El coco Granada
Era mediados de septiembre pero en Granada seguía haciendo calor de pleno verano, con temperaturas de treinta y cinco grados a la sombra. En la prensa local, sobre todo en la pluma del veterano periodista Narciso de la Fuente, como en años anteriores, desde hacía varias semanas se venía pidiendo a las autoridades que fuera revivida una cuasi tradición granadina, la de las Fiestas de Otoño. En realidad, Fiestas de Otoño, así con ese nombre, sólo existía el precedente del año 1935, en plena II República. Dado que en Granada en el mes de septiembre tradicionalmente tenían lugar desde hacía muchos años las fiestas de varios de sus barrios y además era (y sigue siendo) cuando salía la procesión de la patrona, se pensó en organizarlo por el Ayuntamiento como un todo dando lugar a unas segundas fiestas mayores. En aquel septiembre de 1935 empezó la feria el sábado víspera de la salida procesional de la Virgen de las Angustias y duró nueve días, concluyendo con la romería de San Miguel al cerro del Aceituno, que aquel año partió desde la Catedral. Como en el Corpus, la cosa comenzó con una diana floreada seguida del desfile de la Pública, pero sin la Tarasca, y por la noche fuegos artificiales. En esos días hubo iluminación extraordinaria de las principales calles, conciertos en las plazas públicas y bailes en verbenas callejeras, fiesta-concierto en el palacio de Carlos V y carreras en el hipódromo de Armilla, y también se incluyó dentro del programa oficial de fiestas el partido correspondiente a la jornada cinco del Campeonato Superregional Andaluz en el que el Recreativo y el Betis (flamante campeón de liga) empataron sin goles en Los Cármenes el mismo día de San Miguel, domingo. Eran unas segundas fiestas mayores que nacieron con vocación de continuidad, pero como al otoño siguiente y los dos que vinieron después no estaba el horno para cuchipandas, lo que iba a ser un segundo Corpus granadino pasó a mejor vida porque con la vuelta a la normalidad después de la guerra ya nadie se acordó de aquellas Fiestas de Otoño del año 35 que, por otra parte, según las crónicas de la época, tampoco resultaron especialmente lucidas. Sólo la prensa local al cabo de los años reivindicó tímidamente que volvieran a instaurarse, pero año tras año fueron ignoradas esas peticiones desde la plaza del Carmen, seguramente más que nada por cuestiones económicas, aunque quizá también por no recordar de alguna forma a la República. En 1966 tampoco hubo fiestas municipales de otoño, así que aparte de lo que es normal cada septiembre en Granada: preparativos para la procesión, fiestas en algunos barrios como el Zaidín (con poco más de diez años de existencia y ya monstruoso y caótico pero sin apenas los servicios más básicos), zamboas, acerolas, maoletas y azofaifas, y en poco se diferenció aquel septiembre granadino de otros anteriores. Toros no hubo porque aunque estuvo contratado El Cordobés, a última hora cambió Granada por Logroño.
Sí que había en 1966 en Granada fútbol de primera, categoría conquistada unos meses antes por nuestro equipo. Se había traído de su debut liguero un punto y un positivo de su visita al Insular, pero en la segunda jornada recibía en Los Cármenes a un auténtico hueso, el Zaragoza de Daucik. Un partidazo digno de haber figurado en el programa de unas fiestas de otoño si es que el alcalde Sola se hubiera animado a organizarlas. En la actualidad purgan sus culpas los maños en segunda, pero en 1966 eran un conjunto de los más punteros de España y medio equipo titular jugaba en la selección. Era el Zaragoza de la delantera de los Cinco Magníficos (Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra), el mejor de toda su historia, finalista de las últimas cuatro ediciones de la Copa del Generalísimo y campeón de la de ese mismo 1966 y también de la de 1964, año en el que conquistó además la Copa de Ferias, torneo internacional europeo antecesor de la Copa de la UEFA. Por si esto fuera poco, entre semana, cuatro días antes de su cita en Los Cármenes, había vencido al Barcelona en el Camp Nou 0-1 en el partido de ida de la final de la edición de Copa de Ferias de la 65-66, aplazada hasta estas fechas para que se disputara el Mundial de Inglaterra, y tenía pendiente el partido de vuelta de esa final tres días después de jugar en Granada, final que a pesar de ser favorito perdió en la prórroga 2-4.
Por entonces en España las únicas apuestas permitidas eran las quinielas. El Granada-Zaragoza era a priori claramente un “2”. Mago Karag en Marca había calificado el partido como de trámite para el Zaragoza y en Dicen publicaron una viñeta en la que en tono de guasa se decía que podían ganar los de blanco por goleada. Sí que hubo goleada sólo que no en la portería prevista. En vez de un dos acabó siendo casi un siete para los forasteros, que salieron apalizados de Los Cármenes 6-2. Un señor escardón en granaíno castizo. El Granada, vuelto a la máxima categoría después de cinco años de ausencia, había fichado a Eizaguirre como entrenador porque al húngaro Kalmar no le faltaron buenas ofertas, y estaba formado por la base del equipo que ascendió en La Rosaleda sólo cuatro meses antes más unos pocos fichajes de jugadores con experiencia en primera, entre ellos algunos futbolistas muy importantes en su historia como Ñito y Vicente. Fernández de Burgos afirma en Mundo Deportivo y reitera en Ideal que pudieron incluso ser más goles y que la clave de la paliza estuvo en los defensas zaragocistas Santamaría e Iruzquieta, que fueron un coladero y al portero Yarza lo dejaron vendido una y otra vez, y el Granada jugando con rapidez sorprendió al equipo de moda. En el Nou Camp no les habían hecho ningún gol pero cuatro días después los mismos once futbolistas se llevaron un saco de Los Cármenes. Coinciden las crónicas en que los campeones de Copa y cuasi de Ferias salieron excesivamente confiados y cuando quisieron acordar ya perdían ampliamente. Al descanso se había llegado 2-1 pero fue encenderse los focos y empezar el Granada a hacer goles como el que no quiere la cosa, y al cuarto de hora de la segunda parte ya iban 5-1 y los graderíos se llenaban de pañuelos blancos, que era la forma que tenía la hinchada de agradecer lo bien que se lo estaba pasando.
Dos gaditanos fueron los triunfadores de la tarde-noche: el joven extremo de 21 años, Lara, recién fichado (una promesa que poco tiempo después se perdió para el fútbol porque era más aficionado a la juerga), quien destrozó con sus rápidas cabalgadas a la defensa maña; y el delantero centro Miguel, que marcó cuatro de los seis que cayeron en las redes zaragocistas. Vicente y Agüero completaron la paliza. Carlos Lapetra y Páis salvaron el honor maño. Apoteosis en Los Cármenes, tituló Hoja del Lunes que además calificó con un 3 a los once rojiblancos. La directiva primó a los jugadores con 10.000 por barba y a algunos les faltó tiempo para salir corriendo a gastárselas en francachelas.
Aparte de por el palizón al Zaragoza Magnífico, también es histórico aquel partido porque fue el primero en toda su historia que con carácter oficial jugaba el Granada en Los Cármenes en horario nocturno. La segunda parte se pudo ver bajo la luz de los 120 reflectores que distribuidos en cuatro torres metálicas de 25 metros de altura se instalaron en agosto, dos de ellas en terrenos del Ave María vecino, que cedió su director Pedro Manjón. Ya se habían estrenado dos semanas antes en el amistoso de pretemporada que tradicionalmente patrocinaba la Asociación de la Prensa y que jugaron el Granada y el portugués Os Belenenses (1-1), el gobernador civil Antonio Soler Bans accionó la palanca e hízose la luz, quedando apto el campo de la carretera de Jaén para la retransmisión de partidos, bautizo televisivo de Los Cármenes que ocurriría también por primera vez en la historia esta temporada, en abril de 1967.
Acababa de ser reelegido como Presidente José Bailón en asamblea de socios en la sede de la Caja de Ahorros de 3 de agosto, en la que se informó a los presentes de que cuando el industrial atarfeño se hizo cargo del club se encontró una deuda de 5 millones de pesetas y en sus cuatro años de mandato había conseguido reducir ese déficit a la mitad. Ésta precisamente será la última de las siete temporadas (en dos épocas) de Bailón al frente del club, porque el Granada de Eizaguirre que empezó tan extraordinariamente bien la liga ya no volvió a parecerse al de aquella tarde en que venció a los magníficos y acabó descendiendo. La dimisión de Bailón Verdejo dio paso a la era Candi en 1967.
La prensa de Zaragoza reconoció como justa aunque quizás exagerada la victoria granadina, y Daucik dijo que el Granada jugó como a él le gusta. Y la prensa nacional destacó la gran sorpresa de la derrota por paliza de los Magníficos e importantes opinadores madrileños calificaron al Granada como el “coco” de esta temporada, pero los rojiblancos fueron paulatinamente perdiendo forma y puestos en la clasificación hasta acabar en junio descendiendo en promoción frente al Betis.
Comentarios
Un comentario en “El coco Granada”
José Luis Entrala
9 de septiembre de 2019 at 20:56
Ese partido lo vio desde la grada el defensa granadino Manolo González hijo del mítico José Manuel González, que ese verano habia sido traspasado por el Granada al Zaragoza y que ya desde esa temporada sería un pilar inamovible en la zaga aragonesa durante 11 temporadas. Excelente articulo con esa incursión por la fiestas de Otoño de 1935 que menos mal no cuajaron porque eran entonces y serían hoy demasiadas fiestas.