El beso, un acto que se celebra en todo el mundo | Vídeo
En Granada hay una calle dedicada a este acto en la que la leyenda cuenta que una madre resucitó a su hija al juntar sus labios
Hay muchos tipos de beso. Existen los de tornillo, los de película o la lluvia de besos. Los hay formales, con pasión y por compromiso. El beso no es una cuestión de cultural, el beso es amor, afecto y sentimiento. Cualquier país o religión practica el beso, ya sea en público o en la intimidad. Porque ¿a quién no le gustan los besos?.
El beso genera sustancias naturales ubicadas en nuestro cuerpo que nos hacen sentir mejor. Con el contacto de los labios, el sistema nervioso se estimula y se produce la liberación de adrenalina, por lo que se acelera nuestro ritmo cardíaco. Tal es su estimulación que se pueden quemar hasta tres calorías por minuto. También contribuye a atenuar el dolor y el estrés, ya que libera endorfinas, lo que puede ser más potencial que la morfina.
Día Internacional del beso
Esta acción de juntar los labios de dos personas tiene su propia día reconocido de forma mundial. Casa trece de abril se celebra se celebra el Día Internacional del Beso, una fecha que surgió gracias al récord del beso más largo de la historia, que duró 58 horas y que fue protagonizado por una pareja de tailandeses. La pareja rompió su propio récord de 46 horas consecutivas.
Pero los besos también han servido como forma de protesta. Y es que, este día se usa como reivindicación en países en los que no se permite besar en lugares públicos o, directamente, se prohíbe el contacto físico delante de otras personas.
La calle Beso
El beso no sólo tiene una condición social y sexual. Además, se rodea de leyendas e historias de amor. En Granada, en el mítico barrio del Albaicín, encontramos la calle Beso. Todo aquel que encuentre esta rebuscada vía, podrá apreciar la historia que está escrita en sus paredes:
Leyenda de la calle Beso | Foto: GranadaDigital
"Esta callecita en el siglo XVIII, aun se llamaba la Calle del Conde de Cabra por el aristócrata que después de la conquista se apropió de la parte del Albaicín en la cual estamos.
En esta casa vivía un matrimonio con su hermosa hija, una muchacha tan angelical que todos los vecinos la adoraban. Un día, cuando su madre la fue a despertar, encontró a la niña totalmente inerte.
Horrorizada, gritó ¡Dios mío, está muerta!, llamando a los vecinos, que transformaron el barrio en un solo llanto.
A la noche celebraron el velatorio, en clima de gran tragedia. Pero al día siguiente cuando iban a cerrar el ataúd, y la madre acercó sus labios para dar a su querida hija un desesperado
beso, los ojos de la “muchacha muerta” se abrieron lentamente".
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