El desencoche, Macron y vivir en régimen de 'pool' como concepto
De las jornadas de trabajo interminable a la nostalgia y el vacío de dos días viviendo desde dentro el evento que paralizó la ciudad
Con esto de la Cumbre Europea de Granada me he dado cuenta de que vivo en régimen de 'pool'. Esto es, según el argot periodístico de los grandes eventos, que me llevan por la vida de un lado a otro y en realidad no sé muy bien hacia qué lugar. ¿Se puede redactar una contracrónica que resume una jornada, e incluso toda una cumbre de 48 horas, y que el grueso de la misma se concentre en las últimas? Pues sí. Estas líneas empiezan a escribirse a la vuelta de uno de los interminables tiempos muertos que se generan entre acto y acto de las grandes citas.
La rueda de prensa de balance en la que deben comparecer Charles Michel, Ursula Von der Leyen y Pedro Sánchez está prevista para las 13.30. De repente comienzan los retrasos, normales e interiorizados por los presentes. El problema es cuando esas demoras empiezan a convertirse en incertidumbre. Periodistas comiendo antes de tiempo o adelantando trabajo que creen que luego no podrán ejecutar con el suficiente tiempo.
Y entonces llegan y te dicen: "A las tres y cuarto todos listos para el punto de recogida". Pero cuando llegas a esa zona en la que un responsable de Presidencia debe llevarte hasta la Sala Falla comienza a circular el rumor de que no se saldrá hasta las cinco de la tarde. Nadie quiere moverse porque en todos se ha instalado una falsa y absurda paranoia de que no volverán a avisar, y ya saben que el no corre, vuela. Y cuando por fin se desprende del personal esa irracional creencia, y todos vuelven a los pupitres para retomar el trabajo que dejaron en stand by, una voz grave aparece por la sala de prensa: "Rueda de prensa de Sánchez, por favor". Para volverse loco.
Pero no me malinterpreten. En estas líneas no subyace una crítica a la organización, que el propio Sánchez calificó de "éxito", sustantivo que también se dejaba entrever en las valoraciones de Von der Leyen y Michel. Nada más lejos de la realidad. Las prisas y el desconcierto también forman parte de la escenografía de un operativo con la parafernalia propia de la Cumbre Europea de Granada.
El desenlace
También integra ese atrezzo, si se puede llamar así, la nostalgia y la sensación de vacío tras dos jornadas frenéticas y de una intensidad informativa sin parangón. O el ver recoger los equipos a los compañeros de la prensa nacional, de los que tanto se ha aprendido y a los que no les dolió prendas pedir consejos, por ejemplo, para hacer puntos de directo por la ciudad.
Y es que el Palacio de Congresos que la mayoría de los granadinos conocen es sólo la punta del iceberg de una instalación que estos días se ha transformado y que ya trabaja a marchas forzadas para recuperar la normalidad, pues en apenas dos días vuelve a su programación habitual. Los accesos en espiral, normalmente cerrados, han sido la puerta de entrada para los periodistas en la cumbre.
El argot
Esa espiral apenas sube unos metros hacia arriba, pero se hunde muchos más en el subsuelo de Granada hasta llegar al espacio habilitado desde el jueves y hasta dentro de pocas horas como sala de prensa. Ahí se abre una gigantesca estancia que los periodistas han acertado a bautizar ingeniosamente como 'el búnker', por lo bajo que está el techo respecto a las mesas. Más de 2.000 puestos de trabajo, tarima para puntos de directo, una zona de cafetería y dos inmensos catering apuntalaban este sótano a fin de que a los 'currelas' de la pluma y el micro no les faltara detalle. Poco o nada quedaba de eso a la vuelta de la rueda de prensa final.
Otra palabra que algunos hemos escuchado estos días es 'desencoche', por añadir otra anécdota. Quien esto escribe la oyó por primera vez al hablar con el director del Palacio de Congresos dos días antes de la cumbre y, desde entonces, no han parado de repetirla, casi siempre con una pátina humorística, los compañeros de Antena 3. Será también por aquello de la realidad percibida. Se trata, evidentemente, del concepto que se usa en el argot para referirse al momento en el que alguien se baja de su vehículo oficial ante la presencia de las cámaras y los micrófonos.
¿Qué le hemos hecho a Macron?
Algo que no parece trabajar muy bien el equipo del presidente francés, Emmanuel Macron, el más huraño y escurridizo pese a su carismático gesto permanente y su buena sintonía con Sánchez. Macron llegó a Granada tarde el jueves y, encima, se saltó la pasarela de recepción de medios. No compareció, lógicamente. Por la tarde, se puso 'En Marche' por el Palacio de Carlos V cuando ya casi todo el mundo se había ido.
El viernes repitió protocolo y, encima, cuando accedió a hablar ante los medios, los españoles estábamos casi todos pendientes de las idas y venidas de Sánchez, Von der Leyen y Michel. Pero Emmanuel, ¿qué te hemos hecho? ¿Tanta 'malafollá' te hemos pegado, Emmanuel?
Bromas aparte, lo cierto es que la presencia del máximo mandatario francés, como la de Meloni, Sunak, Rutte, Scholz o los propios Von der Leyen, Michel y Sánchez han contribuido como pocas podrían haberlo hecho a poner el nombre de Granada en el centro del mundo. Hasta los 'hackers' rusos quisieron ensañarse y empezaron a atacar a diestro y siniestro webs de servicios públicos básicos de la ciudad. Con la tontería, al final nos enteramos de que los aviones de la OTAN la estaban sobrevolando. Por lo que pudiera pasar. Nada, menudencias.
La maleta y las banderas
Estaba la mañana animada con el tema de los pirateos, y en esas había aparecido en nuestro pupitre una sospechosa maleta que nadie reclamaba y cuya apariencia extraña no es que diera mucha confianza. "¡La maleta!", vociferó Juanjo Medina, de Granada Hoy, al sobrevenir la noticia de los rusos. Y estoy seguro de que más de uno empezó a sospechar de verdad de la dichosa cartera. Luego el tiempo comenzó a pasar muy rápido y la película y el sueño de que Granada organizase algo así a desvanecerse.
Una imagen, la de las banderas de los países europeos que han ondeado en lo alto del Palacio de Congresos estos días en un carro con ruedas, probablemente camino de la lavandería, vale más que mil palabras para sintetizar ese poso de pesadumbre que queda cuando uno empieza a darse cuenta de que toda esa expectativa, emoción y esas jornadas que parecían interminables se acaban.
Ahí ya sólo queda el recuerdo de lo vivido mientras otro compañero más se despide dándote el teléfono. Y las tropecientas acreditaciones. Pero habrá otra, seguro. Como la de Michelle Obama después de Clinton, la de los Mundiales de Snowboard y Freestyle Ski después de la Universiada de Invierno o la de Albacete después de Elche. Granada siempre tiene una más. Decido acabar en casa. A Medina, Toni, Celia, los Pablos, Álex, Guillermo, Ana María, Ángel, Almudena, Fermín, Nuria, Ana, Iñaki y todos los demás que se me olvidan, gracias y hasta la próxima... Pero en régimen de 'pool'.