Ecológicos, naturales, veganos... Vinos para todos los gustos en Granada
Varias bodegas de la provincia se abren camino en el mundo del cultivo sostenible, con excelentes resultados
El 29 de agosto, lo que quiere decir hace justo dos meses, GranadaDigital publicó un artículo que hablaba de la buena salud del vino de Granada. Ya está amparado bajo el paraguas de una Denominación de Origen Protegida, hay medio centenar de bodegas repartidas por toda la provincia, algunas en sitios muy próximos a la costa, como Albuñol, y otras a más de 1.300 metros de altitud, como sucede en Huéscar, se exporta a países como Alemania, Holanda, Estados Unidos o China... Parafraseando a un expresidente del Gobierno, el vino de Granada va bien.
Hay vino en Granada, y vino de todo tipo. Algunas empresas están buscando su camino en el mundo de los productos ecológicos. O el de los naturales, conviene hacer esa distinción porque no son exactamente lo mismo. Méndez Moya, que tiene sus viñedos en Dólar; Haza del Lino, que cultiva en Polopos; las últimas añadas de Spira, que se sitúa en Huélago; o Vilaplana, ubicada en Caniles, son algunos de los que entran en la primera categoría. Naranjuez, que está en Marchal; Cauzón, en Cortes y Graena; Barranco Oscuro, en Cádiar; y Purulio, también en Marchal, en la segunda. Todos ellos demuestran que el respeto al medio ambiente no está en absoluto reñido con la calidad, sino todo lo contrario: por lo general es excelente lo que sale de ahí.
Toca, entonces, matizar. El vino ecológico, además del que procura los abonos naturales en la tierra y ese tipo de cosas, es, en esencia, el que controla mucho los sulfitos, una sustancia que se añade a los vinos durante su proceso de elaboración para mejorar su conservación y retrasar su oxidación. Todos los vinos llevan sulfitos por la sencilla razón de que se generan de forma natural, como se generan en nuestro organismo, por otra parte, mientras hacemos la digestión. Es un producto químico, de acuerdo, pero la química no tiene por qué ser siempre mala. Sí es cierto, no obstante, que a algunas bodegas se les va la mano con dicha sustancia y hay que tener en cuenta que, en proporciones elevadas, es tóxica.
En cuanto a los naturales, cabría decir que van algo más allá. Son vinos en los que no sólo no se añade más sulfito que el que el propio producto contiene. La idea, aparte de eso, es que la intervención humana en todo el proceso, desde el cultivo a la vinificación, sea la mínima indispensable. Es algo en lo que empezó a trabajarse hace cosa de cuarenta años en Francia y que entró en España por Cataluña. Allí es probablemente donde más vino de este tipo hay en nuestro país.
Clarificación
Además de lo anterior, existen vinos veganos. O para ser más precisos, que pueden consumir sin que les signifique romper con su filosofía aquellas personas que rechazan los productos de origen animal.
¿Por qué tendría que guardar el vino relación con el mundo animal, si procede de una fruta como es la uva? Pues porque durante la vinificación hay un proceso que se llama clarificación y que sirve para limpiar el producto, para que no llegue túrbido a la botella. Que en principio no pasaría nada si así ocurriera, pero el efecto visual no suele gustar a los consumidores.
En esa clarificación se utilizan proteínas derivadas de la leche y gelatina procedente de cartílago de pescado, así como un elemento llamado ictiocola, también procedente de peces. Los vinos aptos para veganos (a los que se concede un certificado específico que les permite anunciarse como tales), clarifican utilizando proteínas de patatas, guisantes o trigo. Méndez Moya es una bodega granadina que ya cuenta con ese certificado.