Dos años sin trenes en Andaluces, dos años de ruina para el barrio | Vídeo

La provincia cumple hoy dos años sumergida en una desconexión ferroviaria | Sin apenas viajeros, la principal calle de la estación ‘sobrevive’ como puede

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Panorámica de la Avenida de Andaluces | Imagen: Javier Gea
Ángela Gómez | @_Angela_GA | Imagen: Javier Gea
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Pese al verde artificial que ‘brota’ entre las vías del metro de Granada, el paisaje en la Avenida de Andaluces es gris. Muchas persianas de comercios están bajadas, y no es precisamente por descanso del personal. En un rápido vistazo se puede leer en muchas de ellas “se alquila” o “se traspasa”.  Esa calle, "la de la estación", apenas se escucha ya el traqueteo de las maletas al pasar, bocas hablando en otros idiomas, personas con prisas, y otras más relajadas, haciendo tiempo sentados en alguna cafetería porque acaban de llegar o porque aún falta para que su tren parta.

Ahora hay más silencio y varios establecimientos ‘supervivientes’.

Granada cumple hoy justamente dos años sin conexiones ferroviarias, y le esperan varios meses más así, si atendemos a las últimas noticias del Ministerio de Fomento, que se comprometieron a que el AVE, y con el la normalidad ferroviaria, llegaría a principios de 2018. Hasta el momento solo se ha salvado una línea, la que une nuestra provincia con Almería.

Cerca de la fachada y del acceso principal de la Estación de Trenes, en la zona de aparcamientos, hay algunos coches estacionados. Tres autobuses de pasajeros, con las luces de emergencia parpadeando, aguardan para recoger pasajeros. Son los nuevos “trenes” para unir Granada con Antequera, la parada intermedia para poder coger en la estación malagueña el AVE.

Comercios cerrados en Avenida de Andaluces

“UNA FAENA DE VIAJE”

Lo sabe bien Sebastián, a quien abordamos mientras coloca cuidadosamente su maleta en el portaequipaje del autobús. Este granadino se va de viaje a Barcelona a ver a su hija. Lo hace dos o tres veces al año, y desde hace dos, el trayecto se ha convertido en un periplo. “Pues hija, imagínate, ya a mi edad, lo bien que sienta tanto traqueteo con lo fácil que era antes. Llegamos muy cansados siempre”, nos responde. Sebastián suele viajar a la Ciudad Condal mínimo dos o tres veces al año. Mariela, que ha escuchado nuestra conversación con este hombre, se suma a la conversación. “Esto es de vergüenza. Qué pena de Granada. Vamos para atrás”, exclama la mujer, quien confiesa que viajar en autobús le marea y lo pasa realmente mal. “Pero no me queda otra. No tengo a nadie que me pueda llevar a Madrid, y coger un avión me da miedo”, nos explica.

El autobús se va rumbo a Antequera. Allí, Sebastián y Mariela se bajarán. Recogerán sus maletas, esperarán al AVE y se subirán.

Nos quedamos en la zona del aparcamiento viéndolos partir.

TAXISTAS PARADOS

Echamos en falta algo que antes sí era muy característico: esos coches blancos, con la luz verde del techo encendida, aguardando la salida masiva de pasajeros para llevarlos a casa, a un hotel o a cualquier otro punto de la ciudad. Justo en ese momento llega uno. Antonio Zamora es su conductor y resopla cuando le preguntamos acerca de estos dos años sin apenas ‘meneo’ en la estación.  “Muy mal. Nosotros antes teníamos una parada aquí con mucho movimiento, y ahora nos asomamos cuando sabemos que llegan los pasajeros del tren de Almería, o cuando nos llaman, pero vaya, nada que ver con el trabajo que teníamos aquí antes”, nos comenta.

En ese momento empiezan a salir de la estación varios pasajeros procedentes de Almería. Es su momento de hacer caja.

 

SUPERVIVIENTES

Dejamos a nuestra espalda la fachada fantasmal de la estación. En la ‘orilla’ izquierda de las vías nos encontramos la típica tienda de alimentación, un buen aliado para los viajeros. Entramos. Alexander está despachando a dos jóvenes. “Lo hemos notado muchísimo. Cuando llegaba algún tren, la tienda se me llenaba en dos minutos. Ahora… fíjate”, nos cuenta mientras sus ojos recorren la tienda, vacía.

Más adelante, en la misma acera, hay una farmacia. “Le ha supuesto un perjuicio, y cada vez son más retrasos. Al barrio esto le está afectando mucho”, nos responde Antonio Luis Sánchez, el propietario.

Cuando salimos de la farmacia huele a pan recién horneado. No nos extraña que muchos viajeros decidan hacer una parada rápida para comprar algo salado o dulce en esta panadería- pastelería. “Vaya si lo hemos notado”, exclama Emilia Maldonado, una empleada. “Nos creemos poco los plazos que da Fomento. De hecho, aquí en el barrio hacemos apuestas de a ver cuándo llega. A veces nos preguntamos si llegará nuestra jubilación antes que los trenes o el AVE”, asegura entre risas.

El bar-restaurante-cafetería Verona, un clásico de Andaluces, también lo ha notado. Al otro lado de la barra, Ana García, nos cuenta los años de oro del establecimiento. “Que quitaran la conexión con Barcelona ha sido lo que más hemos notado”, asegura. “Para nosotros ha sido un desastre”, apostilla.

 

EL METRO, TAMBIÉN CULPABLE

Volvemos al muro limítrofe que separa el barrio de Los Pajaritos con las vías de la estación de trenes. Al fondo, varios operarios trabajan en la pasarela que unirá, dentro de muy poco, el barrio con Camino de Ronda. Será el ‘adiós’ definitivo a un histórico rodeo. Para el presidente de la Asociación de Vecinos de Los Pajaritos , Asad Ali Asad, esa futuro paso para peatones es lo único bueno que, por ahora, rodea al tema de la estación. “La zona de Andaluces, sin esa afluencia de trenes, ha quedado muy afectada”, asegura el presidente, quien considera que no solo la desconexión ferroviaria es la principal causa. “Las obras del metro también han fastidiado mucho”, dice. Asad corrobora que muchos comercios han echado la persiana por la ausencia de trenes, “aunque muchos también cerraron antes de que esto pasara, cuando estalló la crisis económica”, matiza.

Sea cual sea el motivo, los deseados medios de transportes, AVE y Metro, han causado estragos en este barrio, especialmente en la Avenida  de Andaluces. Los comerciantes miran con una mezcla de anhelo y recelo, a través del cristal de sus negocios, la puerta de la estación que, por ahora, ‘escupe’ tímidamente pocos viajeros.

También muchos vecinos de Camino de Ronda, la Chana y Rosaleda miran a las vías, a esas obras inacabables para la llegada del AVE. Imaginan su soterramiento y desean que 2018 no sea una fecha más, que sea la de verdad. Pero aún queda un año para convertir años y años de obras, de desesperación comercial, de protestas, de impotentes cierres, en algo tangible.

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