Diez puntos de doce posibles
Es lo más positivo que se puede sacar de los últimos encuentros nazaríes | El Granada no conoce la derrota desde Mestalla
Hasta en los momentos más difíciles se pueden sacar aspectos positivos y optimistas que hacen creer en lo increíble. El Granada es uno de esos misterios del que hay que sentarse a realizar cálculos de sinrazón para saber cómo se va a llegar a la permanencia a final de temporada.
En la ecuación van incluidos un sinfín de sufrimientos, pesimismo, tristeza, rabia, llanto, y dosis de alegría. Donde no llegan ni las matemáticas ni Iker Jiménez es a esas dosis de alegrías. Éstas enmascaran todo los demás por mucho dolor que cause. El problema viene porque dicho ‘careto’ sonriente suele traducirse en victorias, y esas, por el Zaidín, son difíciles de rematar.
Pero hay motivos para creer. Si los quieres, los encuentras. El Granada acumula cuatro partidos sin conocer la derrota. Es un buen bagaje a pesar de que hayan sido cuatro empates, y es que de punto en punto, aunque no pierdas nunca, te la juegas con el infierno.
Deportivo, Sporting, Betis y Espanyol. Duele escribirlo. La afrenta al Deportivo se dio por buena. El Granada comenzó perdiendo y Piti apareció con la señal de ‘stop’ a la racha de derrotas. Un punto justo.
Ante el Sporting se esperaba la reacción, y así fue. Con lo que no se contaba era con los últimos cinco minutos más rocambolescos en lo que va de temporada. Del 1-4 se pasó al 3-3. Los antecedentes hicieron mirar hacia el arbitraje. Inevitable teniendo en cuenta el currículum del trencilla en cuestión. En aquella ocasión, Álvarez Izquierdo se tragó dos penaltis a favor del Sporting y expulsó a Miguel Lopes y Dória por absurdas acciones pero ilícitas. El Granada se clavaba el puñal con un empate muy doloroso. De tres puntos a uno.
Contra el Betis se comenzó celebrando muy pronto y con un actor raro. Foulquier hizo estallar las ilusiones rojiblancas. Las mismas que vio pasar como una vida en imágenes Rubén Pérez, tras sacar la mano a pasear por pura inercia y no se sabe qué más. El de Écija, en seguida, se dio cuenta de su error echándose las manos a la cabeza. Otro empate inmerecido, ya que el Betis no hizo nada más que transformar la pena máxima y tener en la portería a un excelso Antonio Adán. Una vez más se sumaba un punto cuando se se merecieron los tres.
Y llegó el Espanyol. Se trabajó, se controló y se mereció, pero no llegó. Como un déjà vu, la victoria se esfumaba entre ‘lágrimas de rabia’. Así lo admitía Sandoval. Babin se lamentaba. Minuto 93, y otro tanto que mataba al Granada. El Espanyol, con uno menos, conseguía empatar. Lo peor no es eso. Lo peor es que el Granada pecó otra vez de pardillo, y de no saber gestionar los minutos que más conocen y que más ibuprofenos le han hecho tragar. Otro punto de tres saboreados.
En resumen, pudieron ser diez puntos de doce posibles, pero la cosa se quedó en cuatro de doce. Sí, son muchos, pero es la pura realidad. Por merecimiento, por trabajo, por intenciones y ocasiones, por lógica futbolística, por el romántico del deporte. Sin embargo, los goles mandan, y esos se igualaron en los luminosos. A pesar de todo, y por todo lo anterior, hay motivos para creer. La diferencia se marcará en la primera victoria (segunda de la temporada), aquella que dará al Granada la receta de cómo no golpearse para terminar KO.