Doscientos goles
Desde el gol número 100 del Granada en primera, en febrero de 1943, hasta el que completa el segundo centenar tuvieron que pasar dos años. Sólo 103 partidos hicieron falta para llegar a esa cifra redonda gracias a que las delanteras rojiblancas de las cuatro temporadas en máxima categoría años 40 tuvieron todas ellas un gran poder goleador, tanto que siguen siendo en la actualidad las que mejores números arrojan de los ya 24 ejercicios en la élite, y a día de hoy ostentan los mayores promedios goles/jornadas. En el mismo orden en que fueron cronológicamente produciéndose encontramos a las cuatro ligas de los años del hambre, de modo que la mejor es la primera, la 41-42, y la cuarta es la 44-45, la que nos ocupa.
El gol 200 de primera llegó en la jornada 25 y penúltima de la liga 44-45, el 13 de mayo de 1945. Con las importantes ausencias de Aparicio, Trompi y sobre todo Millán, lesionado desde el partido de su única presencia internacional, en marzo, en Lisboa, jugaron de rojiblanco: Martí; Rey, González; Sosa, Melito, Sierra; Marín, Acedo, Nicola, Galvany y Mas. El Granada realizó un gran partido, no de un fútbol elaborado pero sí pleno de fuerza y entusiasmo, y con mucha emoción y dramatismo derrotó al entonces vigente campeón de liga, el Valencia, que aunque ya no tenía nada que hacer esta temporada y por eso su partido era de trámite, seguía contando con la que se llamó “delantera eléctrica” (Epi, Amadeo, Mundo, Asensi y Gorostiza, aunque en Granada le faltaron dos de sus componentes) y traía un equipo en el que prácticamente todos eran, o lo serían después, internacionales, entre los que destacamos al guardameta, futuro entrenador rojiblanco, Ignacio Eizaguirre, y a otro futuro granadinista, Igoa, en punta de ataque. Cualquier resultado distinto de la victoria, casi con seguridad hubiera mandado a nuestro equipo a segunda de forma directa, si no en esta jornada sí en la siguiente puesto que en esa última había que ir a jugársela nada menos que a Bilbao. Acedo inauguró el marcador para el Granada en la primera parte y a poco de empezar la segunda empató Gorostiza para los forasteros. Pero a falta de un cuarto de hora Galvany provocó el delirio en las gradas con el 2-1 que sería definitivo, de un trallazo desde fuera del área: era el redondo gol 200 del Granada en primera.
Hubo una buena entrada pero el campo no se llenó. Era día del club, el segundo ya esta temporada porque también lo había sido cuando la visita del Bilbao en la última jornada de la primera vuelta, inaugurando así una práctica que dentro de poco será norma en cada temporada, y de un único día de ayuda al club, que permitía la legislación y venía siendo lo habitual, se pasó a que este tipo de partidos en el que todos los socios pagan (aparte de lo ya desembolsado) fueran cada año dos por lo menos. Para justificarlo la directiva publicó en la prensa en los días previos un llamamiento a la afición de tintes dramáticos en la que expone que la situación económica es calamitosa debido al bajón de público asistente a los partidos, que ha sido la nota predominante en todo lo que va de temporada, agravado porque muchos socios se han dado de baja recientemente, lo que ha motivado que los ingresos del club se hayan reducido a la mitad de lo que era normal y así, para poder realizar los últimos desplazamientos y atender las nóminas, no ha habido más remedio que recurrir a aportaciones de los directivos. Recordemos que la gran mayoría de hinchas que eran socios del Granada lo eran “de número”, es decir, no pagaban su abono de una vez y por toda la temporada como se hace ahora, sino que venían obligados a desembolsar una cantidad mensual (21 pesetas los de tribuna y 15 los de preferencia o fondos), así que cuando el equipo iba mal, como en esta 44-45, que transcurrió entera con el Granada en puestos de descenso o rondándolos, las bajas de socios eran abundantes, y esas bajas consistían de dejar de pagar las cuotas mensuales.
La victoria ante el Valencia con el gol 200 salvó al Granada del descenso directo. Para escapar también de la promoción, que este año la jugaba sólo el tercero por la cola, habría bastado con sacar al menos un punto en el último partido de la liga, pero ese último compromiso era en Bilbao, donde los rojiblancos (eran los locales los que se cambiaban en aquellos años) cayeron derrotados 4-1 y condenados a jugarse la permanencia en promoción. El puesto final del Granada fue el 12º, empatado a puntos con el 11º, el Murcia, pero éste nos superaba en el golaveraje particular.
Casi toda la liga transcurrió con el Granada en puestos de descenso y en algunas jornadas ocupando el farolillo rojo, pero en la recta final, de la mano de Emilio Vidal, sustituto de Esteban Platko, el equipo mejoró mucho en entrega y en juego y resultados, escapando de un descenso cantado. La mejoría siguió en los partidos posteriores a la terminación de la liga y el equipo llegó lejos en la Copa del Generalísimo eliminando en IV al Castellón, también de primera, superando un 3-0 en contra de la ida y forzando un desempate que ganó el Granada en Chamartín, lo que lo convirtió en semifinalista por primera vez en su historia (en eliminatorias previas se había desecho de Hércules y R. Sociedad, ambos de segunda). La semifinal fue contra el Valencia y, según las crónicas, tanto en la ida (2-0) como en la vuelta (2-1) fueron mejores los nuestros y sólo les condenó la falta de acierto ante la meta contraria.
La promoción a una sola carta llegó por fin a mediados de junio y el rival era el tercero del único grupo de segunda, el Celta, que llevaba, bien descansado, esperando un mes a que el Granada fuera eliminado de la copa y que además tenía un extraordinario once, con el futuro granadinista Pahíño de estrella. No obstante, nuestro equipo era claramente el favorito para toda la prensa nacional por su magnífico final de temporada y su clasificación semifinalista copera, y parece que los rojiblancos acabaron por creérselo y salieron al campo neutral del Metropolitano con exceso de confianza; cuando quisieron acordar ya perdían claramente y no fueron capaces de remontar. A pesar del enorme calor que hacía en Madrid, el partido acabó en medio de un tormentazo y un chaparrón helador, y con el Granada derrotado 4-1, saboreando el amargor del primer descenso de categoría de su historia. Contra el Celta fue el debut en primera y contra el Celta fue la despedida. El gol 200 de Galvany al Valencia fue también el último de división de honor que se vio en Los Cármenes hasta doce años después.
Apenas un par de semanas después del partido del gol 200 de máxima categoría, a primeros de junio de 1945, en pleno Corpus, en Granada parecía haber un único tema de conversación. Los periódicos locales ni una palabra dijeron de la cuestión, como era habitual, pero en los corrillos a media voz no se hablaba de otra cosa: la última hazaña de los Quero con la que seguir aumentando su leyenda de forajidos bravíos e indómitos. Un verdadero ejército armado de policías y militares y otro no menos numeroso de soplones llevaba tras sus pasos varios años, pero ellos seguían dando grandes dolores de cabeza a los encargados de preservar el orden público. En uno de sus más audaces golpes, secuestraron por la mañana en su propio domicilio, en el palacete de Quinta Alegre, al banquero Rodríguez-Acosta, por el que cobraron un rescate de 250.000 pesetas, y ese mismo día pero por la tarde y ante testigos, se llevaron en plena Gran Vía a un conocido comerciante por el que obtuvieron 225.000, se lee en los numerosos volúmenes que hablan de la legendaria banda de los Quero. Dos golpes a plena luz del día y una fortuna a sus bolsillos. Ya sólo quedaban tres hermanos de los cuatro que lideraron la partida. El que había sido el cerebro de la banda, José, había muerto en noviembre del disparo a quemarropa que recibió en un intento de atraco a un comercio de Carril del Picón. Los demás hermanos morirán también en plena juventud y por disparo de arma de fuego (dos de ellos por su propia mano), el siguiente en hacerlo será Pedro, el último de los cuatro hermanos en incorporarse a la partida, apenas un mes después del doble secuestro. Pero a los Quero les quedaban todavía algunos años más de traer de cabeza a las fuerzas del orden e incluso al mismísimo Franco, del que dicen que tenía sobre su escritorio -al lado del brazo incorrupto de Santa Teresa- un grueso dossier donde se detallaban las andanzas de estos atípicos maquis urbanos.
Mientras tanto no llueve ni por casualidad a pesar de las abundantes rogativas, triduos, novenas y procesiones varias impetrando del cielo el líquido elemento. La pertinaz sequía ha dejado secos los embalses y la Mengemor endurece las ya de por sí grandes restricciones de fluido eléctrico que venía practicando. Otra calamidad más que sumar a las muchas que viene padeciendo el paisanaje, aunque es ésa en realidad una preocupación menor en comparación con la que dan los estómagos llenos sólo de aire, una sensación que no deja pensar en nada que no sea acabar con los borborigmos que producen unas tripas huérfanas de algo que procesar. Con lo que se puede adquirir de racionamiento no hay ni para empezar. Hay que tener el bolsillo lleno para, en Bib-Rambla, la Mariana o Plaza Nueva, poder comprar a los estraperlistas de menudeo que allí pasan todo el día y todo el mundo conoce (también los guardias), una docena de huevos o una barra de pan, un filete de carne de equino anciano o una tripa de salchichón triquinósico, todo a precios de gema oriental, eso sí. Si eres persona de posibles, esos mismos de las gabardinas y los cestos te facilitan las cartillas de racionamiento y de fumador que necesites o te afilian a Falange sobre la marcha.