Diana Krall hipnotiza al Generalife en una noche cargada de pasión, magia y jazz
La canadiense estrena el ciclo ‘1001 Músicas - CaixaBank’ con éxitos como ‘Almost being in love’, ‘All or nothing at all’ o versionando leyendas musicales como Cohen, Sinatra o Dylan
Hay voces inolvidables, voces que marcan una -o varias- generaciones y cuyos vibratos calan hondo, inimitables. Este es el caso de una de las mejores de este siglo, un hito en el jazz que estrena a lo grande el ciclo ‘1001 Músicas - CaixaBank’ en la Alhambra, Diana Krall. La canadiense se ha encargado de transformar el monumental Teatro del Generalife en un escenario que une naturaleza y arte, una especie de club de jazz al aire libre que atrapa a los granadinos en una bohemia noche de julio que, definitivamente, no es como cualquier otra.
Con el ocaso despidiendo un mágico atardecer que teñía de calidez el monumento nazarí, el público -elegantemente vestido- llenó poco a poco los asientos, esperando pacientemente al trío de artistas. Abrazada por la ahora oscura noche, Diana salió al escenario acompañada de Matt Chamberlain, batería, y Sebastian Steinberg, contrabajista.
Con el escenario iluminado tan sólo por unas pocas luces cálidas que lo convirtieron en un íntimo club del género, la canadiense saludó con un “nice to see you”. ‘Almost like being in love’ es el sabor que dejó a los granadinos tras la apertura del espectáculo, que llenó de ritmo el Generalife.
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Ya de noche y arropada por unas tímidas estrellas que comenzaban a hacer acto de presencia, ‘All or nothing at all’ sonó en el escenario y acabó como si de un deseo recién cumplido se tratase, bajo la buena nueva de una estrella fugaz sobrevolando el monumento en el momento indicado.
El espíritu de Frank Sinatra apareció con ‘I’ve got you under my skin’, encarnado en la profunda voz de Krall, a veces susurro, a veces potente caudal, creando un entorno intimista para el embelesado público. Otra leyenda a la que Diana se atrevió a ponerle voz fue Nat King Cole, con ‘Just you just me’ -una de sus favoritas, confiesa-, una perfecta descripción del lazo creado entre cada persona del público y la de Canadá.
También versionó a Bob Dylan con ‘Queen Jane Approximately’, una nostálgica balada que casi hacía la función de nana bajo la resplandeciente luna menguante. Tras unas indicaciones al contrabajista, dio comienzo ‘Take the A train’ de Ella Fitzgerald, bajo un onírico ambiente cercano al cine expresionista del siglo pasado, llenando el centro del escenario con un pequeño huracán de humo blanco.
“How are you doing?” preguntó como si nada, tras competir en monumentalidad con la mismísima Alhambra. “Beautiful place to play and, with you here, it means so much to us” confesó, por fin, al quedarse sola en el escenario (“Hermoso lugar para tocar, con vosotros aquí, significa mucho para nosotros”). Tras pedir sugerencias al público, que solicitó ‘Fly me to the moon’, decidió que era mejor idea tocar ‘S Wonderful’ en un dúo entre su voz y su piano.
Bajo el mantón dorado de esta calurosa noche de verano, las notas se sucedieron en una mágica amalgama de piano, batería y contrabajo, para dar cabida a toda una declaración de intenciones al público granadino con ‘I’m confessin (That I love you)’, aunque quienes de verdad estaban enamorados aquí eran los asistentes.
Como antesala al final, invocó a Irving Berlin con ‘Let’s face the music and dance’, que preparó el ambiente para una sensual ‘Famous blue raincoat’, de la leyenda Leonard Cohen, y arrancó de las manos del público unos fervorosos aplausos y vítores.
De esta manera, acompañada por los suaves cantos de grillo como coro lejano, en un lugar histórico iluminada tenuemente por los focos y bajo una noche despejada y llena de astros, Diana Krall se coló en los corazones de los testigos, llenando cada recoveco de arte y pasión. Dicen que el jazz es la música del alma y, sin duda, el alma es lo que la canadiense ha conseguido tocar esta noche con sus cuerdas vocales, algo que solo unos pocos afortunados son capaces de lograr.