El blues del autobús
El Partido Popular felicita en Canarias al transformista que se mofó de los símbolos cristianos y en Madrid insta a la Fiscalía a que investigue el famoso autobús naranja de los penes y las vulvas por si sus promotores hubieran podido cometer un delito de odio.
Hay políticos populares que sufren un complejo muy propio de la derechita cool, que les impele a querer adelantar por la izquierda a quienes siempre los van a considerar unos carcas ultramontanos, por solícitos y pastueños que se muestren con el progrerío.
Es el suyo un intento patético -como de peñista andaluz del BarÇa- de congraciarse con quienes les desprecian.
Los de Hazteoir son unos fanáticos con un amplio curriculum, pero, desde la perspectiva penal, el autobús de la discordia no resiste la comparación con el asalto a la capilla de la Complutense al grito de “arderéis como en el treinta y seis”, que ya sabemos de qué manera resolvió la justicia. Por eso resulta aún más ridículo el entreguismo pepero a los dogmas de género por la vía de la delación.
De la posizquierda ya se sabe que no da un balón por perdido ni pierde oportunidad de ejercitar sus amplias dotes de agitación y propaganda.
A nadie sorprende, por ello, que quienes no suelen aguantar una mosca en los genitales, como han demostrado, una vez más, con el autobús de marras, aplaudan a rabiar la provocadora e hiriente actuación de la drag queen canaria y exijan a los católicos un espíritu deportivo del que la neoinquisición progre nunca hace gala.
El mester de progresía –copyright del gran Paco Robles- ostenta el monopolio de la ofensa y la exclusiva del ingenio y todo el que cuestione estas verdades es susceptible de acabar en la hoguera.
Así que, mientras nadie puede discutir el credo que aglutina a la secta, los católicos, sobre los que hay, al parecer, una especie de derecho universal al escupitajo, deben soportar con la sonrisa puesta -lo que equivale a ser puta y poner la cama- exhibiciones de heroico compromiso con los derechos de tal y pascual como las perpetradas por la drag carnavalera o aquellas activistas de Femen que se pasaron literalmente por la vulva a Cristo crucificado, en una performance sórdida de porno sadomaso de convento, ejecutada a plena luz del día en la Plaza de San Pedro.
Christopher Hitchens, el escritor británico azote de curas y de imanes, aseguraba, sin embargo, que, cuando entraba en una iglesia o en una mezquita, escuchaba con respeto. Hitchens era un ateo militante, pero no estaba cegado por el odio.
A mí, como a Boadella, me gustan los caricatos que se ríen de los que están en el teatro. Reírse de “los de fuera” -los católicos son una presa demasiado fácil- no exige valor alguno. El tal Drag Sethlas y las niñas de las tetas no son más que miedicas bovinos travestidos de iconoclastas con arrojo. Corrección política disfrazada de subversión. Uno con pene y las otras con vulva.
Comentarios
Un comentario en “El blues del autobús”
Manuel Maldonado
5 de marzo de 2017 at 13:21
Comparto casi todo tu planteamiento, salvo en una cosa, pensar que los pecados por omisión del PP, hacia sus votantes, solo tienen su origen en los complejos (de lo políticamente correcto) es, en mi opinión, a esta altura de la “película”, una ingenuidad cómplice: no hay más ciego que no quiere ver.
El PP, hace tiempo que cruzó esa línea y se apuntó al carro de la ingeniería social. No podemos olvidar que AZNAR no sólo mantuvo la ley socialista del aborto del 85 (GONZALEZ), sino que la amplió con la comercialización de píldoras abortivas y la ley de investigación con embriones de ANA PASTOR.
Luego vino el PSOE de ZAPATERO con sus leyes de ideología de género, memoria histórica, educación y ampliación del aborto; las cuales ha mantenido el PP de RAJOY incluso con su mayoría absoluta.
Y no olvidemos que, gracias a AZNAR, entre otras, la sanidad, educación y justicia están transferidas a las comunidades autonómicas y es, CRISTINA CIFUENTES del PP, la que ha dado un paso más en la persecución legal de los que difieren y se oponen a la imposición de la ideología de género a los hijos de los madrileños, llegando incluso a perseguir a colegios que, siguiendo las indicaciones de los padres de los alumnos, no quieren que se adoctrine a sus hijos.
En resumen, el PP no tiene ningún complejo, solamente está jugando al “poli bueno (PP) y poli malo (PSOE)” para imponer a la sociedad española todas las reformas sociales y morales que se le impone desde los grupos de presión y las élites de la Unión Eropea: son el “PPsoe”.