de unas 3 a 4 semanas.
CUIDA DE TUS PIES A DIARIO
"Hay más de 100 elementos anatómicos en el pie que limitamos al meter en la caja del zapato y que pierden movilidad. Hay que aprender a cuidar nuestros pies porque nos dan servicio para trasladarnos de un sitio a otro, caminar o correr", señala el podólogo.
Sus recomendaciones pasan por llegar a casa, descalzarse y realizar un lavado de pies tras la jornada diaria para luego hacer ejercicios con los pies, abriendo y cerrando los dedos y coger con ellos una canica, un lápiz o arrugar una toalla, prácticas que deberían ser cotidianas para el cuidado de esta parte de nuestra anatomía.
Aquellas personas con enfermedades sistémicas como la diabetes o la enfermedad vascular periférica deberían ser especialmente cuidadosos con sus pies ya que estas patologías podrían dar lugar a complicaciones más graves.
"El pie es una parte muy sensible del organismo que nos da mucha información sobre nuestro entorno y no lo usamos, lo colocamos dentro de un zapato, una media, un calcetín y como no los vemos, no los cuidamos como sucede con otras partes del cuerpo más visibles como cara o manos", concluye Ogalla para quien es clave que dediquemos algo de tiempo a diario a poner una crema hidratante y revisar su estado.