La educación a través del prisma de tres generaciones de docentes

GranadaDigital testa la opinión de un aspirante a docente, una maestra que ejerce actualmente y un profesor ya jubilado en el Día Internacional de esta disciplina

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Luis González, Encarni Ibáñez y Miguel Ángel Pérez dan su opinión sobre la educación | Fotos: Remitidas
Miguel López Rivera
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Generadora incesante de diatribas, dimes y diretes respecto a su funcionamiento, la educación es uno de los caballos de batalla sobre los que cabalga la agenda política desde la Transición. Desde cuestiones generales, como la necesidad de abordar el debate sobre la importancia de un gran pacto, a otras puntuales, como el actual de la Lomloe, pasando por los que planean sobre cada uno de ellos, véase las ratios.

Este 24 de enero se conmemora por quinto año consecutivo el Día Internacional de la Educación. Una fecha con la que la Unesco pretende poner en el foco en la "responsabilidad colectiva" de no olvidar que este ámbito social es un derecho humano y "un bien público". "Sin una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos, y de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, los países no lograrán alcanzar la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, jóvenes y adultos", asegura el organismo de la ONU especializado en esta materia.

En la actualidad son 244 millones los niños y jóvenes en todo el mundo sin escolarizar, y se estima que 771 millones de adultos son analfabetos, viendo así todos ellos conculcado su derecho inalienable a la educación.

Con el conjunto de la sociedad todavía en plena resaca de la Lomloe, la octava ley educativa del actual sistema democrático, GranadaDigital ha querido no caer en los mismos errores que tradicionalmente se achacan a las fallas en la elaboración y las reformas de estos textos, pasando de los despachos a la realidad de la calle.

Para ello, ha contactado con tres docentes de la enseñanza obligatoria –un aspirante a la Primaria, una maestra que ejerce actualmente en esta etapa de la educación y un profesor de Secundaria y Bachillerato ya jubilado– para testar y conocer su visión y análisis de la situación actual del sistema.

"Aprenderse un tema y soltarlo en el examen no debe ser nuestro objetivo"

Luis González Gnecco, de 28 años, se presentó el año pasado a las oposiciones al cuerpo de maestros. Ha trabajado en aulas matinales y realizado prácticas en algunos centros de la capital, aunque aún no ha tenido la oportunidad de ejercer en la enseñanza reglada con plaza propia. Por eso, muestra sus dudas respecto a la equivalencia entre el sistema actual y el que se encontrará cuando ese momento llegue.

"Creo que la educación que me voy a encontrar una vez empiece va a diferir mucho de la actual en ciertas cosas. En otras, por desgracia, seguirá igual. Será diferente en el sentido de la incorporación de la tecnología en todas sus variantes, desde herramientas hasta mochila digital, algo que ya se está viendo a día de hoy. Cada vez es menor la cantidad de libros de texto en papel que tienen los alumnos en virtud de los libros digitales. Y eso, unido a la introducción de cada vez más ordenadores y recursos digitales para buscar información y tratarla, está haciendo que se avance mucho", opina este futuro maestro.

Gnecco lamenta, sin embargo, que el modelo de evaluación "esté siendo el mismo, aunque poco a poco nos adentramos más en el aprendizaje por proyectos y descubrimiento". "La evaluación se está quedando estancada en unos exámenes memorísticos para complacer a las editoriales, cada cual mirando por sus propios beneficios en lugar de por el alumno. Es mucho más cómodo para el docente medio coger un examen de editorial y pasarlo año tras año o, incluso, ser ellos mismos quienes elaboren el examen con preguntas en las que el alumno se limite a soltar la ristra de frases sin sentido que se ha tenido que memorizar", agrega antes de denunciar que, con ello, "a duras penas conseguiremos que ese examen sea realista en cuanto a cómo ha interiorizado el alumno la teoría". Y es que, a su juicio, "es relativamente fácil aprenderse un tema y soltarlo en un examen, pero ese no debe ser nuestro objetivo. Tenemos que conseguir que el alumno encuentre ese foco de interés en todo lo que hace en el centro, que vea la importancia que tiene, y que lo aprenda a gusto, no solo para obtener un número en un examen".

Y para sostener su postura, incluso lanza un órdago al resto de la comunidad educativa: "Todos tendemos a presentar la idea de "mi época era mejor". Si tenemos este debate con un antiguo profesor, sin absolutamente ninguna duda va a tratar de argumentar que su alumnado estaba infinitamente mejor preparado que el alumno medio actual. Pero esa afirmación va a depender de lo que se entienda por preparación. Si consideramos preparación ser capaz de recitar el Quijote, sí, seguramente estuvieran mejor preparados antes. Pero si consideramos como preparación, adquirir el gusto por la lectura, un sentido crítico hacia los libros que leen, ser capaz de relacionar diferentes obras con su contexto para entenderlas mejor y así un largo etcétera, estamos mejor preparados ahora".

"La escuela debe ser el reflejo de una sociedad moderna"

Aunque llevaba trabajando en el sistema educativo desde 1991, Encarni Ibáñez accedió como funcionaria al cuerpo de maestros en el año 1994. Actualmente es docente en el CEIP Sierra Elvira y, tal y como barruntaba Gnecco, ella también aprecia que "hay cosas que han cambiado y otras que, por desgracia, no mucho". Abordando ahora "la recta final de mi carrera profesional, lo que me lleva en numerosas ocasiones hacia reflexiones necesarias", Ibáñez ve la escuela como "una maquinaria muy compleja, reflejo de una sociedad cuya dinámica es acelerada y va más rápido en muchas ocasiones". A su juicio, esta rápida transición "hace necesaria una reflexión acerca de la incorporación de las TIC a nuestra tarea docente, que no es como quisiéramos porque ni llega a todo el alumnado por igual ni tenemos toda la formación que se precisa, aunque nos esforcemos, ni tampoco a veces la infraestructura en los centros es la suficiente y necesaria". Por ello, demanda "un esfuerzo por parte de los poderes públicos para que la escuela sea reflejo de una sociedad moderna y avanzada".

Entre sus principales reivindicaciones está la bajada de ratios. Un problema que lleva detectando "desde que comencé a trabajar". "La calidad pasa por un número reducido de alumnos por aula, y en eso creo que está de acuerdo la mayoría de la sociedad. Es obvio que esto está relacionado directamente con los recursos personales. Los años del Covid tuvimos la ocasión de verificar que a mayor número de profesores en los centros, mayor calidad educativa porque ello lleva implícito directamente la bajada en el número de alumnos por aula". "Desafortunadamente esa bajada de ratio no llega nunca y es un error", afea a la administración.

Precisamente a colación de la pandemia, Ibáñez pide evidenciar la imperiosa necesidad no solo de adecuar las TIC, sino también de "mantener la figura de la enfermera o enfermero escolar". En este sentido, considera que "educación y salud pueden y deben trabajar en un mismo sentido para mejorar y promover hábitos de vida saludables, supervisar enfermedades crónicas o alergias y, de esta manera, descargar un poco a los tutores, que a veces se ven obligados a tener conocimientos sanitarios además de atender su obligación docente", desarrolla. Además, avisa de que "en los últimos tiempos ha habido un incremento de una burocracia a veces poco efectiva". "Tenemos que racionalizar esa burocracia, pues hay una carga tan grande que en ocasiones resta mucho tiempo de actividad docente, como puede ser el hecho de preparar materiales", manifiesta antes de verbalizar un deseo: "Me encantaría despertarme un día con la noticia de que se alcanza un pacto de estado por la educación. Creo que es un sueño compartido por la mayoría de los docentes".

Esta maestra destaca como positivo "la apuesta por una educación más inclusiva", que ha ido "evolucionando hacia mejores perspectivas", y también "por metodologías innovadoras y más inclusivas que reflejarán un avance como sociedad, aunque aquí nuevamente falta más personal especializado en atención a la diversidad en los centros". Por último, "la participación de las familias en los centros a través de sus representantes es otro de los pilares de los que se ha beneficiado la educación en los últimos tiempos y representa una verdadera apuesta para construir comunidades educativas que comparten objetivos comunes. La escuela se ha hecho más abierta y dinámica en este sentido", opina de modo concluyente.

"Hubo una época exigente, otra menos y ahora estamos en el equilibrio"

Y positivo es el adjetivo que mejor define a Miguel Ángel Pérez. Tras 41 años de carrera profesional en el Colegio Juan XXIII de la Chana, este profesor de Matemáticas natural de Guadix puso el broche a su etapa docente en septiembre de 2020. A sus espaldas, cinco años como director de este centro enclavado en la zona de expansión del populoso barrio de la capital y otros 31 como jefe de estudios. "Podría hacer un diagnóstico de situación catastrofista, decirte que muy mal y que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero lo que ocurre es que la situación y la sociedad es distinta en cada tiempo". Así comienza su repaso a más de cuatro décadas en la primera línea de fuego, que él divide en tres etapas.

"Cuando empecé en 1979 era un momento en la que la educación servía de ascensor social. Era el único medio para progresar en aquel momento. Aquello fue interesantísimo. Los hijos aprovecharon la educación a tope, y era gente que estaba muy motivada por la propia sociedad y por la familia. Luego, a mediados de los 90, llegó la Logse y la educación trató de cambiar también. Del refrán que decía que "la letra con sangre entra", se da un bandazo, el conocido como 'pendulazo', y nos encontramos una educación en la que el niño tenía que ser feliz", explica Pérez, quien se vale de su retórica y facilidad como transmisor de conocimiento para sintetizar que "ese pendulazo llegó a cambiar los estándares".

"Hubo cambios en la disciplina. Se cometió el error de no hacer una FP acorde a lo que se necesitaba, a lo que demandaban los oficios de aquel mercado laboral, sino para absorber a quienes no valían o no querían estudiar. Los 2000 los años del proteccionismo de los padres", abunda todavía en referencia a esa segunda fase de la enseñanza que a él le tocó vivir. Es a partir de la segunda década del siglo XXI, alrededor de 2010, cuando "el péndulo comenzó a equilibrarse". Coincidió con su nombramiento como director y, en su opinión, estos últimos años han permitido hallar una suerte de estabilización que ha ejercido a modo de contrapeso, y que ha cristalizado en padres más preocupados, por ejemplo, por el hecho de que sus hijos aprendan inglés. "Estoy contento de cómo la veo [la educación] en los últimos años. Hay una inmensa mayoría de gente que otra vez está queriendo aprender. Vino una época exigente, otra poco exigente y ahora estamos en el equilibrio. Todo lo demás está influenciado por la propaganda periodística. Los padres se han dado cuenta de que la educación es lo único que hace grande al hombre", sentencia más vitalista que nunca este docente que, ya jubilado, ha decidido matricularse en Historia por la UNED.

Para este profesor emérito, "las ratios no constituyen el principal problema de la educación, pues hay que tener en cuenta que cuando mejor estábamos teníamos 50 alumnos en un aula. Ahora hay clases con 20 o 25 y se están cerrando unidades educativas porque falta alumnado. Lo importante, en realidad, es la motivación e interés que tienen esos 20 o 25". Y respecto al debate de la Lomloe, Miguel Ángel Pérez reclama "un pacto por la educación que esté guiado por los profesores". "Deben ser parte integrante del equipo que haga la ley. No se puede hacer una norma a espaldas de la sociedad y sobre todo de los profesionales porque luego pasan cosas como lo que ha sucedido con la 'Ley del solo sí es sí", matiza para, a renglón seguido, aclarar que "esos profesionales tienen que ser los docentes, no los pedagogos". "Tras una de las reformas educativas, vino un pedagogo al colegio para darnos un curso que, además, hay que decir que estuvo muy bien impartido. Al terminar le dije que viniera un día a clase para aplicar aquello y me dijo que sí. Veinte años llevo esperando". La educación, el debate eterno, con el prisma de tres generaciones de docentes.